Vamping: el hábito nocturno que genera insomnio y se vuelve adictivo
Entrar en contacto con los dispositivos tecnológicos antes de dormir no solo retrasa la posibilidad de conciliar el sueño, sino también genera otros inconvenientes; qué pasa en el cerebro con esta práctica
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El fenómeno del “vamping” pone de manifiesto el poder altamente adictivo que tiene para nuestro cerebro el uso de tecnología nocturna gracias a la liberación de dopamina, el neurotransmisor asociado al placer y a la gratificación.
En relación al término, el vamping proviene de las palabras en inglés vampire (vampiro) y texting (envío de mensajes) y se refiere a la práctica que consiste en hacer un uso excesivo de los dispositivos electrónicos antes de dormir.
Como explica a LA NACION Marian Durao, doctora en Psicología y especialista en neurociencias, “el hábito del vamping alude a cómo estos dispositivos pueden succionar nuestro tiempo de sueño, impactando negativamente en diversas áreas de nuestras vidas”.
Y enseguida detalla: “Este hábito nocturno, especialmente reflejado en el “escroleo” (desplazarse verticalmente por la pantalla) sin rumbo por redes sociales, mirando perfiles de personas desconocidas o pasando horas en aplicaciones de compras o de citas, activa poderosamente el sistema de recompensa del cerebro a través de la liberación de dopamina. Este neurotransmisor, asociado con el placer y la gratificación, se libera durante estas actividades digitales, provocando una euforia temporal similar a la experimentada con el consumo de drogas”.
Según cuenta la especialista, este tipo de refuerzo positivo crea un ciclo adictivo en el que se acude a escrolear para experimentar una y otra vez ese placer efímero y repentino, a pesar de las consecuencias negativas.
“Muchas personas sostienen que al final del día necesitan relajarse conectándose ‘un rato’ a las distintas apps e internamente hay una contradicción que genera tensión ya que al ser un comportamiento altamente adictivo por el placer inmediato que genera, es muy difícil tomar consciencia de cuando parar”, agrega.
En este sentido, el neurólogo Alejandro Andersson consultado por LA NACION, coincide en que el vamping no solo compromete el ciclo de sueño, sino que puede tener consecuencias similares a los comportamientos adictivos con sustancias por activar los mecanismos de recompensa del cerebro.
“La luz blanca retrasa el comienzo del sueño suprimiendo el pico de melatonina (la hormona que regula el ciclo sueño-vigilia) necesaria para establecer el descanso de manera natural. Al mismo tiempo, el contenido que consumimos en los dispositivos activan la liberación de dopamina en el cerebro produciendo la sensación de gratificación inmediata, creando un hábito nocivo en el que se va generando la necesidad orgánica de repetir el mismo comportamiento cada noche”, detalla.
Consecuencias negativas: adicción y deterioro general del organismo
Entre las consecuencias más evidentes del vamping, todos los expertos consultados coinciden en que perjudica la conciliación del sueño, al mismo tiempo que empeora la calidad general de descanso, con consecuencias perjudiciales para niños, adolescentes y adultos, entre las que destaca “irritabilidad, falta de concentración, ansiedad y fatiga general”.
En este sentido, Durao dice que existe “una desregulación significativa en la corteza prefrontal, la región cerebral responsable de la toma de decisiones y el control de impulsos”.
“Este comportamiento no solo conduce a un uso excesivo de dispositivos electrónicos, sino que también puede resultar en problemas financieros y personales, especialmente si involucra compras impulsivas o interacciones repetitivas en aplicaciones de citas. Este uso compulsivo de dispositivos digitales por la noche actúa a menudo como un mecanismo de afrontamiento para aliviar la ansiedad o el estrés, reforzando las conexiones neuronales que vinculan el escrolear con el alivio emocional o el placer, perpetuando así el comportamiento adictivo”, puntualiza.
Además, la experta resalta que el uso excesivo de estos dispositivos “puede causar fatiga visual y trastornos musculoesqueléticos, incluyendo dolor de cuello y espalda, contribuyendo a un deterioro general del bienestar físico”.
“En el plano social –continúa–, el tiempo excesivo frente a la pantalla puede llevar a una reducción significativa de la interacción cara a cara con familiares y amigos, deteriorando las relaciones personales y sociales, y contribuyendo así a una sensación de aislamiento o desconexión con el entorno inmediato, fomentando sentimientos de aislamiento y soledad. Al mismo tiempo, el constante acceso a las redes sociales incentiva la comparación con otros, lo que puede exacerbar sentimientos de insuficiencia y contribuir a problemas de salud mental como ansiedad y depresión”.
Alteración del sueño en Infancias y adolescencias
En el caso de los niños y adolescentes, la educadora experta en neurociencias Eli Delacour dice a LA NACION que, con la alteración del ciclo circadiano “se evidencia la necesidad de la gratificación constante por la falta de concentración que logran mantener las infancias durante la vida diurna. Al alterarse el ciclo del sueño los menores sufren consecuencias inmediatas, teniendo en cuenta que en niños y adolescentes se necesitan determinadas horas de sueño para que el cerebro funcione y logre adquirir mayor concentración, mayor habilidad psicomotora y sostener una correcta estabilidad socioemocional. Cuando están fatigados e irritables por faltas de hora de descanso, los problemas se notan directamente en el rendimiento escolar, perjudicando también los vínculos con pares y docentes. A su vez, se ven perjudicados los vínculos con la familia y los entornos más cercanos”.
Por este motivo, Delacour resalta la importancia de ser “un buen ejemplo” para los menores. “Los adultos son los que proporcionan los límites y las normas. Es fundamental que se limite a niños y adolescentes en el horario de exposición y se controle qué es lo que están viendo. Para eso, se necesita de un adulto que participe en el desarrollo de las herramientas de autocontrol en infancias y, particularmente en adolescentes, poniendo límites claros y dando el ejemplo. Si ven que el adulto también deja los dispositivos a un lado para poder dormir y hace uso responsable de la tecnología, el mensaje llega con mucha más fuerza”.
Si tenemos en cuenta que la Academia Americana de Pediatría (AAP) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican de manera detallada el uso apropiado de las pantallas para niños y adolescentes, reconociendo la importancia de regular este tipo de prácticas, observamos que la AAP sugiere evitar el uso de pantallas en niños menores de 18 a 24 meses, excepto para videochats, y recomienda limitar el tiempo de pantalla a una hora al día para niños de 2 a 5 años sugiriendo contenido de alta calidad. Para los mayores de 6 años, recomienda mantener un equilibrio saludable asegurando suficiente tiempo para el sueño, la actividad física y otras interacciones saludables, con límites bien definidos en el tiempo frente a la pantalla.
Por su parte, la OMS recomienda no más de una hora diaria de pantalla para niños menores de 5 años, destacando que menos es mejor.
“Cuando se trata de prevenir el vamping en niños y adolescentes, los adultos cuidadores deben estar atentos a varios signos de comportamiento que podrían indicar un uso problemático de dispositivos electrónicos”, retoma Durao.
“Los padres o cuidadores deben evaluar cómo este comportamiento afecta las relaciones y responsabilidades del niño o adolescente. Si está sacrificando actividades importantes, como jugar o reunirse con otros, relaciones, rendimiento escolar o intereses previos en favor del tiempo en dispositivos, es crucial intervenir. Los adolescentes podrían incluso mentir sobre la cantidad de tiempo que pasan en línea por la noche, un comportamiento que también se observa en aquellos con trastornos de juego. Frente a estos comportamientos, es esencial establecer y mantener límites claros respecto al uso de tecnología, promover actividades que no involucren pantallas y fomentar una comunicación abierta sobre los riesgos y beneficios de la tecnología”, recomienda.
En tanto, Andersson sugiere algunas pautas sencillas y valiosas para controlar el hábito del vamping a toda edad: “Primero hay que establecer un horario de apagado de dispositivos electrónicos. Luego crear un ambiente propicio para dormir con un cuarto oscuro, fresco y confortable. Practicar una buena higiene del sueño, estableciendo un horario para dormir y otro para despertarse, es fundamental ya que el organismo los aprende de manera inconsciente”.
Y pone un ejemplo, “Si te duchás siempre antes de ir a dormir o tenés rituales para irte a dormir como puede ser poner música relajante, meditar o leer un libro, cuando las repetís de manera habitual ayudás a que tu organismo lo incorpore y ‘sepa’ viene el momento de dormir”.
Insomnio, estrés y medicación
La relación que puede producirse entre el vamping, el insomnio y la necesidad de consumir medicación para dormir genera un círculo vicioso muy difícil de anular. Andersson entiende que el uso prolongado de dispositivos tecnológicos antes de dormir “contribuye al insomnio, en gran parte, por la exposición a la luz blanca que inhibe la producción de melatonina (como dijimos, la hormona que regula el ciclo del sueño), acompañado por la estimulación mental a partir del escroleo en redes dificultando la conciliación del sueño. En paralelo, el insomnio generado por este hábito suele llevar a las personas hacia un mayor consumo de hipnóticos para dormir, generando dependencia con ellos y así agravando el problema”.
Desde una perspectiva neurocientífica, Durao también observa que la constante necesidad de interactuar con estos dispositivos y la incapacidad de desconectarse pueden inducir altos niveles de estrés y ansiedad. “El estado de alerta perpetuo activa el sistema de respuesta al estrés del cuerpo, liberando hormonas como el cortisol, que pueden alterar aún más los patrones de sueño y exacerbar los ciclos de insomnio. La exposición prolongada a este estrés puede llevar a la fatiga adrenal y desequilibrios hormonales que afectan adversamente la salud general”, detalla.
Para finalizar aporta una reflexión: “Todos estos problemas asociados al vamping, que a menudo vienen acompañados de sentimientos de vacío y auto-reproche después de largos períodos de conexión, subrayan la importancia de abordar conscientemente nuestros hábitos digitales para mantener no solo nuestro bienestar físico, sino también nuestra salud mental y social”.
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