La reserva es privada y comprende unos doce valles esparcidos a lo largo del macizo de Los Gigantes
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VALLE DE LOS LISOS, Córdoba.- Esta provincia es famosa por sus centros turísticos que van desde Villa General Belgrano hasta La Cumbrecita, pasando por Carlos Paz o las Altas Cumbres, entre tantos otros. Pero en esa provincia existe también un rincón secreto y casi desconocido: es la llamada Reserva Valle de Los Lisos, un oasis de mesetas verdes rodeadas de gigantescas montañas del Precámbrico, que es visitado por fanáticos del turismo aventura. Llegan atraídos por un paisaje de película de Hollywood, similar al de las Crónicas de Narnia, El Señor de los Anillos o Jurassik Park.
La reserva es privada y comprende unos doce valles esparcidos a lo largo del macizo de Los Gigantes, Sierras Grandes, a unos 32 km de Tanti. Ahí se pueden practicar deportes extremos en medio de cerros de roca granítica con más de 350 millones de años de antigüedad. Está a más de 2100 metros sobre el nivel del mar y abarca 4300 hectáreas. Para llegar hay que tomar la RN 28 hacia Punilla hasta el Hotel Alto de Los Gigantes.
A metros está la tranquera de Los Lisos donde José Luis Amuchástegui, uno de los dueños del lugar, recibe a LA NACION para hacer la experiencia de dormir en el refugio y participar de las excursiones. Durante el traslado, a través de un camino de 7 kilómetros de ripio, el hombre recuerda cuáles son las normas para el cuidado del frágil bioma de la zona donde uno de los mayores atractivos es disfrutar de un oasis de cero contaminación. No hay plásticos, carteles, botellas, música estridente, ni basura, a diferencia de muchos otros puntos turísticos del resto del país.
Suelen visitar la reserva los fotógrafos del National Geographic quienes acampan en lo alto para tener las mejores imágenes de cuando cae el sol mientras esperan el cruce de un cóndor, una liebre, un zorro colorado, e incluso un puma. El paisaje nunca aburre y es similar al de los países nórdicos. Cambia al cruzar la pared de piedra y llegar al primero de los valles, todos cubiertos de un prolijo césped natural que parece artificial, pero no lo es. Los biólogos recomendaron trasladar el ganado, por eso el verde intenso de las praderas, las vertientes con agua cristalina, y el aroma intenso de las hierbas serranas.
“Es nuestro Machu Picchu”, resume Amuchástegui con orgullo. Cada meseta tiene su nombre y algún atractivo: una cascada subterránea, una piedra con forma de mono, un cañadón, una grieta, entre otros. Siempre está en juego el factor sorpresa, nunca se sabe que vendría después, dice el bisnieto de los primeros pobladores. El nombre se debe a que los valles están rodeados de cerros literalmente lisos por el desgaste y la erosión de la roca durante millones de años.
“Todo nace en 1886 con mi antepasado Miguel Moreno quien en 1912 la dividió en cuatro partes y se las entregó a sus parientes. En el 2012, con mi esposa, Lorena Brandolin, quien administra el lugar, logramos recuperar nuestra parte y compramos el resto de las hectáreas”, cuenta Amuchástegui.
Luego conseguiría que un empresario vinculado al turismo invirtiese una buena suma de dinero para crear ahí una reserva. Desde el año 2017 lo explotan como hotel y ofrecen una serie de tours. El año pasado pasó a formar parte de la Red Argentina de Reservas Naturales Privadas.
De pronto el nuevo emprendimiento empezó a llenarse de visitantes al tiempo que la pareja viajaba por el mundo haciendo cursos de guía de trekking, espeleoturismo, canyoning, boya cross, etc. “Tenemos todas las certificaciones y trabajamos con estándares internacionales. Contamos con la colaboración la policía de rescate de la zona”, explica Amuchástegui, mientras ayuda a preparar lo que cada uno de los senderistas deberá cargar en su mochila durante todo un día: un sandwich, barritas, frutas y hasta un traje de agua, ya que los guías brindan equipos de última generación para realizar todas las excursiones.
Una cascada bajo tierra
Si bien se puede elegir pasar un día de relax disfrutando del arroyo, comiendo comida casera, o observando los cerros, la actividad principal es el trekking: hay 100 senderos homologados y 32 opciones para recorrerlos con diversos grados de dificultad. Para evitar la contaminación, cuando mil personas atraviesan un mismo camino, se alterna de ruta.
Hay aventuras al estilo Indiana Jones que son bajo tierra como la visita a La Quebrada del Toro. Ahí se esconde la Cascada del Toro, la catarata subterránea más alta de la Argentina y la única de origen por vertientes con acceso subterráneo. Con la ayuda de arneses se baja a través de un laberinto de pasadizos de piedra en un entorno surrealista. Todo es genera vértigo y adrenalina. Para ir y volver de ese sitio hay que subir y descender a lo largo de un camino de 14 kilómetros.
Otras actividades son el canyoning, el boiacross y las caminatas nocturnas con luna llena donde los turistas cenan con un mantel desplegado sobre uno de los valles. Ninguno de estos tours puede hacerse sin un guía profesional.
Los Lisos está al oeste de Córdoba Capital, en la región del Valle de Punilla. Según Esteban Avilés, presidente de la Agencia Córdoba Turismo, Punilla es el emblema del turismo provincial: “Representa el 50% de la oferta de hospedaje en Córdoba siendo nuestro corredor más fuerte”. Esto se debe a que los paisajes son diversos, tienen identidad y una gastronomía variada con productos regionales, detalló el funcionario quien trabaja en los preparativos de esta temporada de verano.
En el caso de la Reserva Valle de Los Lisos ofrecen su casona de 1886 para dormir. Las cuatro comidas forman parte de los paquetes all inclusive que abarca dos o tres noches. El refugio luce tal cual era, es original de época, y está en la base de uno de los cerros. Cuenta con 16 plazas, pero prevén llegar a las 28 camas e instalar una pileta para aqua gym y grandes tinas de madera a la intemperie. Quienes desean pernoctar en los alrededores e ingresar al área solo para realizar excursiones pueden hacerlo previa reserva. Existen varios alojamientos en la zona.
El público es mayormente extranjero, con edades que van entre los 30 y 75 años, aunque a partir de los 8 años los niños bajo la supervisión de los padres y los guías pueden realizar cualquiera de las actividades o sino aquellas destinadas en forma exclusiva a familias. Anualmente unas 12.000 personas la visitan y se llena especialmente durante los fines de semanas largos y en el verano. Sin embargo, sus puertas están abiertas todo el año invitando a quienes no conocen la reserva a vivir nuevas aventuras en medio de un paraíso natural.
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