Valdano compró la casa de Perón en Madrid
El directivo del Real Madrid loteó el terreno en el que vivió el ex presidente durante el exilio y construyó allí siete chalets
MADRID.- Diez años después de que la casa fue vendida y luego demolida para dar paso a una elegante urbanización, todavía hay argentinos que recorren 20 kilómetros al norte de Madrid. Llegan a un punto impreciso en el señorial barrio de Puerta de Hierro, buscan un golpe de suerte -o de magia- y preguntan al primero que pasa: "Una quinta 17 de Octubre..., ¿no le suena por acá?"
Cada vez son menos. Es cierto. Y suelen irse con las manos vacías, sin pista alguna. Son pocos los que en ese barrio, habitado por empresarios y prósperos hombres de negocios que cuidan su seguridad con custodia privada, saben algo de la historia que allí se tejió.
Es casi natural que lo ignoren. Porque de aquella enorme residencia de tres pisos, que durante una década albergó el exilio de Juan Domingo Perón en España y desde la que se dictó buena parte de la historia política de la Argentina entre los años 60 y los 70, no queda nada.
Tampoco hay placa, calle o cartel que recuerde todo lo que allí sucedió. Donde antes estaba la quinta 17 de Octubre hoy hay un elegante conjunto de siete chalets.
Menos conocida es la peripecia del terreno que antes fue de la quinta y ahora de los chalets. Perón lo compró en 1964 con fondos que, según varios archivos, provinieron -entre otras fuentes- de aportes de la Confederación General del Trabajo (CGT) y de dirigentes peronistas.
Lo escrituró a nombre de María Estela Martínez Cartas -Isabelita- "sin profesión conocida", según reza el testimonio.
Por él declaró haber pagado 750.000 pesetas, sin contar la residencia que luego construyó. Al comenzar los setenta su precio era ya -según se jactó- "diez veces" más alto.
La finca fue meca de dirigentes políticos y sindicales. Cobijo de secretos de Estado, de Eva Duarte muerta, de negociaciones entre Perón y emisarios del ex presidente de facto Alejandro Lanusse. Supo de conspiraciones, de mensajeros, de cintas grabadas con instrucciones para "la juventud maravillosa" del fusil y del secuestro.
Y de la omnipresencia de José López Rega, el mucamo que apeló a la brujería que decía dominar para tratar de absorber -como una esponja mágica- la habilidad política del viejo líder. Para convertirse en un nuevo Perón.
Expropiada y luego restituida -sucesivamente- por el gobierno militar y el democrático de Raúl Alfonsín. Entre esos dos extremos, revisada de arriba abajo por emisarios del ex juez federal Rafael Sarmiento en busca de "pruebas".
Y siempre disputada en herencia entre las hermanas de Eva Duarte y la viuda de Perón, la única de sus tres mujeres que lo sobrevivió.
Hoy no es de ninguna de ellas. Después de todo ese zarandeo, a ese retazo de la historia reciente de nuestro país -el más europeo de América latina, como dicen aquí- le tocó un pase y pertenece ahora a uno de los futbolistas más exitosos de la Argentina: Jorge Valdano. El nuevo propietario de lo que alguna vez fue la quinta 17 de Octubre.
La cábala de Valdano
El ex integrante de la selección nacional prefiere no hacer comentarios sobre su casa. La que comparte con su mujer y sus dos hijos, exactamente en el mismo terreno, la misma calle y el mismo número que alguna vez fue el portal de Perón.
Quienes frecuentan a Valdano aseguran que el hoy directivo del club Real Madrid llegó a Puerta de Hierro casi por un azar entre los dos extremos de la fortuna: la suerte y la quiebra.
Años atrás, para el ex entrenador era una cábala tocar los muros de la quinta de Perón camino a un campo cercano donde trabajaba con sus jugadores. No fallaba.
Y tan segura resultó su cábala que, años después, Valdano se enteró de que podía acceder al terreno y a un negocio interesante si compraba la quiebra de un proyecto inmobiliario para construir chalets en la zona, que no había llegado a buen puerto.
El ex futbolista no lo pensó mucho. Se asoció con un amigo y compraron todo. Terminaron la construcción de siete suntuosos chalets. Cada uno de ellos se quedó con uno y los otros cinco fueron vendidos.
Ese conjunto de casas, con elegante cerco de ligustro y altos portones es, hoy el nuevo paisaje que reemplazó a la quinta que tenía el escudo peronista grabado en su puerta y en el muro, mensajes de amor y de odio, las dos caras eternas del peronismo.
Para ello, los casi 10.000 metros cuadrados de la quinta fueron loteados. Según inmobiliarias consultadas por La Nación , hoy ninguno de esos chalets podría adquirirse por menos de 800.000 dólares.
Valdano no debe de haber hecho, por cierto, un mal negocio con lo que quedó de Puerta de Hierro.
Un auto de seguridad privada -parecido a los que se ven en el Gran Buenos Aires- custodia la zona y ahuyenta a curiosos.
Reemplaza en esa tarea al jeep con tres soldados españoles y al centinela sobre la calle lateral del predio -Arroyo del Fresno- que por orden del general Francisco Franco se apostaban allí para custodiar a Perón. Astuto, Franco también tenía cierto control sobre la vida en la intimidad del chalet, gracias a las recurrentes visitas de su hermana, Pilar Franco, declarada amiga de Perón y de Isabel.
Pasar inadvertido
Recortado de su contexto, el armonioso conjunto de chalets que hizo construir Valdano podría pasar como uno más en una zona residencial y tranquila de cualquier suburbio.
En cambio, inconfundible, el perfil de la quinta que lo precedió, los escalones de su acceso y la figura de Perón en el amplio hall de entrada, con Isabelita y López Rega un poco más atrás, fue, por contraposición, una foto repetida en los medios de comunicación en los tiempos en que se negociaba el operativo "retorno".
La casa tenía más de 800 metros cuadrados. En la segunda planta estaban el dormitorio de Perón, el de Isabel y una biblioteca en la que el general pasaba la mayor parte del día, según relata Tomás Eloy Martínez.
Pero a partir de 1971, un nuevo habitante se sumó a la residencia. El entonces embajador argentino en Madrid, Jorge Rojas Silveyra, le entregó al general algo que lo descolocó: el cadáver de Evita. Perón no supo qué hacer.
Lo único que se le ocurrió fue depositarlo en el jardín de invierno de la casa, en la planta baja. Allí permaneció la caja hasta que, dos años más tarde, fue trasladada de nuevo a Buenos Aires, donde hoy descansa en la Recoleta -dicen- sobre un nicho de explosivo capaz de activarse en caso de que alguien intente forzar el féretro.