Vacunas: ventajas y desventajas de diferir la segunda dosis, según los expertos
Acelerar la inmunización de adultos mayores y personas de riesgo es un beneficio; en cambio, podría generar una falsa sensación de protección
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Espaciar la aplicación de la segunda dosis para llegar a una mayor cobertura de población de riesgo, antes de la llegada del frío. Esa es la estrategia de la ministra de Salud, Carla Vizzotti, ante la escasez de vacunas para poder cumplir con la campaña de inmunización contra el coronavirus. Ante el anuncio, los especialistas recomiendan unificar la estrategia epidemiológica con la que se planea enfrentar la temida segunda ola de la pandemia.
“No podemos hablar de la segunda ola como algo lejano, porque ya está acá. Los números están subiendo y hay que tomar decisiones rápido. El objetivo hoy es disminuir la hospitalización y la mortalidad. Para ello hay que acelerar la vacunación de adultos mayores y personas con factores de riesgo. En este contexto es preferible tener más personas con una dosis que la mitad con las dos dosis”, opina Ricardo Ruttimann, infectólogo de Funcei, coordinador de la Comisión de Vacunas de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y miembro de la Comisión Nacional de Inmunizaciones.
Según los datos que se publican en el Monitor de Vacunación del Ministerio de Salud, hasta anoche solo el 17,7% de los mayores de 60 años había recibido al menos una dosis. Son 1.293.476 personas del total de 7.279.394 que se debe inmunizar. Y de la población de riesgo apenas el 3,4% recibió al menos una vacuna: 195.038 de las 5.653.000 con factores de riesgo que hay en el país.
“Es una decisión pragmática, no estratégica. En principio, obedece a la enorme restricción que hay en el suministro de vacunas a nivel global, pero sobre todo, en el caso nuestro, en el contexto local, a las dificultades que tiene el gobierno para garantizar un suministro fluido”, apunta Adolfo Rubinstein, exministro de Salud nacional. “En este contexto, no es ilógico acelerar la primera dosis y espaciar la segunda, más allá de lo que dicen los ensayos clínicos. Hasta ahora, la evidencia científica habla de una eficiencia bastante alta, superior al 70% con la primera aplicación”, agrega.
Eso no es bueno para una operación logística tan compleja como la que se necesita para vacunar a más de 30 millones de argentinos en el menor tiempo posible. Ya estamos en otoño. Es importante tener lo antes posible a la población más vulnerable vacunada.👇🏼
— Adolfo Rubinstein (@RubinsteinOk) March 25, 2021
“Pero es importante comunicar a la población que la protección va a ser temporal y que es necesario recibir la segunda dosis. Porque hasta ahora, se enfatizó mucho en que no hay que descuidarse después de la primera aplicación. Eso debe reforzarse”, suma Rubinstein.
Pablo Bonvehí, jefe de Infectología del Cemic y miembro de la Fundación Vacunar, considera que la decisión no debería demorarse para tener impacto. “Está escalando el número de casos y, lamentablemente, todavía son pocos los adultos mayores que ya están vacunados. Ante este escenario, parece correcto priorizar la mayor cobertura que la protección total”, apunta.
“Las segundas dosis se dan para prolongar la protección, pero está comprobado que con la primera dosis ya se ve la curva de protección mayor al 70%. En un escenario mundial de escasez, países como Canadá o el Reino Unido están recomendando espaciar la segunda dosis, para priorizar una mayor cobertura a la población”, explica Bonvehí.
Uno de los peligros que advierten los infectólogos con esta medida es que muchas personas relajan las medidas de autocuidado tras recibir la primera dosis. Y que esta decisión cambia el foco que se venía poniendo al pedirle a la gente que no se sintiera protegida hasta veinte días después de recibir la segunda dosis.
“Si la comunicación es deficiente, puede haber gente que solo se aplique la primera dosis y no logre estar realmente protegida. Si el sistema es eficiente y el registro muestra trazabilidad, eso no debería pasar. Pero hay distritos, por ejemplo en la provincia de Buenos Aires, donde eso no ocurre y es un riesgo”, detalla Rubinstein.
Pese a que los primero estudios clínicos aprobados sobre las vacunas indicaban que no se debía espaciar la segunda dosis más allá de las cuatro siguientes semanas, la evidencia fue cambiando. “Hoy, por ejemplo en el caso de la vacuna de AstraZeneca, la eficacia es mayor si se aplica con una distancia de tres meses. Es importante que se monitoreen estos avances y aprovechar las dosis disponibles para ampliar la población con una cobertura de al menos el 70%”, cierra Bonvehí.
En tanto, en una columna publicada ayer en LA NACION, Eduardo López −infectólogo y miembro del comité de expertos asesor de la Presidencia en Covid-19− sugiere no generalizar el diferimiento de la segunda dosis. “La Organización Mundial de la Salud insistió en que se debían respetar los intervalos de dosis que informa el laboratorio productor. En el caso de las vacunas que utiliza la Argentina, no hay estudios con la vacuna Sinopharm como para diferir la segunda dosis con la misma eficacia que el intervalo original. En el caso de Sputnik V, el director del Instituto Gamaleya, Alexander Ginskurg, consideró a mediados de febrero pasado que podría aumentarse el intervalo de dosis hasta 60 días. En el Reino Unido se planteó para la vacuna de AstraZeneca un intervalo de dosis de 12 semanas, medida sugerida por el comité asesor del Ministerio de Salud, aunque rechazado por otros expertos”, escribió.
“Por lo tanto, no se puede generalizar el diferimiento de la segunda dosis −opina López–. Cada vacuna tiene su propio período de intervalo de dosis. Vacunar con una dosis y diferir la segunda debe ser transitorio, y solo ante situación de emergencia”.
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