Vacunación en el conurbano: "Para nosotros no es una opción dárnosla o no", dijo una enfermera
De Rusia a Quilmes. Ese recorrido hizo la vacuna para que esta mañana, María Arriola, que tiene 38 años y es enfermera del hospital Iriarte de Quilmes, sintiera por fin un poco de esperanza.
Fue una de las tres enfermeras que se vacunaron hoy. Es madre de Ciro, de 10 años. "Cuando me enteré de la vacuna no lo dudé. Para mí, poder vacunarme significa poder estar con mi hijo. Es lo único que me daba fuerzas y esperanzas en este año tan difícil".
Como trabaja en la Unidad de Terapia Intensiva, durante estos 300 días de pandemia, cada vez que daba un caso positivo cerca suyo, debía aislarse y trasladar a Ciro a lo de la abuela. "Fueron tres veces que me tuve que aislar por 28 días. No aguantaba más esta situación. Enterarme que llegaba la vacuna y que me la iba a dar entre los primeros fue el mejor regalo de Navidad", dice.
Esta mañana, cuando salió de su casa para el hospital, Ciro la abrazó y le pidió ir con ella. "No se puede papito", le dijo. Ciro también se quería vacunar. "Así yo también me la doy", le dijo. La madre le explicó que no se podía, pero le prometió que apenas pudiera, lo anotaba para vacunarse.
"Perdimos demasiados compañeros. Algunos se recuperaron y otros todavía tienen secuelas. Para nosotros, los que estamos en la línea de combate, no es una opción dárnosla o no. Esta es nuestra única esperanza. Después de luchar tanto al final se abre una luz de esperanza" dice Paola Juárez, otra de las enfermeras de terapia intensiva que esta mañana recibió una de las primeras dosis del país.
Paola también es madre. Su hija, Martina, es lo que tiene en mente mientras espera que la vacunen. "Siento mucha felicidad. Después de tantos meses de cuidar a otros ahora nos llega la esperanza. Me emociona mucho", dice.
"Todo lo que vivimos estos meses fue muy triste. Nadie se imagina lo triste que fue. Ahora llega una esperanza y nos abrazamos a ella", dice Paola con los ojos húmedos.
Miedo y abrazos
Cuando le dijeron que había una vacuna para ella, su coordinadora le dio la noticia, literalmente saltó de alegría. Cuando le contó a su hija, y le explicó lo que significaba, ella también se alegró. Pero después, cuando escuchó las noticias y que había gente que no se quería vacunar, sintió miedo. Se abrazaron, lloraron, hablaron un montón. "Ella entendió que esta es nuestra oportunidad de poder estar juntas sin temor. Esta mañana me abrazó y me dijo, suerte mami", cuenta.
Macarena Barrios tiene 26 años y trabaja en el servicio de limpieza de la Terapia Intensiva del hospital. Fue la primera en vacunarse. "Yo me enfermé y estuve 13 días internada. La pasé muy mal. Por eso ni lo dudé", dice, todavía emocionada después del pinchazo.
Cuando se contagió de Covid, su cuadro se complicó con una neumonía bilateral que hizo muy oscuro su pronóstico. "Es una enfermedad muy solitaria. Estás muy solo y la pasás muy mal. Mientras me daban la vacuna pensaba en eso. En la desesperación, en el ahogo, en mi hijo alejado de mí. Y fue como recibir una nueva oportunidad", dice.
Cuando empezó la pandemia, a Graciela Rodríguez, de 58 años, le dieron la noticia: la nombraron directora asociada del Hospital Iriarte, después de 20 años en el Servicio de Enfermería. "Viví toda la pandemia y la transformación del hospital para atender tantos casos. Siempre cuidándome, pero lamentando que esta enfermedad nos aísla de la familia", dice.
Por eso, apenas supo que llegaba la vacuna, se anotó y esta mañana la recibió. "Estoy feliz. Voy a poder disfrutar a mi primera nieta, que nació en pandemia", cuenta.
Juana tiene cuatro meses y si bien la pudo conocer, todavía tiene pendiente poder alzarla y estar cerca. "Estoy feliz por lo que esto va a significar", dice.
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