LA NACION ideó un viaje de cinco días y cuatro noches por rutas bonaerenses, ideal para estas vacaciones de invierno
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¿Es posible hacer más de un viaje en un solo viaje? La respuesta es afirmativa y aún más dentro de la provincia de Buenos Aires, donde las distintas regiones posibilitan transitar por llanura, una isla, cazar trufas, disfrutar sierras, contemplar el mar, conocer paradas ruteras, una laguna con aires patagónicos y pequeños pueblos que abren sus puertas para ofrecer platos caseros y familiares en ambientes rurales de profunda tranquilidad. La idea de hacer varios viajes dentro de un solo recorrido abona la idea de la aventura y de vivir una película donde somos los protagonistas de nuestro propia road movie.
El plan es simple, trazar un recorrido de cinco días y cuatro noches, y muchas ganas de moverse por terreno desconocido y emocionante. La salida es desde la ciudad de Buenos Aires y la bitácora de viaje incluye paradas en territorios de paisajes con contrastes que hacen del viaje una experiencia inolvidable.
La clave: desconectarse de rutinas urbanas y entrar en el ritmo de la naturaleza, de los pasos lentos, pero también del vértigo por descubrir nuevos horizontes y atravesar por diferentes mundos en cuatro noches de alta emoción. Son 1700 kilómetros de pura aventura, un viaje hacia todos los mundos bonaerenses. Acá, el itinerario.
Día 1
- 7 a.m. Salida
Salida a primera hora de la mañana desde la ciudad de Buenos Aires, por la ruta 205 hasta el cruce con la 65. En el primer desvío de tierra, mano derecha, hacer 15 kilómetros por camino de tierra. Son 350 km.
- 11 a.m. Pulpería Mira-Mar
La misma familia está detrás del mostrador de este templo criollo desde el año 1890: los Urrutia. Desde aquel año, jamás cerró. Su presencia dio nombre al paraje donde solo siguen en pie una escuela rural y la propia pulpería y mil historias. La construcción se mantiene original, sus ladrillos se mimetizan con la tierra y la cortina de árboles centenarios que la protegen del viento y del paso del tiempo. Su interior es encantador, un viaje a lo mejor del pasado. No hay señal de celular, lo que permite que la experiencia tenga exclusividad de emociones. Sus altas estanterías aún participan de la magia que define estos rincones gauchos: viejas latas, botellas y envases de productos que han dejado de producirse hace décadas, parecen vigentes. Se ofrecen picadas con chacinados locales, platos de olla y carne asada. El mostrador conserva la reja que protegía al pulpero de las ramplonas peleas.
Un dato curioso: todos los días, al mediodía y al caer la tarde se puede ver a un cliente, El Flaco Errazquín, que va hace 60 años a tomar el aperitivo. Conocerlo es una invitación a los buenos momentos; también a Juan Carlos, el pulpero y a la cofradía de gauchos y paisanos que peregrinan a diario para contar vivencias camperas.
- 4 p.m. Casa Alma, en Urdampilleta
Siguiendo por la ruta 65, y a 75 kilómetros de la Mira Mar, se llega a este pueblo de casas bajas y amplias, muy amplias, calles arboladas. Luz, aire y mucho cielo, ideal para asimilar la experiencia pulpera. Un grupo de amigos decidió restaurar un viejo almacén y transformarlo en casa de té y un espacio de disfrute gastronómico donde se destacan una amplia variedad de blends y delicias dulces. Una en especial brilla: la torta rogel de la panadería Tiraboschi, quienes a pocas cuadras hornean aún a leña.
Cuidada, impecable, colorida y con una estética propia, Casa Alma podría estar en la esquina de una ciudad capital, pero lo está en un pueblo tranquilo. El contraste es efectivo y naturalmente amable.
- 6.30 p.m. Isla Sistina
¿Es posible dormir en una isla dentro de la provincia de Buenos Aires? Sí, recorriendo 130 kilómetros por ruta 65, la Isla Sistina es la única de gran superficie que existe dentro del territorio bonaerense, donde funciona un lodge dentro de un escenario natural único: ciervos, antílopes, maras y muflones se pasean en libertad. Se accede solo por agua y aire. Necesitamos estacionar nuestro vehículo en el embarcadero del lodge y se navega hasta la famosa isla que fue morada de una excéntrica condesa húngara y algunos historiadores coinciden que fue visitada por los jesuitas.
Hoy es un espacio de lujo y confort que ofrece gastronomía típica de la región: pescados y carnes, y 400 hectáreas de exclusividad para caminar y amanecer con el continente bonaerense dentro de un living vidriado junto a un hogar cálido mientras vemos pasar animales, nacer las estrellas y disfrutar de los pasos de un menú que cuenta la historia de este territorio a través de los sabores del lejano oeste. Aquí se hace noche.
Día 2
- 8 a.m. Salida
Luego de desayunar en la isla, y de regreso en tierra firme, seguimos viaje por ruta 33 al sur hasta el cruce con la ruta 60 en el acceso a Espartillar.
- 10 a.m Cazar trufas en Espartillar
Es una experiencia única, en este pueblo está el mayor bosque trufero del país. En una plantación de 20.000 encinas y robles, bajo tierra, crece el diamante negro de la gastronomía, la preciada trufa negra, cuyo valor por kilo suele ascender a 3000 dólares. Sin embargo, aquí, está al alcance de la mano. Ningún ser humano puede olfatearlas, se usan perros especialmente entrenados, la idea es acompañarlos y cazar las trufas, el secreto mejor guardado del pueblo y de Buenos Aires.
“Trufas del Nuevo Mundo” es pionera en la producción de ellas y en el trufiturismo. La actividad comienza a las 10 de la mañana, e incluye la caza con los perros, limpieza de las trufas, su clasificación, y una degustación. A las 13 se termina la actividad. No existe en otra parte del país esta experiencia. ¿Qué aroma tiene la trufa, por qué es tan deseada por los ches? Aquí se despejan las dudas y van a despertarse todos los sentidos ante esta joya comestible.
- 1.30 p.m. Pigüé
Siguiendo por la ruta 33, a solo 31 kilómetros al sur se ve la llamada “comarca del encuentro”. Es uno de los pueblos más bellos, sus bulevares adoquinados y una arboleda frondosa anticipan buenos momentos. Recorrerlo es un sosiego dentro del viaje. De profunda vinculación con Francia (sus fundadores llegaron de la región del Aveyron), esta cultura se ve reflejada en el orden vial, la limpieza de sus calles y parques y la propia amabilidad del pigüense. En sus restaurantes es posible comer platos trufados y también con aires franceses. Dos recomendados para almozar: Juliette y Fuego Sagrado.
- 4 p.m. La Montaña
Íntima y muy escondida, la Estancia La Montaña es un remanso de paz. En lo profundo de la sierras de Curamalal, está a solo 11 kilómetros de la plaza del pueblo, pero parecen mil. Es tan grande la desconexión con el mundo, que así se siente. Aquí no hay señal telefónica, lo que significa una muy buena señal. El casco emerge entre macluras y plantas de tonos vivos, dentro de esta serena postal, la familia Méndez construyó una pulpería (se llama “Don Francisco”) restaurando un viejo galpón de esquila. Es perfecta la reconstrucción, como perfecto el menú: cordero en la olla de hierro, cazuelas de pollo y verduras rellenas, los sabores se elevan en propuestas que se acomodan al paladar del visitante.
Todo es de producción propia. La experiencia gastronómica se produce en una única mesa en la pulpería, por la noche a la luz de las velas. Con paciencia y cuidando todos los detalles, hicieron un hospedaje. La invitación es a dormir en el corazón de las sierras. Hacen caminatas bajo la luz lunar, hechizante, aquí hacemos noche.
Día 3
- 8 a.m. Salida
Desayuno y salida por Ruta 33.
- 9 a.m. Panadería Los Vascos, en Saavedra
A solo 30 kilómetros de Pigüé. Imposible no pasar por esta panadería que tiene más de 140 años y un horno de leña milagroso. Su panadero, Raúl Isidro la restauró y conoce mejor que nadie el secreto de la panificación de pueblo. Aquí, resulta necesario caer en la tentación y llevar facturas, galleta de campo y pan para el camino. Queda en el boulevard Cecilio López 224.
- 10 a.m. Dufaur
Hay que hacer 32 kilómetros por la ruta 33. El pueblo está a un costado de la ruta: todas sus casas tienen una vista privilegiada a las sierras. Aquí funciona el Almacén La Moderna; en sus estanterías está el alma de pueblo, los vecinos han ido llevando sus reliquias. Un dato: una cafetera que tiene 100 años sigue haciendo café. Otro dato curioso: los habitantes del pueblo, para contar la historia del pueblo actúan en una obra de teatro que se desarrolla en las calles, en las casas y culmina en la estación de tren.
- 10.30 a.m. El Balcón del Arroyo
Este tambo está a orillas de un arroyo de aguas cristalinas que nace en las sierras. Hacen quesos de gran calidad, aunque uno es un estandarte de su producción: el cuartirolo. Fueron los primeros en rescatar esta receta. Además, en la tierra de las trufas, lo hacen en una variedad trufado. Es exquisito, se pueden hacer paseos y comer picadas para degustar sus quesos. También hacen “aligot”, plato francés.
- 11.30 a.m. Villa Ventana
La aventura sigue por la ruta 33 hasta el cruce de la 76, donde se inicia el tramo más escénico. A un costado se presenta el cordón de la Ventania, con el cerro de la Ventana como principal atractivo. Antes del almuerzo, podemos hacer una visita a la Hostería La Península, la primera construcción de este pueblo, que es el más alto de la provincia (está a 350 msnm). Un café aquí sirve para recuperar fuerzas. En el comedor un detalle nos produce placer: una olla con sopa caliente. Siempre está allí, es un clásico. Hace bien probarla.
En la Villa hay muchas historias, una es imprescindible conocer: las ruinas del Club Hotel de la Ventana, el Titanic de La Pampa, fue el más lujoso de América del Sur y se inauguró cuando se hundió el transatlántico. Tuvo todos los lujos, hasta una larga cañería que llevaba cerveza fresca –que se hacía en el mismo hotel– desde la fábrica hasta la barra del bar, tenía fábrica de hielo y su propio molino que producía harina para pastas y panificados. Se hospedaron los marineros del buque alemán Graff Spee. Se incendió en un hecho que jamás se esclareció. También está la sombra de la presencia de jerarcas nazis, incluso se asegura que el propio Hitler estuvo hospedado en la Hostería.
- 12.30 p.m. Saldungaray
A 26 kilómetros de allí, cruzamos por este pueblo que tiene dos curiosidades: el portal de su cementerio, uno de los más monumentales e icónicos del arquitecto Francisco Salamone y la Bodega Saldungaray, cuna de vinos de gran calidad, que nacen en este terroir que resume las bondades de la campiña serrana.
- 2.30 p.m. Estación Lin Calel
Por la ruta 76 hasta el cruce con la ruta 72 se llega al próximo destino. Una familia que buscaba cambiar de vida, recuperó la estación del pueblo, volviéndola su hogar, pero también una unidad productiva. A través de un proyecto familiar y en equipo, comenzaron a trabajar la tierra, hacer una huerta y criar animales para producir alimentos sanos. Tuvieron una idea: abrir la puerta de su casa para ofrecer platos con recetas que rescatan la esencia del campo: chacinados, quesos, verduras y carne al asador, todo lo producen ellos. La idea es probar estos sabores y disfrutar de la tarde oyendo historias y viendo en acción a la familia que cambió la realidad de Lin Calel.
- 5 p.m. Balneario Orense
El Hotel Punta Desnudez está a metros del mar, en una posición privilegiada. La costa bonaerense en esta latitud es agreste y salvaje, franca y bella, el mar se nos ofrece en confidencias, con su lenguaje de mareas y espumas que recorren, caprichosas, la playa solitaria. El hotel tiene contacto directo con todo esto, pero es algo más que eso, todo en su interior nos recuerda al lejano oriente. Su propietaria, Ana Anmat, está casada con un príncipe marroquí y lo diseñó con aires árabes. Ella es todo un personaje, muy agradable para conocer, una mujer que ha sido una modelo de alta costura, con incontables tapas en Vogue y mucho mundo. Por la noche, suelen presentarse odaliscas y un gran banquete con platos que van desde mariscos, carnes, pastas y fiambres, con una mesa dulce que es un paraíso para los golosos. Noche aquí.
Día 4
- 8 a.m. Salida
Desayuno y salida hacia Balcarce
- 12 p.m. Laguna La Brava
Dejamos el mar y el viaje prosigue 235 kilómetros hacia una tierra fértil. Balcarce y un espejo de agua calmo encuadrado en un cerro amesetado y rocoso recuerda a un paisaje patagónico. La laguna tiene 500 hectáreas, su nombre refiere al cacique Cangapol, conocido como Nicolás El Bravo. En su orilla norte existe un pintoresco caserío, Villa Laguna La Brava. Amantes de la naturaleza, pescadores y viajeros aventureros, suelen visitar este destino de desconexión. Caminar por aquí obliga a la charla y al reencuentro con los silencios naturales. Alrededor de la laguna existe una variada opción de hosterías y cabañas, también comercios. Balcarce esconde secretos y rincones que invitan al paseo, en 1950 se crea el famoso postre que lleva el nombre de la ciudad. Juan Manuel Fangio tiene su museo y también en la entrada se encuentro uno de los mejores sándwiches de jamón crudo y queso rutero.
- 2 p.m. Parador El Cruce
En la intersección de las rutas 226 y 55, lo vemos. El sándwich de crudo y queso entero se hace con un pan que tiene medio metro y lleva medio kilo entre ambos fiambres. Es de culto: clientes de todas partes del país conocen Balcarce por este parador. Una familia puede compartir este patrimonio gastronómico, monumento a la honestidad y al entendimiento de los anhelos del que está en tránsito. El parador es de 1937, y la misma familia lo tiene a cargo desde entonces. Hacen también obras de arte con matambre, jamón cocido y salame.
- 5.30 p.m. Udaquiola
La aventura termina a 160 kilómetros, en un lugar que emociona. El pueblo tiene 90 habitantes y una familia propone una actividad de profunda intimidad y conexión con el ritmo acompasado de una pequeña comunidad, también con sus aromas más puros. Aquí, la inspiración nace de caminar por las calles de tierra, tocar el pasto, saludar a los vecinos, conocer a la propia familia.
Fina Estampa es la casa de Trinidad Mujica, que tuvo la genial idea abrirla para compartir su vida y saberes, no está sola: la acompañan sus hijos. Es chef, y alrededor tiene muchos recursos, Ayacucho es una tierra fecunda en productos. El plan es compartir con ellos un paseo por el pueblo y compartir comidas y buenos momentos. El hospedaje es sencillo, pulcro y cálido. Hay mucho corazón en esta casa, se recomienda pasar la noche. Desde allí quedan 260 kilómetros para regresar a la ciudad de Buenos Aires.
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