UPD: fuerte preocupación de padres y directivos por los excesos de un festejo escolar que crece año a año
La celebración del Último Primer Día de la secundaria involucra un intenso consumo de alcohol de parte de los adolescentes, así como también una gran cantidad de gastos
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Un conjunto de lentejuelas bordadas sobre un remerón forman un sinfín de palabras, números y símbolos, como “Promo24″, “XXIV” o “2024″. Las tijeras, agujas, envases de pegamento y brillos dispersos en una mesa son la evidencia de una extensa tarde de trabajo, pero también de largas horas imaginando lo que será “una noche única e inolvidable”. Lara, alumna de quinto año de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, ubicada en el barrio porteño de Recoleta, observa con orgullo su creación que vestirá en el festejo de su Último Primer Día de clase, mejor conocido como UPD.
Este fenómeno que comenzó hace cerca de diez años es un ritual que realizan los estudiantes que están por iniciar su último año de secundaria. La esencia de este festejo consiste en reunirse en una quinta o salón la noche anterior al primer día de clase e ir sin dormir a la escuela.
“Es importante entender que esta camada, por lo menos en la Capital, empezó el primer año de la secundaria en pandemia. Como con nuestros compañeros nos hablábamos por el aula virtual, hay algunos con los que nunca entablé una relación o crucé dos o tres palabras como mucho. Entonces la idea y el brillo del UPD es juntarnos, unirnos como curso por esos dos años que nos arrebataron y celebrar que arrancamos nuestro último año”, comentó Lara a LA NACION.
Bajo la misma línea, Pilar, estudiante del colegio Elvira Sullivan, de la zona oeste del conurbano, señaló: “Es un festejo relindo, todos estamos felices y en el mismo mood. Es emocionante y también un poco triste, porque es nuestro último primer día de secundaria y después ya está, se termina una etapa”.
Así como el UPD despierta alegría y emoción entre los potenciales egresados, también genera preocupación entre padres, sobre todo en los grupos de WhatsApp, por el fuerte consumo de alcohol de parte de sus hijos a lo largo de esa esperada noche. Los alumnos de diferentes colegios del conurbano y la Capital consultados por LA NACION destinan alrededor de $7000 por persona en este tipo de bebidas. En algunos casos, el monto llega a $10.000.
“No entiendo el UPD. Celebración no es, porque sino no buscarían ver quién tiene menos aguante frente al alcohol y algunos terminar con asistencia médica. Podría entenderlo si fuera un día de fiesta con deportes, charlas, guitarreadas y baile, pero está muy lejos de ser eso”, expresó a este medio Silvia Sgro, madre de un alumno del colegio Emaus, ubicado en El Palomar.
Una opinión similar deslizó Romina, cuya hija asiste al colegio Domingo Faustino Sarmiento: “Me parece una cosa inventadísima y exageradísima. La realidad es que la mayoría de los chicos no estudian y ni se preocupan por el secundario, pero para festejar son mandados a hacer”.
Sin embargo, también están aquellos padres que están de acuerdo con la celebración del UPD ya que entienden que se trata del “fin de una de las etapas más lindas de la vida”. “Me encanta que los chicos festejen, pero me preocupan los excesos. Muchas veces los chicos no tienen límites y es un tema que hablo muchísimo con mi hija”, expresó un padre que pidió resguardar su identidad.
Natalia Corti, madre de una alumna del colegio Elvira Sullivan, comparte esta visión y agregó que, en el caso del UPD de su hija, habrá cuatro padres responsables que se encargarán de administrar los tragos a los chicos para evitar “que se pasen de rosca con el alcohol”.
Juegos, música y alcohol
Un UPD suele comenzar a medianoche y se extiende hasta cerca de las 6.30. Durante esas seis horas, los potenciales egresados bailan y realizan diferentes juegos que involucran el consumo de alcohol. Estos juegos son creados por los propios adolescentes gracias a ideas que encuentran en redes sociales, como Pinterest y TikTok. Entre los más comunes, se destacan tableros y cartas que contienen retos que van desde tomar cierta cantidad de alcohol por ronda, besarse con alguien, hasta hacer una confesión “polémica y picante”.
“Lo divertido es que a lo largo de la noche se generen momentos incómodos o que traigan polémica entre dos personas inesperadas. Nosotros ya tenemos armadas nuestras cartas”, contó Agustina, alumna del Instituto Parroquial Fundador Don Francisco de Merlo.
Sobre el alcohol, Benjamín, quien asiste al colegio Domingo Faustino Sarmiento, precisó: “La verdad a mí no es algo que me llame mucho, pero siento que mis amigos lo hacen más que nada por salir de joda y llegar al colegio borrachos, cosa que nunca hicieron”.
En esta línea, una estudiante de la misma escuela añadió que, en los grupos de WhatsApp, varios miembros de su camada expresaron querer hacer el UPD para “emborracharse y joder” ya que es “el último año y el objetivo es festejar lo más que se pueda”.
Los juegos y el alcohol no son las únicas atracciones de la noche. Muchos adolescentes también optan por contratar fotógrafos –cuyo servicio puede rondar los $2000 por persona–, un toro mecánico o las famosas Kiss Cams, similares a las que se utilizan en los eventos deportivos para filmar a parejas y proyectarlas en una pantalla grande.
Una vez finalizada la noche, los adolescentes se trasladan a sus respectivos colegios en ómnibus. La celebración culmina en la puerta de las instituciones con cotillón, banderas, bombos y bengalas de humo.
Organización
La organización del UPD comienza a principios de febrero. Esto se debe a la importante logística y gastos que implica el festejo, como la compra del alcohol, el alquiler de quintas o salones y servicio de fotógrafo y DJ. “Empezamos a organizar el UPD hace un mes y, para juntar cubrir los costos, el año pasado vendimos tortas y galletitas durante los recreos”, precisó Milagros, alumna del colegio Cardenal Pironio, ubicado en Tigre.
Algunos colegios cuentan con camadas de más de 100 alumnos. Por esa razón, los egresados gestionan cada aspecto del festejo a través de dos grupos de WhatsApp: uno en el que se encuentran los “representantes” de los distintos cursos, y otro donde está la camada completa. Una vez que los delegados debaten opciones sobre los diferentes servicios a contratar, la información se comunica al chat general, donde se realizan votaciones a través de encuestas.
En total, el festejo del UPD puede costar, aproximadamente, $18.500 por persona: $7000 en alcohol, $7000 por el alquiler de la quinta, $2000 el servicio de fotógrafo, $500 un DJ y $2000 de ómnibus. Sin embargo, todo varía según el colegio y lo que esté dispuesto a pagar cada alumno.
Juana Campbell, madre de un alumno de un colegio de zona norte que participará de los festejos del UPD, señaló que la camada de su hijo decidió alquilar un terreno para la fiesta. En total, desembolsaron 200.000 pesos. Y otros $100.000 para el traslado en ómnibus hacia el colegio. Por un lado, ese importe se saldará con lo que recaudaron los estudiantes de la venta de tortas. Y los padres se encargarán de los gastos de comida y agua.
Los protocolos de las escuelas
Dado el aumento y la intensificación de estos festejos a lo largo de los últimos años, escuelas de la provincia y de la Capital decidieron crear protocolos específicos para el UPD, que cada ciclo lectivo intentan “reforzar y mejorar”.
“El festejo del UPD trae desafíos todos los años porque cada promoción es distinta. Desde su surgimiento en 2012, fuimos armando un protocolo con los distintos actores de la escuela para la protección de los estudiantes que egresan y los que no egresan”, expresó en diálogo con LA NACION Miriam Pistacchi, directora del colegio Domingo Faustino Sarmiento, en San Antonio de Padua.
Esta institución –al igual que las demás escuelas consultadas por este medio–convoca una reunión de padres y alumnos en el último mes de quinto año, en la provincia, y de cuarto año, en la Capital, para concientizar sobre los festejos y excesos en torno a los potenciales egresados. “Como hemos involucrado cada vez más a las familias, venimos logrando buenos resultados año tras año”, afirmó Pistacchi.
Un escenario similar describieron Enzo Speranza y Estefanía San Martín, autoridades del Belgrano Day School: “Si bien la euforia se ha intensificado, el límite siempre es el mismo y la supervisión que hacemos ese día es cada vez más precavida: estamos atentos a que los chicos no entren alcoholizados ni bajo efectos de ningún tipo de drogas, y tampoco pueden ingresar con alcohol en las mochilas. Por su parte, las familias tienden a participar de las distintas acciones de concientización que organizamos”.
“Los aspectos no negociables son el respeto y la seguridad de todos. Apuntamos a que los egresados comprendan la importancia de ser ejemplo para el resto de los estudiantes”, explicó Sergio Grimozzi, director del colegio Michael Ham, ubicado en Vicente López.
Bajo esta línea, Rafael Del Campo, director del colegio Elvira Sullivan, detalló que la institución le exige a los alumnos del último año estar a cargo de determinados momentos del acto de inicio de clases, como la entrada de la bandera y un discurso para la comunidad educativa. “Los egresados tienen que estar en condiciones de llevar adelante un día lectivo. No dejamos a ningún chico afuera de la escuela, pero sí pedimos a los padres que los retiren si no están en buen estado”, dijo a LA NACION.
A su vez, Del Campo entiende estos festejos como una “lista que se tiene que ir chequeando a lo largo del año”, como el UPD, el buzo de egresados, el viaje a Bariloche, la fiesta de egresados, entre otros rituales. “Son festejos cada vez más preformateados y estereotipados, donde además se generó toda una industria: quintas, partybus, buzos, disfraces. También el consumo de alcohol está completamente disparado entre los adolescentes y eso es peligrosísimo”, sostuvo a este medio.
“Queremos transmitir que el UPD no tiene que ser un festejo desenfrenado y recordar a nuestros estudiantes que pueden festejar en mejores condiciones, evitando situaciones de descontrol”, concluyó.
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