Una voz sobresaliente de la poesía contemporánea
Fue una de las autoras argentinas más importantes del siglo
"Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero", proclamó la autora en la primera línea de un poema de su libro Las muertes . Era entonces una joven de algo más de treinta años, y en sus palabras, muerte y amor celebraban su antigua alianza. En el mismo poema resumía su breve, pero intensa historia: "De mi estadía quedan las magias y los ritos, / unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor".
Ahora, su muerte, ocurrida en esta ciudad, pone fin a una existencia enriquecida por los años y por una obra literaria que hace tiempo la ha señalado entre las personalidades sobresalientes de la poesía contemporánea en lengua española.
Quedarán en la memoria de sus muchos lectores esos versos tan suyos, extendidos y seductoramente armoniosos, de resonancia litúrgica y misteriosas honduras. Cabría asociarlos con los vastos horizontes y las lagunas profundas de su provincia natal, La Pampa, lecho de un mar de antigŸedad incalculable.
Para H. A. Murena, la poesía de Olga Orozco provenía "no sólo del cerebro y el espíritu, sino también de los pulmones, del estómago, del corazón y del sexo, de una inspiración que hace latir en la letra escrita la totalidad de un ser humano".
En ella, como en algunos románticos y en tantos poetas que florecieron con Charles Baudelaire, el tono elegiaco acompaña a esa nostalgia del cielo perdido, identificada también con la infancia, paraíso situado en el pasado. Como en Baudelaire, también sus versos han querido descifrar el "bosque de símbolos" que oculta los enigmas del mundo:la muerte, el tiempo, Dios, la propia palabra del poeta.
Estos rasgos fundamentales de la poesía de Olga Orozco se advirtieron ya en su primer libro, Desde lejos (1946), y se confirmaron en los siguientes: Las muertes (1952), Los juegos peligrosos (1962), Museo salvaje (1974), Cantos a Berenice (1977), Mutaciones de la realidad (1979), La noche a la deriva (1984), En el revés del cielo (1987), Con esta boca, en este mundo (1994), espléndido conjunto de refinada calidad literaria.
Una serie de cuentos no menos notables se sumó a sus libros de poemas sin quebrar la firme unidad de la obra: La oscuridad es otro sol (1962), y También luz es un abismo (1995).
Entre La Pampa y el mar
Olga Orozco había nacido en Toay, La Pampa, el 17 de marzo de 1920. Del ambiente familiar -y de los campos y bosques que explotaba su padre- guardaba entrañable memoria. Constituían el paraíso de la infancia. Sus primeros años transcurrieron entre aquella población y Buenos Aires. En 1928, la familia se trasladó a Bahía Blanca donde la niña se aficionó al mar.
En 1936 se instaló en Buenos Aires y aquí se recibió de maestra. En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires conoció a Daniel Devoto, a Eduardo Jorge Bosco y, más tarde, a Alberto Girri, poetas y amigos muy queridos. Pronto trabó amistad con Norah Lange y Oliverio Girondo, animadores de un círculo literario y festivo en el cual se vivía y se cultivaba el surrealismo. En 1940 integró el grupo que colaboraba en Canto, una de las revistas de la generación del 40.
Viajó por países de la América hispánica. Una beca del Fondo Nacional de las Artes le permitió, durante nueve meses, recorrer España, Italia, Francia y Suiza. Trabajó en el periodismo utilizando numerosos seudónimos, respondió a consultas sentimentales y a cálculos astrológicos, mientras se iban acumulando distinciones y homenajes: el Primer Premio Municipal de Poesía, el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía, el Premio Municipal de Teatro por una pieza inédita titulada Y el humo de tu incendio está subiendo ; el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes, el Premio Esteban Echeverría de Poesía, el Primer Premio Nacional de Poesía, el Gran Premio de Honor de la SADE, la Láurea de Poesía de la Universidad de Turín, el Premio Gabriela Mistral, otorgado por la OEA, el Premio Juan Rulfo.
Sus poemas- muchos de ellos recogidos por La Nación - atraían a poetas de las nuevas generaciones, que con frecuencia en homenajes y recitales rodeaban a Olga y la aclamaban, atraídos por sus textos, sin duda, pero también por su seductora personalidad y hasta por su sola presencia. Leía inmejorablemente y, gracias a esa virtud, sus recitales resultaban espectáculos que encendían el entusiasmo del público.
Emanaba de Olga Orozco una fuerza irresistible.Poseía una inteligencia sutil y sabía explayarse con lirismo y ternura. No era la suya una fantasía embrollada y caprichosa; su intelecto limpiaba y ordenaba la imaginación dotándola de esa ejemplar armonía propia del arte destinado a perdurar. Su obra, traducida a varios idiomas, es una preciosa conquista argentina para todas las letras hispánicas. Queda ahora cerrada, pero al mismo tiempo se abre a los múltiples goces de futuros lectores.
Ceremonia íntima
Los restos de la poeta argentina Olga Orozco, fallecida anteanoche a los 79 años como consecuencia de una afección circulatoria, fueron inhumados ayer durante una ceremonia íntima realizada en un cementerio privado de Pilar, provincia de Buenos Aires.
Orozco murió en el sanatorio Anchorena, de esta Capital, donde había sido internada hace dos meses y sometida a varias operaciones, tal como informó La Nación en su segunda edición de ayer. Siendo una de las principales exponentes de la poesía latinoamericana, la escritora siempre optó por un perfil bajo y prefirió que no trascendieran sus problemas de salud.
A poco de conocerse su fallecimiento, numerosos intelectuales la recordaron. Así, Horacio Armani subrayó su afán por "alejarse de la versificación tradicional". Por su parte, Cristina Piña dijo que su obra "trasciende influencias". Y Antonio Requeni se refirió a ella no sólo como a la poeta más importante del país, sino "del idioma español".