Una visita a la morada del macá tobiano
Una reflexión sobre qué implica supervisar y viigilar la supervivencia de esta ave autóctona en peligro de extinción, en una de las zonas más inhóspitas de nuestro país
A fines de febrero, tuve la suerte de ser invitado por Toyota y Aves Argentinas a la provincia de Santa Cruz para conocer el esfuerzo que están realizando para salvar al macá tobiano, un ave en peligro de extinción que se encuentra únicamente en territorio argentino . El macá tobiano fue descubierto en 1974 y en aquel entonces se calculaba que había unos 5000 en vida. Actualmente ese número cayó a menos de 800, ubicándolo en la lista crítica de animales en peligro de extinción.
El grupo se trasladaría en 5 camionetas; por la naturaleza del viaje, se invitaron a periodistas ambientales y especialistas en automotores. Entre los anfitriones se encontraban el Presidente de Aves Argentinas, Juan María Raggio, su Director Ejecutivo, Hernán Casañas y el Director de asuntos corporativos de Toyota, Diego Prado. El grupo daba la sensación inicial de ser bastante heterogéneo.
El macá tobiano
A pocos minutos de abandonar El Calafate, nuestros celulares dejaron de mostrar cualquier tipo de señal, sea 4G, 3G, E o inclusive la G original que todavía funciona en muchos pueblos rurales.
Durante los próximos días nos encontramos lejos de cualquier pueblo y de otro ser humano que no fueran los 14 "expedicionarios". En gran parte de los tramos no se podía manejar a una velocidad mayor de 15 km/h, por el estado de los caminos rudimentarios, que fueron marcados por los antiguos terratenientes cuidadores de ovejas. Luego de varias horas y expuestos a vientos que rondaban los 80 km/h llegamos el martes a la primera laguna, donde se encontraba el ya legendario (para nosotros) macá tobiano.
Al borde de la laguna nos encontramos con Esteban: llevaba 10 días haciendo guardia, viviendo en una carpa, observando y estudiando al macá tobiano. En la Fundación trabajan asegurando su supervivencia, principalmente amenazada por la presencia de especies invasoras y exóticas en su zona reproductiva, como el visón americano, la trucha arcoiris y la gaviota cocinera. A ésto se suma el cambio climático, que se manifiesta en aumentos en la velocidad del viento y en severas sequías, que reducen su hábitat reproductivo.
Inicialmente, era difícil entender cómo estos jóvenes se exponen de manera voluntaria a los elementos durante 15 días consecutivos con víveres limitados y solamente una carpa que los aísla de los famosos vientos patagónicos que soplan sin piedad. Luego de charlar con ellos pude entender la fuerza y la pasión que los lleva a hacerlo. Por un lado, la satisfacción de estar cuidando una especie única en todo el planeta y el saber que si no lo hacen, posiblemente sus hijos jamás lleguen a ver uno de estos "patitos" como los llamaban cariñosamente. Pero sobre todo, entendí cómo al observar las aves aprenden sobre su comportamiento, que fácilmente se traslada a la manera que interactuamos entre humanos. Los observadores de aves entienden bastante más que el promedio sobre comportamiento humano y en definitiva los ayuda a ser felices.
Al día siguiente, visitamos una segunda laguna donde también se encontraba otra colonia de macá tobiano. Esta vez tuvimos la suerte de tener los 18 ejemplares a menos de 8 metros de distancia dentro de la laguna. Ya no eran tan necesarios los largavistas para la observación. Inclusive la gente de Aves Argentinas que nos acompañaba estaba sorprendida por la suerte de tenerlos tan cerca.
El equipamiento
En mi mundo ideal sustentable, los vehículos que nos trasladan deberían ser camionetas a hidrógeno, o híbridas. Pero las exigencias de la Patagonia rápidamente me hicieron entender que la robustez del vehículo es prácticamente lo único que importa. Al encontrarse sistemáticamente tan lejos de toda fuente de calor o de energía, los voluntarios dependen de la confiabilidad de los vehículos. Dadas las distancias, es clave además contar con un combustible que sea abundante en la zona; como el gasoil. De hecho, se está generando un nuevo problema por la disponibilidad del gasoil tipo Euro xxx que es exigido por las nuevas camionetas para su buen funcionamiento en el mediano plazo.
Las Hilux donadas por Toyota son, según la gente de Aves Argentinas, las únicas que vienen aguantando las exigencias de cuidar al Macá Tobiano. Varios contaban que durante las campañas pasaban la mayoría de su vida diurna dentro de los vehículos; hace poco que instalaron en la estación biológica (centro de operaciones del proyecto macá tobiano) una conexión a Internet por un nuevo sistema de radio-enlace con un alcance de 50 km; antes debían manejar 4 horas solamente para enviar un mensaje de Whatsapp. El precio del sistema satelital les es prohibitivo.
En estas condiciones, así como es clave la confiabilidad de los vehículos, también lo es las condiciones habitacionales. No hay que olvidarse que arriba de estas mesetas no pasan líneas de electricidad y ni hablar de gas de red. En algunos casos, el camión que les provee el gas puede manejar hasta 600 km para la entrega. En ese sentido, estuve felizmente sorprendido al ver que siempre se contaba con algo de energías renovables (solar y eólica), además de un indispensable grupo electrógeno. También me llamó la atención que en todos los lugares que visitamos se quiere agrandar la instalación solar y paulatinamente abandonar la eólica, que dados los fortísimos vientos se vuelve -según ellos- poco confiable, al menos con los aerogeneradores que instalaron hasta ahora. Otro desafío es el almacenamiento de la energía. Las baterías son costosas y pesadas. Además, en invierno las tienen que trasladar a un lugar más cálido, dado que el frío reduce drásticamente su vida útil.
Trabajo en equipo
Si algo me dejó de aprendizaje este viaje es lo fundamental del trabajo en equipo en distintos niveles para lograr un objetivo común. En primer lugar, me saco el sombrero por los integrantes y voluntarios de Aves Argentinas, que deben confiar en sus compañeros, algunas veces hasta con sus vidas. Juan Raggio me comentó como en los inicios no tenían protocolos de seguridad como los tienen ahora, y en una ocasión casi deben pasar una noche complicada en la meseta, sin carpa, si no fuera por los compañeros que los vinieron a rescatar.
A pocos minutos de caminar por la meseta, todo se ve bastante igual, y sin GPS es casi imposible ubicarse. Y el otro trabajo en equipo es el que lograron entre la asociación y el fabricante de vehículos. Es común que las empresas limiten sus esfuerzos solidarios a aportar fondos por las causas, pero es mucho más emocionante cuando el aporte viene directamente desde el núcleo de su negocio, con compromiso y pasión.
Rodrigo Herrera Vegas es co-fundador de Sustentator.com
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