Más de medio siglo después, la película, según su director y uno de los productores, logró acercar a los dos partes atravesadas por la tragedia de los Andes
- 6 minutos de lectura'
MONTEVIDEO.– Graciela Obdulia Augusto estaba a punto de cumplir 44 años y vivía la emoción de la inminente boda de su hija en Chile, cuando en la mañana del viernes 13 de octubre de 1972 le dijeron que había un asiento disponible en el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya para ir a Santiago con un equipo de rugby. Quedaba un solo lugar. Así, desechó la idea de comprar un pasaje en una aerolínea y fue la última en subirse a aquel avión, con pasajeros que no conocía. Poco después quedó atrapada entre los hierros de los asientos y murió en el accidente histórico.
Liliana Navarro y Javier Methol tenían cuatro hijos y quisieron celebrar solos los 12 años de matrimonio con un viaje a Chile, por lo que aceptaron la propuesta de un primo para viajar en ese avión. Ambos sobrevivieron al impacto en las montañas, pero ella quedó sepultada en la nieve como consecuencia de un alud que los sorprendió dos semanas después de estar aislados en la cordilleras. Liliana tenía 34 años.
El día que se dio a conocer la lista de sobrevivientes, dos meses después del accidente, la ilusión era de todos los familiares y amigos de los pasajeros. Sin embargo, en el caso de los hijos de Graciela y de Liliana la expectativa se transformó en una profunda tristeza.
Así, de un lado, unos celebraban la vida; mientras que del otro, lloraban las muertes.
¿Cómo siguieron las vidas de los sobrevivientes y de los familiares de los que murieron? Más aun cuando se supo que los que salieron vivos debieron alimentarse de los que fallecieron en la montaña.
Todos reconocen que no fue fácil, pero medio siglo después, la nueva película que cuenta la tragedia, La sociedad de la nieve, de J. A. Bayona, permitió generar un acercamiento y un sentimiento común entre unos y otros.
Pablo Vierci, autor del libro en el que se basó el film y productor asociado de La sociedad..., conoce de cerca la alegría de los sobrevivientes y el sufrimiento de las familias que perdieron a sus seres queridos, porque era compañero de colegio de los rugbiers que viajaban en el avión y estuvo desde entonces unido a ellos como uno más. “Lo que sentí siempre es que la historia de supervivencia de los 16 fue tan enorme, tan desmesurada, que en cierto punto dejó en las sombras a los otros 29 [que murieron en la montaña], cuando ellos también fueron parte e hicieron posible que los 16 se salvaran. Siempre creí que eso ocurría porque era natural que así fuera, aunque siempre había gloria para unos y tragedia para otros. El 13 de octubre era una tragedia para todas las familias de los que no volvieron y el 22 de diciembre era una celebración a la vida, de los que volvieron”, analiza
Y completa: “Es una inmensa paradoja, pero era natural que ocurriera, porque solo los que habían vivido en la montaña sabían que esas dos antípodas no eran tales, sabían que con cada uno que se moría, todos se morían un poco”. Pero, a su vez, destaca que “los que estaban en Montevideo” estaban lejos de esos sentimientos: “¿Cómo podían sentir lo mismo?”.
“Hubo familiares de los que no volvieron que siempre tuvieron un contacto muy estrecho con los sobrevivientes, pero no todos. Y otros, como Nando Parrado [uno de los jóvenes que logró salir con vida], que están en los dos mundos, el de los sobrevivientes y el de los que quedaron en los Andes”, continúa.
El viaje
En 2002, cuando se cumplieron 30 años del accidente, los sobrevivientes repitieron el vuelo que habían hecho en 1972, pero esta vez en el avión iban los familiares de los muertos. Al cruzar la Cordillera de los Andes, en el punto donde se había registrado el impacto, la emoción se sintió fuerte dentro de la aeronave. De hecho, los hijos del médico del equipo de rugby, Francisco Nicola, y de Esther Horta, miraron por la ventanilla el lugar del accidente, en el que perdieron a sus padres, en silencio, en duelo y con el recuerdo del amor.
Por eso, según Vierci, había que “reunir todas las sensibilidades en algo mayor, una emoción compartida, vinculada con una obra que apunta a lo artístico, que jamás se agota en sí mismo, pero que debe tener en su esencia, algo poderoso, reconciliador, que brinda paz. La película es un intento de que sientan lo mismo que los pasajeros del Fairchild 571, y así comprender en lo más hondo lo que sucedió, la sucesión de penurias, y puedan sentir empatía, ponerse en la piel del otro y comprender”.
El autor reflexiona: “Creo que la película logra empatía y eso es sanador; comprendemos más de la vida y la muerte, comprendemos más de nosotros mismos. Tomamos la antorcha que se encendió en los Andes en 1972, en ese experimento irrepetible, pautado por la bondad y la misericordia, y lo traemos al cine, o a la casa de todo el mundo para que lo vean en la pantalla del televisor”.
¿La película ayudó a sanar?
En un spot promocional de la película de Netflix, que se difundió en redes sociales, Bayona hizo referencia a lo que se sintió cuando les presentaron el film a los protagonistas del accidente y a familiares de los fallecidos: “Me atrevería a decir que ese encuentro se produjo gracias a la película y estas imágenes tienen para nosotros un valor inconmensurable; ver los abrazos y palabras de cariño entre unos y otros al final de las conversaciones es la mejor recompensa que me ha dado la experiencia de rodar esta historia”.
Nos reencontramos con algunos de los supervivientes de la tragedia de los Andes y familiares de los fallecidos en la montaña, después de que vieran La sociedad de la nieve.
— JA Bayona (@FilmBayona) January 7, 2024
Me atrevería a decir que ese encuentro se produjo gracias a la película.
Estas imágenes tienen para… pic.twitter.com/qgAWn926cO
“Es una reconciliación que demoró 51 años”, señaló . Y agregó: “Que una película haya aportado un poquito de paz, que a alguien le haya ayudado a derribar un muro de silencio, o tal vez que haya mitigado un poco de dolor, nos confirma no solo que había que hacerla, sino qué relevante puede ser la tarea a la que nos dedicamos”.
Y completó: “Meterse en la piel del otro a través de la ficción es una herramienta poderosa para sentir empatía, entender que todos somos uno; gracias a los supervivientes por contar las vidas de los otros y gracias a los otros por permitir que pudieran hacerlo”.
Pasaron 51 años y aquello sigue asombrando y conmoviendo. De los 16 sobrevivientes, fallecieron Javier Methol y José Luis Inciarte. En la montaña quedaron los restos de los que no pudieron escapar a la trampa de la cordillera, pero que de una u otra manera, también integraron esa sociedad que se constituyó en la nieve.
Nuevos documentales
Además de La sociedad de la nieve, el equipo de Bayona y Vierci comenzó a realizar entrevistas que serán parte de uno o más documentales que se emitirán por Netflix. Los entrevistados del primer episodio son: Nando Parrado, Roberto Canessa, María Noel Methol, Juan Pedro Nicola, Stellita Pérez del Castillo, Teresita Vázquez, Alejandro y Raquelina Nicolich, Daniel Fernández Strauch, Roy Harley, Daniel Turcatti, Gustavo Zerbino, Carlitos Páez, Marcelo Nicola y María Laura Methol.
Más notas de La sociedad de la nieve
- 1
Ya tiene fecha el comienzo del juicio a la enfermera acusada de asesinar a seis bebés
- 2
Un vuelo de Aerolíneas Argentinas tuvo problemas cuando pasaba por Río de Janeiro y debió regresar a Buenos Aires
- 3
La advertencia de un psicólogo sobre los festejos en Navidad: “No hay que forzar a nadie”
- 4
En la ciudad. Lanzan un programa para que los mayores de 25 terminen el secundario en un año: cómo inscribirse