Una pesadilla de 199 días: la silenciosa gesta para liberar a un argentino rehén de los talibanes en Afganistán
El hijo del autor de la nota fue secuestrado en enero; la trama de negociaciones incluyó a funcionarios nacionales e internacionales, la familia y personas claves como Mauricio Macri y Gastón Gaudio
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Mediados de enero. Vacaciones de invierno de mi hijo en Asia Central, con fecha de retorno a su universidad en Dusambé, Tayikistán, donde estudiaba persa y dictaba clases de inglés, el 1º de febrero subsiguiente. Desaparece de la faz de la Tierra mediando un silencio y una incertidumbre insoportables. Comienza una búsqueda desesperada y los primeros pedidos de ayuda. Se publica una alerta amarilla en Interpol y se activan todos los medios a nuestro alcance. En primera instancia intervienen la Cancillería, a través de la coordinación consular en Buenos Aires y nuestras embajadas en Islamabad y Moscú, en concurrencia con las naciones “stan”. Por separado interviene el Ministerio de Seguridad, a través del cual se solicita a la Justicia Federal que contribuya con la búsqueda de su paradero a través de su celular, email, apps de comunicaciones y redes sociales, con resultado negativo. Hay contactos esporádicos con otras carteras de gobierno, como la Jefatura de Gabinete y los ministerios de Interior y de Defensa.
Transcurridos unos días constatamos que viajó a Afganistán, solo, como solía hacer en sus viajes como mochilero a la Patagonia durante su adolescencia y tal como lo había hecho el argentino trotamundos Juan Pablo Villarino unas décadas atrás. Contaba con una visa de turismo en regla. Sin embargo, seguimos incomunicados y tememos lo peor. Se suman a la búsqueda el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y la Misión de Asistencia de Naciones Unidas para Afganistán (Unama). Varias naciones, del oeste y del este, del norte y del sur del planeta ofrecen ayuda. A mediados de febrero llegan las primeras noticias: fue capturado por los talibanes, que desde el 15 de agosto de 2021, cuando cayó la ciudad de Kabul en su poder, gobiernan el país.
La vida se divide en realidades paralelas: simular que todo sigue igual, para evitar que el caso trascienda, por los riesgos que ello podría significar para nuestro hijo y, en simultáneo, trabajar sin descanso por su liberación. Junto a mi esposa nos juramentamos luchar contra viento y marea. Por entonces ya se habían sumado al rescate algunas almas nobles. Con el tiempo se agregarían otras.
Un amor incondicional y los primeros milagros
En total fueron 199 días indescriptibles, horrorosos. Cómo describir las pesadillas que se suceden unas tras otras en forma constante en nuestras mentes y corazones. El desafío de no perder el control ni la cordura se convierten en prioridad uno. Nos mantienen en pie el amor incondicional por nuestro hijo y nuestros valores y creencias. Nos aferramos a Dios y apelamos a su misericordia.
El 8 de mayo llega el primer milagro. Un llamado telefónico, una prueba de vida. La bondad, grandeza y valentía de nuestro hijo lo lleva a hacer una huelga de hambre, preocupado por la imagen sufriente de todos, pero en particular de su madre y de su hermana, las mujeres de la familia. Circunstancias de la vida, del destino, o la mano de Dios, me colocan al otro lado de la línea. Me avisa que lo detuvieron sin causa, pero que está bien, preocupado por nosotros. Le piden nos transmita que evitemos la prensa y que la liberación solo es posible mediando una negociación “entre gobiernos”.
Hasta entonces creíamos saber que estaba en manos de los talibanes, pero no podíamos probarlo. Era un “desaparecido”. Con el llamado logramos el primer gran salto: el reconocimiento de su detención. Curiosamente, el alivio inicial se transformó casi inmediatamente en nuevos temores, distintos, pero igual de desafiantes.
Diplomacia de rehenes
Aprendimos velozmente que la práctica de negociar mediante la captura de rehenes es tan antigua como la historia de la humanidad, que sigue más vigente que nunca y que los victimarios suelen ser los propios gobiernos.
Sin que constituyera alivio alguno, advertimos que lo que nos ocurría no era ni original ni excepcional. Sucede todo el tiempo, en distintos países del planeta, y puede involucrar a cualquier persona independientemente de su nacionalidad, género, raza, religión o cualquier otro motivo distintivo.
Nos pareció inédito e impensable que esta desgracia recayera sobre nuestro hijo, cuya única ciudadanía es argentina. Pero la mano invisible del destino me había llevado a colaborar años atrás, desde la diplomacia parlamentaria y la universidad, con acciones humanitarias en favor de personas en riesgo en Afganistán. Entre otras acciones, participé activamente en la gestión para brindar refugio en la Argentina a dieciocho mujeres parlamentarias que pertenecían al parlamento afgano depuesto por los talibanes; así como en la extensión de una visa humanitaria para el joven afgano Suraj Samim, quien desde mediados del año pasado vive y estudia la carrera de relaciones internacionales en el campus de la Universidad Austral en Pilar.
No hemos podido constatar si la detención estuvo vinculada a esos antecedentes, pero siempre confiamos en que no está permitido juzgar a los hijos por el comportamiento de sus padres tanto en nuestro sistema de valores como en el de Afganistán.
De héroes y heroínas
Se intentaron de buena fe distintas estrategias de rescate. Hubo infinidad de consultas y evaluación de escenarios de todo tipo. Se estudiaron casos comparados. Hasta que llegó el momento en que dimos en la tecla. El Estado de Qatar, en Medio Oriente, es un país líder a nivel regional en materia de diplomacia preventiva, centrada en su extraordinaria capacidad de mediación en asuntos complejos.
A través de una combinación de factores y de un conjunto de personas excepcionales, mediando la ayuda indudable e infalible de Dios, logramos el milagro mayor: la liberación de nuestro hijo, el 31 de julio, sano y salvo, sin un solo rasguño.
Fue producto de la confluencia de una serie de diplomacias: oficial, de celebridades, humanitaria, parlamentaria, religiosa.
El reconocimiento mayor corresponde a su alteza el emir de Qatar, Jeque Tamim Bin Hamad Al Thani; al expresidente de la Nación, Mauricio Macri; y al tenista Gastón Gaudio, a quienes los une una relación privilegiada, clave para el éxito de la operación de rescate. Entre ellos y nosotros, los padres, mediaron relaciones interpersonales indispensables: el padrino de mi hijo, Ezequiel Barrenechea, del Grupo Eurnekian, y Paquito Mayorga, quienes se condujeron como si se tratara de su propio hijo, lo cual resultó profundamente conmovedor.
De la diplomacia oficial qatarí corresponde mencionar al primer ministro y canciller, SE Mohammed Bin Abdulrahman Al Thani; al experto en mediación humanitaria, SE Dr Mohamed Bin Mubarak Al-Khulaifi; y al queridísimo embajador de Qatar en la Argentina, SE Battal Meajeb B.M. Al Dosari.
Por parte del gobierno argentino fue excepcionalmente importante el rol del vicecanciller, embajador Leopoldo Sahores; del sherpa del G20, embajador Federico Pinedo; del jefe de gabinete de la Cancillería, Federico Barttfeld, designado embajador en Portugal en julio; y por el Ministerio de Seguridad Patricia Bullrich, con un rol de facilitación también clave.
Otras personas, muy cariñosas, que nos brindaron un gran apoyo fueron Brian Baird, Carlos Tonelli, Gregorio Massot, el embajador Carlos Foradori (hoy en Ginebra), Emilio Monzó; Anda Filip (canciller de la UIP) y, a través suyo, ciertas delegaciones extranjeras; Sally-Anne Sader, Leticia Risco, Fotis Fitsilis, Bruce Todd, Ignacio Casasola, Marcio Barbosa Moreira y uno de mis hermanos, Juan Facundo Cincunegui.
Por parte de los organismos internacionales merecen un reconocimiento las Naciones Unidas, a través de Volker Türk, el alto comisionado para los Derechos Humanos y su equipo, así como el personal de Unama y Marina Peraira en representación de la ICRC.
Una mención especial merece el padre Pedro López, de la misión Sui Iuris de Tayikistán, dependiente del Vaticano, a quien conocimos gracias a Gerardo Di Fazio.
Por último, mi esposa y cuatro hijos, incluyendo al protagonista de la historia, cuya condición de persona noble no tengo duda alguna que contribuyó positivamente a su liberación, me enseñaron a descansar en su inmensa fortaleza y resiliencia ante situaciones tan difíciles.
Un “champion” y la responsabilidad de proteger
Las lecciones aprendidas son muchas. Una de ellas, la más importante, es que más allá de la intervención divina de Dios, es necesario e ineludible contar con un o una “champion”. La mente brillante y de corazón inmenso que respiró todo este tiempo al ritmo de nuestro hijo fue Virginia Gamba, la mujer más inteligente y profundamente comprometida con la condición humana que conozco.
Este caso es, posiblemente, una insignificante partícula en la historia de ese punto azul pálido que representa el planeta Tierra en el contexto del universo, tal como lo llamaba Carl Sagan. Es cierto. Pero como siempre destaca otro gran sostén durante esta odisea, el Dr. Alfonso Santiago, director de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral: en el medio de todo ha de estar el respeto y la protección de la dignidad de la persona humana, noción de la que deriva también la responsabilidad de proteger.
Por ello, a todos los mencionados en esta nota, y a todos aquellos otros que, si bien no mencionados aportaron su grano de arena, nuestra familia no olvidará nunca esta gesta heroica, motivo por el cual, intentaremos transmitir nuestra gratitud generación tras generación, para que el paso del tiempo no erosione la memoria de un milagro tan maravilloso y evidente como el que hemos vivido.
*El autor es director de la diplomatura en Diplomacia Parlamentaria de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral
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