El año pasado se presentó Bajo Superficie, una docuficción que investigó las profundidades inexploradas del lago Nahuel Huapi y la creación de la leyenda de una misteriosa criatura que habita allí
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SAN CARLOS DE BARILOCHE.– Hace unos días culminó en las Tierras Altas de Escocia la mayor operación de búsqueda del monstruo del lago Ness de los últimos 50 años: durante dos días, cientos de voluntarios participaron de la convocatoria con equipos de topografía, drones térmicos y un hidrófono. Y aunque no lograron encontrar pruebas concluyentes de la existencia del legendario animal, el misterio continúa.
Más de 12.000 km al sur, el lago Nahuel Huapi también es sinónimo de una criatura mítica: el Nahuelito. La leyenda local también ha sido imán de expediciones –aunque en los inicios del siglo XX– y actualmente vuelve a ser noticia cada año, con avistamientos que muchas veces se viralizan en las redes sociales.
Uno de los mayores misterios de la Patagonia ya tiene más de 100 años y sigue siendo eje de suposiciones. En 2022, el director de cine Miguel Ángel Rossi presentó Bajo Superficie, una película de docuficción que se propuso investigar las profundidades inexploradas del lago Nahuel Huapi y la creación del mito de una misteriosa criatura que habita sus aguas.
“Hace 35 años que vivo en Bariloche y el tema me interesó siempre. Es una cuestión que atraviesa a todos los que vivimos acá, no hay casa donde no se hable del Nahuelito”, cuenta el cineasta a LA NACION.
Hace muchos años, cuando sus hijas eran chicos, Rossi tuvo una extraña experiencia: vio algo que se movía en una playa del lago y, al acercarse, observó que era una enorme tortuga de agua, con cuello largo. La dio vuelta y el animal desapareció bajo las aguas nuevamente. Eso lo llevó a pensar que quizás el Nahuelito podía ser, en realidad, una tortuga de dimensiones extraordinarias.
Fue en ese momento que comenzó a investigar los diversos misterios del lago. “Me fui encontrando con un mundo gigantesco. No solo con cuestiones vinculadas con el Nahuelito, con avistamientos a lo largo de toda la costa del Nahuel Huapi, sino también con avistamiento de luces, tanto debajo del agua como sobre la superficie. E incluso algunos naufragios extraños. La investigación fue tomando cuerpo hasta que decidimos hacer el largometraje”, dice Rossi.
El film documental sobre el habitante oculto del Nahuel Huapi se grabó entre marzo de 2019 y noviembre de 2021, con todos los ingredientes que la pandemia imprimió en el proceso. Junto a la psicóloga Roxana Cuezzo, Rossi fue reescribiendo el guión a medida que aparecían nuevos desafíos.
Como la coyuntura frenó el ingreso al país de una potente cámara subacuática que Rossi pensaba usar para el rodaje, un grupo de ingenieros del Centro Atómico Bariloche le ofreció un ROV (vehículo operado en forma remota) que ellos habían desarrollado. Esa cámara, a la que bautizaron “Páncora”, permitió tomar imágenes a 350 metros de profundidad en el Nahuel Huapi (el lago tiene 464 metros de profundidad máxima), un registro subacuático que se convirtió en un récord histórico.
Bajo Superficie –que contó con el apoyo de la Intendencia del Parque Nacional Nahuel Huapi, Prefectura Naval Argentina y la Universidad Nacional de Río Negro, entre otras instituciones– expone diversas teorías vinculadas con el Nahuelito. Una de ellas es la denominada “radioactiva”: de acuerdo con esa hipótesis, la verdad sobre qué experimentos atómicos realizó Ronald Richter en la isla Huemul entre 1948 y 1952 aún resulta una gran incógnita.
Teoría geológica
También aparece mencionada la teoría geológica, sobre reservorios sub-lacustres de petróleo: las grandes burbujas que muchas personas dicen haber visto podrían provenir de la desgasificación progresiva del hidrocarburo entrampado debajo del lago. Los naufragios también podrían explicarse bajo esta hipótesis.
Asimismo, el documental rescata los testimonios de antiguos pobladores sobre la siembra de “extraños peces” en el lago hace más de 100 años e incluso de pescadores que hablan de una adaptación de peces que data de la época en que la región era fondo de mar. Y a lo largo de diversas entrevistas, múltiples personas narran las circunstancias en las que avistaron “algo” en el lago: especies de lomos, caparazones, cuellos como de serpiente, manchas oscuras en movimiento y enormes burbujas.
Tal como afirma Rossi, los testimonios a los que él pudo acceder responden a un patrón. Existen cinco zonas principales de avistamiento del posible Nahuelito: el brazo Tristeza del lago Nahuel Huapi, el brazo Blest, la Piedra de Galeani (en la isla Victoria), el área entre Villa La Angostura y el brazo Rincón, y la línea que va desde Ñireco hasta la desembocadura del río Limay.
El cineasta también cuenta que, tras la presentación del documental, “se triplicaron los testimonios y los materiales que nos acercaron, tanto de fotos como de video”. Rossi añade que, cuando comenzaron con el rodaje, muchas personas se mostraban reacias a dar testimonio: “Hubo mucho bastardeo y amarillismo de parte de ciertos medios, entonces mucha gente se retrajo. Pero luego advirtieron que encarábamos el tema con seriedad y mucha gente se animó a contar y mostrar material”.
La idea de Rossi es que las imágenes y videos que recibió luego del estreno del film puedan convertirse en una serie. Aspira también a sumar jornadas de grabación en el lago, con especial detenimiento en esos cinco puntos que se repiten en los testimonios, un objetivo que no pudo cumplir hace unos años por las trabas de la pandemia.
Si bien durante la filmación de Bajo Superficie grabaron especies animales que están siendo investigadas, la nitidez no era la adecuada. “Las máquinas ahora han sido perfeccionadas y contamos con otros elementos para que todo lo que mostremos sea claro”, indica.
En ese sentido, el cineasta advierte que hay tres especies que habitan en el lago y que no están oficializadas: “Eso lo pude confirmar aunque no lo pude mostrar. También vi materiales que la gente no quiso compartir. Hay profesionales que por su trabajo no pueden decir cosas por miedo a que los echen. Además de avistamientos de especies de fauna acuática, hay testimonios que coinciden en señalar experiencias difíciles de explicar, muchas de ellas registradas. Creo que con el tiempo todo eso se va a poder mostrar. Y ojalá en unos años haya muchas producciones importantes que investiguen las cuestiones del lago en todas sus formas”.
Actualmente, Rossi investiga una de las líneas teóricas relacionadas con el Nahuelito. “Es una de las que más me cierra. Tras el estreno de la película apareció el relato de una familia que reaviva una teoría que yo daba por cerrada. Esta familia experimentó hace unos 8 años una situación que no se daba desde hace 70 años. Me intriga muchísimo porque tiene relación directa con lo que vieron Jarred Jones y otras personas en los primeros años del siglo pasado: un animal de cuello largo. Yo lo había asociado a aquella tortuga que vi hace años, pero los biólogos me dicen que no hay tortugas en el lago”, se entusiasma.
El mito del Nahuelito también recorre el ámbito académico. Leandro M. Pérez es paleontólogo, investigador del Conicet, y sus investigaciones le permitieron trazar una línea cronológica sobre la creación de la leyenda.
“En 1895 se descubre el resto fósil de un gran cuero perteneciente a un perezoso terrestre gigante. El hallazgo fue realizado en Chile, en la llamada Cueva del Milodón, cerca de Puerto Natales. Este fragmento presentaba un sorprendente estado de conservación. Las pieles ‘momificadas’ de milodontes –un grupo extinto de animales que habitó durante el Pleistoceno, época que abarca desde aproximadamente los 2.5 millones y los 11.700 años antes del presente–, conservadas en los sedimentos que rellenan el interior de esta caverna, aún tienen pelos, huesecillos y el tejido blando del tegumento”, señala el Doctor en Ciencias Naturales.
Unos años después de ese descubrimiento, Francisco Pascasio Moreno, quien fuera el perito designado por la Argentina para fijar las líneas fronterizas con la República de Chile, de uno de sus viajes por la Patagonia austral, regresó a la ciudad de La Plata (en ese momento era director del museo platense) con un retazo de cuero de perezoso que le obsequiaron habitantes de la Estancia Puerto Consuelo, próxima a la caverna del hallazgo.
Una mala relación
La relación entre Moreno y Florentino Ameghino no era buena. En un tiempo en que los expertos se peleaban por ver quién publicaba antes sus hallazgos, al parecer Ameghino se le adelantó a Moreno y publicó, hacia agosto de 1898, la noticia sobre la existencia de un milodonte vivo en la Patagonia. Por eso, cuando Moreno llegó a Londres a comienzos de 1899 para presentar el extraño cuero como novedad, ya se decía en Europa que había milodontes vivos en estas latitudes.
“La noticia fue un furor en el ámbito científico y derivó en una gran cacería. Mucha gente pagó para formar equipos de captura, que vinieron a la Patagonia con la intención de matar perezosos gigantes o apresarlos para ser exhibidos en zoológicos. Eso duró unos años, desde 1898 hasta 1901 o 1902. Luego desapareció la furia y se inició una especie de cono de silencio hasta 1922″, relata Pérez.
En ese año, Martín Shefield, un inmigrante norteamericano buscador de oro y cazador de huillines, envió una misteriosa carta a Clemente Onelli (1864-1924), por entonces director del Jardín Zoológico de Buenos Aires. El hombre, establecido cerca de Esquel, describía: “He podido percibir en medio de la laguna un animal enorme con cabeza parecida a un cisne de formas descomunales y el movimiento del agua me hace suponer un cuerpo de cocodrilo”.
Al leer aquello, Onelli creyó que se trataba del famoso milodonte buscado unos años antes y armó entonces una campaña. El tema llegó a la prensa y en la bajada de un artículo en el diario LA NACION se leía: “¿Será un plesiosaurio?”. Se desconoce por qué a aquel periodista se le ocurrió mencionar al extinto reptil marino gigante.
La nota periodística favoreció la llegada de fondos para la expedición, por lo que Onelli no se ocupó en aclarar demasiado la información. Finalmente, se formó un equipo de trabajo de campo con diversos participantes del ambiente científico y de los medios de comunicación más destacados de la época.
La campaña fracasó. Al año siguiente, en el Carnaval de 1923, Primo Capraro, italiano pionero de Bariloche, hizo una carroza de madera con forma de plesiosaurio e incluyó como personajes de la comparsa a quienes habían participado de la expedición con Onelli. La idea era burlarse del fracasado safari. Tal como asegura Pérez, el hecho fue además abonado por Capraro en los diarios de la época para darle difusión a su comparsa.
La famosa carroza del plesiosaurio se usó durante varios años para los desfiles de Carnaval hasta que se quemó, al parecer, en un incendio ocurrido en el aserradero de Capraro hacia 1927. “La gente se apropió del chiste y en el vulgo quedó la historia del plesiosaurio. A partir de ahí, lo ‘veían’ en todos lados. La cuestión se fue deformando y atravesando las generaciones de barilochenses hasta formarse el mito. Con el tiempo, décadas después de la desaparición de la querida carroza de Capraro, sería un periodista el que bautizó el mito con el nombre de ‘Nahuelito’. Pero lo cierto es que, sin quererlo, Capraro le regaló una leyenda a Bariloche, que hoy, 100 años después, atesora con tanto cariño”, dice Pérez.
Además de aclarar que no es un aficionado a la criptozoología, el científico paleontólogo de la Universidad de La Plata subraya que toda la cronología está disponible y que la puede sostener con documentos originales. De hecho, está trabajando con colegas en el relato sobre las expediciones de las cacerías del “milodonte vivo de la Patagonia”.
Y remarca: “Claramente no apoyo la idea sobre la existencia del Nahuelito, pero no descarto que los reportes de los avistajes del animal mitológico puedan provenir de situaciones anómalas en la superficie del lago como, por ejemplo, de olas producidas por animales que cruzan el lago o ‘movimientos telúricos’ que puedan alterar la quietud del espejo de agua”.
En una línea similar se expresa el capitán de ultramar Carlos Solari, que vive en Bariloche, fue capitán de la Modesta Victoria y ha navegado cientos de veces el lago Nahuel Huapi. “Pienso que el Nahuelito existe y cada persona que lo ve y da testimonio dice la verdad. Sin embargo, todos esos ‘nahuelitos’, son eventos de causas diferentes, es decir, varios fenómenos con distintos grados de verosimilitud. La de menor rango, me parece, es la de un plesiosaurio”, opina.
Solari menciona, finalmente, un efecto que se conoce como “fata morgana”. Se trata de una ilusión óptica que se debe a una inversión de temperatura. “Hay días en que eso se produce en el Nahuel Huapi. Y, remando en kayak, que uno tiene un plano más cercano a la superficie del agua, muchas veces he visto pequeñas ondas producto de alguna estela lejana o rebotes de las mismas. Van formando un encuentro (choque) que causa un efecto óptico y parece que algo avanza bajo la superficie en dirección contraria. Cuando eso pasa en los lugares profundos, la onda que queda frente a los ojos refleja el azul profundo haciendo más inquietante la sensación”, relata.
Tanto por quienes creen en la existencia de una criatura esquiva que habita las profundidades del lago como por aquellos que la descartan, el Nahuelito ya forma parte de la idiosincrasia barilochense.
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