“Una orquesta afinada”. Vacaciones ensambladas: qué recomiendan los especialistas para lograr la armonía
Haber convivido previamente, delimitar el lugar que ocupan las parejas en relación con los hijos y propiciar un diálogo claro con los “ex” son algunas de las claves
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Una pareja, dos hijas en común y dos hijos de él de un matrimonio anterior. La historia que los unió comenzó hace más de una década cuando Cecilia, hoy de 46 años, conoció a Santiago, su actual marido, que ya tenía a Josefina, de 11, y Franco, de 7, además de un divorcio conflictivo con su exesposa. Después de varios años de convivencia, de la llegada de Violeta y Martina, y de un trabajo minucioso para determinar límites y roles, en 2018 se fueron todos juntos de vacaciones a Florianópolis, en el sur de Brasil.
Si bien esta primera prueba de fuego fue, según el testimonio de Cecilia, exitosa, esto no siempre es así y las complejidades familiares pueden convertir el momento de disfrute en una crisis relacional, además de tirar por el desagüe la ocasión para relajarse. Psicólogos y expertos en vínculos familiares destacaron a LA NACION los principales detonantes de conflictos, enumeraron herramientas útiles con las que suavizar situaciones de tensión y aconsejaron qué trabajar previo a una “escapada ensamblada”.
“Quizá lo más desafiante era dividir tareas a la hora de organizar la casa y requerir ayuda de los hijos mayores. En general, los planteos ligados al hogar los hacíamos ambos adultos, pero si había cosas puntuales que tratar los hablaba el papá con ellos”, destacó Cecilia sobre esa primera experiencia de descanso en común, que duró 20 días en el país carioca.
Haber ido paso a paso, ajustando clavijas, conociéndose mutuamente, retocando las formas y aprendiendo uno del otro, fue clave para que la armonía prevaleciera frente al conflicto y que el descanso familiar resultara en una buena experiencia.
“El tiempo es el factor clave para la aceptación mutua e instalación del afecto y el respeto. Con frecuencia se dice que los hijos de la pareja no fueron elegidos, sino que ‘vinieron en el paquete’. Y esto, sin duda, requiere de un trabajo emocional extra que implica la transformación de lo extraño en familiar”, explicó la psicoanalista María Fernanda Rivas, especialista en parejas, familias, niños y adolescentes, y autora de los libros La familia y la ley (La Rocca) y Familias a solas (Astrea).
Y enfatizó: “Si una nueva pareja se plantea la convivencia justo en las vacaciones, con los hijos de cada uno, el problema puede surgir cuando tratan de convertir esa experiencia en una unidad familiar. La idealización del armado de la gran familia a veces funciona como un obstáculo, más que posibilitar el proyecto. Si se lleva a cabo, es aconsejable tomarlo como una prueba piloto, sujeta a ensayo y error”.
En la misma línea, el psiquiatra Eduardo Claudio Drucaroff, actual director del Departamento de Familia y Pareja de Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), compara a las familias ensambladas con una orquesta y explica que para que llegue “afinada” a las vacaciones tiene que haber una práctica previa.
“Las familias ensambladas requieren paciencia y sentido de la oportunidad para ir armando la convivencia sobre la base de la nueva realidad. Cualquier precipitación es enemiga del buen rumbo, que siempre será con vaivenes, idas y vueltas, y no exenta de conflictos”, destacó Drucaroff.
Respetar las individualidades
Laura Ortega, de 39 años, es de La Pampa y si bien siempre se va de vacaciones a la costa atlántica, confesó que esta es su primera vez en Pinamar. Le encantó y dijo que el destino turístico está repleto de lugares para ir a comer y pasear. Llegó a esa ciudad balnearia con un grupo numeroso de personas y todos forman, según dice, una gran “familia ensamblada”.
Ortega viajó con Jorge, su actual pareja, la primera luego de que se separó de su exmarido y padre de sus dos hijos, Tomás, de 15 años, y Julián, de 12, con quienes LA NACION la encontró en la playa. A su lado, se encontraba su amiga Romina Snipe, de 42 años, que arribó a Pinamar con tres hijos de su anterior matrimonio: Florencia, de 19, Camila, de 17, y Catalina, de 13; pero también con su actual pareja, el hijo que tienen en común y el hijo que su pareja tiene con su exesposa.
“Por supuesto, cuando empecé a salir con Jorge tuve el cuidado necesario al momento de presentárselo a mis hijos, pero uno es joven y también me parece correcto y sano poder rehacer una pareja con otra persona, eso es lo más natural”, señaló Ortega.
La dinámica, afirmaron, es muy entretenida. Ortega, Snipe y sus parejas charlaban mientras los chicos jugaban al vóley y se metían al mar. “Nos divertimos mucho, la pasamos bien en familia. Es como tener hermanos de todas las edades”, describió Tomás.
Ambos grupos alquilan departamentos a tres cuadras de distancia uno del otro y, según señalaron, tratan de hacer todos los planes juntos, aunque Ortega sostuvo que una de las claves de la buena convivencia es respetar cuando alguno quiere encarar un programa distinto.
“Ese es el secreto, pero igual casi siempre estamos juntos, es lindo disfrutar en familia y todos lo sentimos así. Igual, ojo, te reconozco que hay muchísimos casos, algunos cercanos, en los que resulta imposible unir las familias”, indicó Ortega.
El lugar de cada uno
Durante la temporada de descanso el tiempo compartido en familia se incrementa y supone un desafío para los vínculos, que se someten a un desgaste y con roces que podrían aparecer. Para aquellos grupos familiares más complejos, en tanto, los especialistas coinciden en que el principal obstáculo es no tener claro el lugar que cada adulto ocupa en relación con los hijos del otro.
“Lo más complejo fue encontrar mi rol. Me costó definir que mi lugar era el de la jefa de la casa y que podía determinar las reglas del hogar y cómo respetarnos mutuamente, pero que como la esposa de su papá no podía intervenir en temas de crianza que son responsabilidad de los progenitores”, señaló Cecilia sobre las dificultades que encontró al momento de funcionar como una familia ensamblada.
En palabras de Sebastián Girona, psicólogo especialista en vínculos, “las principales dificultades tienen que ver con los límites y sobre todo con los roles que tienen los adultos con respecto a los hijos ajenos, que podrían ser difusos, y dependerá de cada progenitor cuánto lugar le da a su pareja en relación con la educación de sus hijos”.
Sin embargo, Girona remarcó a LA NACION que la definición de los lugares que ocupa cada uno dentro un grupo familiar de ninguna manera debiera hacerse “a la brisa del mar”, sino que es algo a trabajar durante el año, en el período de la vida cotidiana normal, que es el tiempo en el que se construye la familia. “Si esa definición se realiza en el período de vacaciones, quiere decir que hay algo que no trabajamos antes”, agregó.
Claridad con los “ex”
Mercedes, de 40, y Ariel, de 48, tienen dos hijos cada uno de parejas anteriores y conviven todos juntos desde hace tres años. Este verano, decidieron embarcarse en “vacaciones ensambladas” por primera vez. Su destino: San Luis, durante una semana, para recorrer y disfrutar de la belleza de sus ríos.
“Para propiciar esta semana de descanso fue crucial la planificación con anticipación. Del otro lado de casa hay dos padres más y, tanto para viajar como para el desarrollo de la rutina durante el año, todos necesitamos un cronograma claro y dividirnos los fines de semana largos y feriados”, detalló Mercedes, quien destacó que los chicos también necesitan de esa organización.
Al respecto, Rivas marcó la importancia de la comunicación y de los acuerdos que se den con las exparejas. “Siempre es recomendable que los ‘ex’ puedan dialogar y participar de las decisiones en relación con las vacaciones para que la experiencia sea positiva para todos. Si el padre o madre se siente no respetado como tal, no participa o no apoya la iniciativa, los hijos se verán envueltos en situaciones de doble lealtad que les impedirán disfrutar y consolidar los nuevos vínculos”, explicó.
Por su parte, Girona habló de la necesidad de aceptar que los padres de los hijos del otro también forman parte de la pareja. “Forma parte del universo de la relación. Eso es a veces difícil de aceptar, pero es necesario entenderlo para convivir con algo que no voy a poder cambiar porque el padre de los hijos de mi pareja va a seguir siéndolo siempre, y es una parte fundamental para construir una familia ensamblada más sana”, coincidió.
Saber sortear las dificultades
Pilar, de 33 años, detalló a LA NACION las vacaciones en Tanzania durante febrero de 2022 con su padre, su hermano, la pareja de su padre, sus cuatro hijos y su yerno. Si bien destacó que durante el safari en el Parque Nacional Serengueti y la semana en la playa Zanzíbar los principales contrapuntos se dieron dentro de cada unidad familiar, precisó: “Que el viaje estuviera planeado de antemano y que no hubiera que tomar decisiones sobre la marcha ayudó, porque no permitió que se generara el espacio de discusión”.
Al respecto, Drucaroff remarcó: “No hay que asustarse de los conflictos”. Además, el especialista aclaró que las discusiones en muchas ocasiones son “una oportunidad para desatar algún nudo y, por lo tanto, atravesar un desfiladero: algún nivel de conflicto es insoslayable”.
Y sumó: “Es posible tomar cierto nivel de crisis como una posibilidad para conversar. Sobre todo porque en vacaciones se dispone de tiempo para pelear y recomponerse, tiempo que no suele haber en la rutina cotidiana y que puede ser constructivo”.
Una relación no se construye de la noche a la mañana y menos una tan compleja como las de las familias ensambladas. “Estamos ante la tarea y el desafío de construir, en equipo, una nueva familia”, concluyó Drucaroff.
Con la colaboración de Alejandro Horvat
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