Se trata del parador Ariston, que busca salir de su abandono de más de 20 años; en principio, será una inversión privada
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MAR DEL PLATA.- Desde comienzos de este año y en poco más de seis meses unas 20.000 personas visitaron la Casa sobre el Arroyo, la obra del arquitecto Amancio Williams que es una de las referencias mundiales del movimiento moderno y todavía afronta un plan de restauración. El patrimonio arquitectónico atrapa desde la combinación de expresión cultural y atractivo turístico y en esta ciudad se empiezan a frotar las manos porque otro emblema y monumento histórico avanza en sus primeros pasos para salir del abandono hacia su recuperación.
Después de haber sido discoteca y bar, tras una instancia de precariedad como parrilla al paso y un período largo y doloroso que mantiene tapiada la estructura de dos plantas desgastada por los años y la cercanía del mar, al parador Ariston, la única obra que en América Latina hay del arquitecto húngaro Marcel Breuer, parece que también le llegó la hora de encaminarse a recuperar su mejor forma.
Uno de los propietarios del inmueble, emplazado a metros de la ruta 11, a unos 20 minutos del centro de Mar del Plata y en el acceso al paraje Playa Serena, confirmó a LA NACIÓN que, junto a sus dos socios, tomó la decisión de avanzar con el plan para devolver esta pieza a la versión que mejor se aproxime a aquella original casa de amplios ventanales y plantas de hormigón en forma de trébol que se inauguró en 1947.
Miguel Ángel Donsini es un experimentado operador inmobiliario y reconoce que cuando compró esta propiedad no tomó dimensión del valor que tenía. Tanto como para ser declarada patrimonio histórico nacional, una protección que recién llegó en estos últimos años. “Nos decidimos a emprender el camino de recuperar el edificio, ponerlo en valor y que sea además una nueva referencia para un sector en crecimiento de la ciudad”, dijo a LA NACIÓN.
La obra
El plan lo vienen trabajando hace algunos años, pero durante estos últimos tiempos debieron enfrentar todas las instancias previas que requiere echar mano sobre una construcción que quedó bajo la supervisión de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos desde la sanción de la ley N°27.538, que lo declara monumento histórico nacional, el 20 de diciembre de 2019. En ese entonces, se justificó la decisión porque era un diseño de Breuer, alumno de la escuela Bauhaus que marcó el rumbo del movimiento arquitectónico moderno y que para llevar adelante este proyecto contó con la colaboración de dos colegas locales, Eduardo Catalano y Carlos Coire, también docentes y con trayectoria en el exterior.
El parador Ariston surgió de una propuesta que le acercó la Universidad Nacional de Buenos Aires cuando lo contrató para dictar un seminario que se extendió durante unos pocos meses y del que los citados Coire y Catalano fueron participantes.
La Comisión Nacional de Museos, de Lugares y Bienes Históricos lo describe como un volumen de hormigón armado sostenido sobre cuatro pilares, diseño que resalta como expresión fiel del “ideal del modernismo”. “Esta construcción fue terminada en solo 60 días, posee una estructura de losas de doble armadura, y para aligerar cargas, se utilizaron losetas de lava volcánica, material poco conocido en la época y el lugar”, se explica. Y se destaca que, gracias a su forma y a las grandes ventanas, se lograba desde su interior “un contacto visual integrado y permanente con el paisaje de alrededor, conocido por sus dunas y mar”.
El arquitecto Hernán Clinckspoor, ex docente universitario y especialista en patrimonio cultural, resalta que el parador Ariston responde a los cinco principios del movimiento moderno y “su diseño se asienta en la simbología de la Flor de la Vida, es un cuatrifoglio”, dice a LA NACIÓN y aporta que también así lo hizo Catalano cuando realizó su Floralis Genérica en la ciudad de Buenos Aires.
Explica que se trata de una “flor” en relación con el agua “plantada en el tope de la barranca mirando al océano, orientada a la salida del sol, claramente a los equinoccios de primavera y otoño”. Y del diseño resalta “proporciones áureas, de gran abstracción” y pondera que “tiene enorme síntesis matemática, y geométricamente está generada por la espiral de Fibonacci, así por Armónicas que exhiben las ondas sinusoidales”. Y agrega: “Es sin duda, una pieza importante del patrimonio moderno, no solo a nivel de la Argentina, y conjuntamente con otras obras sumamente relevantes de esa corriente”.
Esas loas hoy parecen difusas entre tanta tabla con la que se lo cerró, un poco para protegerlo del cruel clima oceánico y quizás mucho más para evitar situaciones de intrusos o tomas. Una tentación real por ese cuadro de abandono que exhibió durante tanto tiempo.
Inversión
Donsini explicó a LA NACIÓN que el parador Ariston es una mínima parte de un lote que en total abarca una superficie de 900 metros. En aquellos tiempos en que la estructura mutó de una discoteca con ciertos aires de estilo a un lugar donde, hace más de 20 años, se vendían chorizos y sándwiches al paso se levantaron algunas paredes y cerramientos que nada tienen que ver con la obra de Breuer.
“Tenemos ya una empresa de demolición, pero para empezar por todo aquello que se anexó y que debe ser despejado para que solo nos queda la pieza original a restaurar”, señaló el dueño del lugar. Se anticipa que es un proyecto que, al menos en este comienzo, será 100% privado. “Veremos si después nos ayudan”, acotó sobre una tarea que no aparece titánica, pero que sí requerirá máxima colaboración de quienes más saben del tema.
La Universidad Nacional de Mar del Plata tiene su Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo y allí está su plantilla docente y de investigadores que seguramente estará para avanzar con el proyecto en el sentido correcto. También se debe recordar el aporte del Conicet. Como también informó LA NACIÓN, las arquitectas e investigadoras Marcela Vázquez y María Beatriz Valcarce, especialistas en estructuras de hormigón, evaluaron hace cinco años el estado de las columnas que sostienen las losas del parador Ariston y coincidieron en que estaban en buen estado. La única advertencia que habían lanzado entonces tenía que ver con filtraciones en la cubierto, pero “salvables”.
A diferencia de este caso, la recuperación de la Casa sobre el Arroyo se hizo con fondos públicos. También abandonada durante muchos años, tan o más vandalizada que el Ariston, pasó a manos del municipio de General Pueyrredon a partir de una operación para la cual llegaron recursos del Estado nacional. En los últimos años se dio, con nuevas partidas de similar origen, el paso hacia la restauración y su actual reapertura parcial. Hoy las recorridas guiadas permiten visitar y conocer la mitad norte del inmueble que corresponde al living.
Donsini, que comparte esta propiedad con dos socios que son arquitectos, considera que el Ariston puede ser la semilla que geste un nuevo hito turístico en la zona sur de la ciudad. A mitad de camino entre Mar del Plata y Chapadmalal, otro de los epicentros turísticos de época, ya se evalúan proyectos para rodear al parador con algunos servicios como gastronomía y hasta alternativas de alojamiento podrían complementar una nueva y gran atracción cultural.
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