Una multitud que incluyó políticos y murguistas despidió a Páez Vilaró
El presidente Mujica y varios ex mandatarios le rindieron homenaje en el Palacio Legislativo; la hija del pintor, Agó, de 59 años, debió ser internada por una crisis cardíaca
MONTEVIDEO.- El adiós fue con la mezcla de dolor y alegría que el propio Carlos Páez Vilaró experimentó en su vida de sensaciones cruzadas. Las ganas de vivir, el amor por la gente y la vida , el placer de disfrutar cada momento y de agradecer la felicidad de cada amanecer, el empuje para levantarse de alguna caída y la caprichosa búsqueda permanente de tiempos de placer fueron destacados durante toda la jornada, como características de uno de los hombres más queridos del país.
Eso se vio en el desfile de personalidades que no quisieron faltar en la despedida . El adiós fue con un homenaje de Estado, que contó con la presencia del presidente de la República, José Mujica; del vicepresidente Danilo Astori, y de los líderes de todos los partidos; por otra parte, con una fiesta callejera en los rincones de los barrios "negros".
Todos los presidentes de la época democrática -Julio María Sanguinetti (1985-90 y 1995-2000), Luis Alberto Lacalle (1990-95), Jorge Batlle (2000-05), Tabaré Vázquez (2005-10) y Mujica (2010-15)- rindieron homenaje al artista que murió en la mañana del lunes y recibió sepelio ayer después del mediodía.
En un día en que los uruguayos, a través de los medios de comunicación o en forma presencial, expresaron el dolor por su partida, conmovió la noticia de la internación de su hija, Agó Páez, también artista de 59 años, que sufrió una crisis cardíaca y fue internada en estado delicado. Agó es una de sus seis hijos.
Páez Vilaró (1923-2004), con miles de obras realizadas y grandes murales, es el creador de ese emblema cultural y turístico de Punta del Este, Casapueblo, pero también ha sido el responsable de la capilla Multicultos de San Isidro, en la Argentina, y de Bengala, su casa-taller en Tigre.
El velatorio había comenzado anteanoche en la sede de la gremial de autores y en la mañana de ayer el cortejo partió hacia un lugar muy especial. Frente al 1080 de la calle Cuareim esperaban los tamboriles herederos de la vieja comparsa Morenada, donde estaba el conventillo Medio Mundo. Fue ahí donde Carlos comenzó a pintar cuadros sobre los negros y sus costumbres.
Sonaron fuerte las lonjas de los tamboriles, con la emoción del golpe preciso para cumplir la vieja rutina del "chas, chas, chas" y el cambio de ritmo del "borocotó". Un aplauso despidió el cortejo, luego de poner sobre el féretro el vestido arrugado que usó en la última "llamada" candombera por la callecita Isla de Flores.
La parada siguiente fue para el homenaje de Estado en el histórico Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. Ahí, se dio ese crisol de opiniones sentidas hacia Carlitos de personas de ideas muy distintas. "Por sus ojos y sus colores, Uruguay recorrió el mundo", dijo el ministro de Educación y Cultura, el ex guerrillero tupamaro Ricardo Ehrlich.
"Fue un gran artista, con su vida novelesca... pintó, dibujó, bailó, hizo candombe, hizo cine...] y la mayor obra de arte fue su vida", expresó Sanguinetti. Dijo que Páez "deja una continuidad de esa cultura afro-uruguaya que fundó Pedro Figari en el arte uruguayo, [y que Páez Vilaró] le agregó una continuación más moderna, más picassiana".
Jorge Batlle, que lo conoció desde niño, destacó que Páez Vilaró fue un hombre excepcional y que "apenas terminó la escuela, [pero] fue un autodidacta".
Lacalle dijo que "se apaga una luz, pero se enciende otra", y se manifestó satisfecho de que se le haya hecho un homenaje en vida en el Senado, hace poco tiempo.
El vicepresidente Astori destacó que "fue un gran constructor de cercanías, porque de eso se trata, de respetar nuestras diferencias y saber convivir conformando un estilo de vida". Y añadió: "A ese estilo de vida uruguayo, Carlos Páez Vilaró hizo contribución decisiva".
El presidente Mujica afirmó que el artista fallecido "dejó un pedazo de cultura, un enorme sentimiento de alegría, una imagen del sol, de color, de ruido, de amor por la vida", y emocionado, frente al ataúd, afirmó: "Va a sobrevivir en nosotros, en el recuerdo, en la nostalgia, y en cada vez que un gurí de este país se plante a mirar el sol". Y remató: "¡Gracias, maestro!".
Con 90 años de vida muy intensa, Páez Vilaró trazó amistades en todos los ambientes y sin diferenciar ideologías.
En el Cementerio del Norte, los tamboriles rindieron su homenaje final. Su hijo, Carlitos Miguel, aquel que sobrevivió a la tragedia de los Andes en 1972, pronunció las palabras de despedida, con la voz entrecortada por la emoción. "Fue un hombre común, que triunfó solamente por ser natural; podía estar en Buckingham Palace o en el conventillo, que, para él, era igual. Por eso quiero un aplauso por un hombre natural, sencillo y sobrio".
Las manos de los tamborileros no golpearon la lonja; esta vez aplaudieron. Y luego sí, otra vez el ritmo del candombe, con el espíritu de don Carlos, de que la vida sigue.
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