Esta diseñadora industrial reinventó una casita en Colegiales siguiendo sus propias reglas; La ambientación liviana, que recrea la fresca sensación de un barco en altamar, fluyó sola
La casa original, en el corazón de Colegiales, se parecía poco y nada a lo que es hoy. Pesadas estructuras de cemento, pisos oscuros, un fanatismo poco feliz por el bordó en todas sus expresiones posibles y cero aire libre. María subió al primer piso, se asomó por la ventanita del baño y vio que el techo del lavadero, que llegaba hasta el final de la propiedad, era de policarbonato transparente. ¿Esta casa podría tener un patio al fondo? Rápida, llamó a una amiga arquitecta que lo confirmó: bastaba con poner un par de vigas.
Además de ser diseñadora industrial, y parte del equipo creativo que desarrolla productos para Gato Store , María Kon tiene un legado de estilo. “Me doy cuenta de que muchas cosas me resultan obvias por que las mamé. Está el estilo de mi mamá [Alejandra Giraud, al frente de la marca Costado ]. De mi abuela Manolita, llevar la taza de café siempre con el platito abajo, pero al mismo tiempo romper todas las reglas del mundo. Mi abuela paterna, artista, me enseñó la parte más escultórica, a expresar desde el sentimiento. Y mi padre, que deja hacer y fomenta probar todo”.
Ese caudal creativo es el que puso a jugar para llevar adelante la obra que convirtió el sótano, la planta baja, el entrepiso y el flamante patio en un oasis blanco, con personalísimo calor de hogar.
La escalera original se reemplazó por una versión más ligera, y el techo se pintó de blanco para disimular su poca altura. Junto a la puerta, un perchero de madera (Net Muebles).
“Hacer un patio en el contrafrente fue la clave para darle no solamente luz a la casa sino también personalidad. Después, el espacio me fue ‘pidiendo’ las reformas y cambios que siguieron”, cuenta María Kon.
“Obligo a todos a sacarse los zapatos al entrar. Al principio se sienten un poco expuestos, pero enseguida se acostumbran. Es que no falla: estar descalzo te hace sentir en casa”.
María usó una mesa antigua de su abuela Julia pintada de negro para dar soporte a una mesada de mármol y una gran bacha. Completan el ambiente un contenedor de huevos de tela (Cosa Bonita) y un reloj de pared (Gato Store).
“Lo único que le pedí a mi mamá de Costado, su local de diseño, fue la torre de hierro: me pareció perfecta para los platos. Puse una igual en el patio, y se arma un diálogo simpático de ‘espejo’ entre los espacios”.
“Para darle amplitud a la cocina, despegué los muebles: de la pared, del piso, y entre sí. Generé aire y cambios de altura para crear un recorrido, un espacio donde exponés cosas en lugar de esconderlas”.
En consonancia con la planta baja, el entrepiso se armó con una base blanca: el piso de madera existente se pintó y se sumó microcemento en el descanso de la escalera que da paso al único baño de la casa.
“Diseñar mi casa fue un ejercicio de autoconocimiento, para consolidar lo que sentía y pensaba. Me planteé: ¿cómo soy yo, trasladada a una casa? Mi ropa, que está toda expuesta, queda armónica por esa coherencia”.
Ideas para decorar un living de pocos metros
Así, con dos percheros de hierro, se resolvió el espacio de colgado. Además, el rol de la típica silla donde se apoya la ropa ‘en tránsito’, ni sucia ni limpia, acá lo cumple un canasto.
“En casa de mis padres todo era blanco y cuadrado. Tomé esa estructura como algo fundacional, una guía que me da la pauta de qué va y qué no, pero que también se puede romper. Y que aparezca un círculo, un poco de negro”.
“Soy una loca de verle la esencia y la personalidad a los objetos. Cuando elijo algo nuevo para casa, pienso en términos de cómo se va a llevar con el resto de los personajes que ya la habitan”.
“En el baño iba a poner una ventanita, siguiendo la huella de la casa original. Un día durante la obra, miré bien y pregunté ‘¿Podemos sacar esta pared?’. Mi felicidad cuando me dijeron que sí, ¡mucha más luz!”.
La diseñadora no tiene espejos ni en el baño, ni de cuerpo entero. “Tengo la sensación de que si estoy bien por dentro, me voy a ver bien. Intento confiar en lo que voy a reflejar”.
Un depto de pocos metros para vivir y trabajar
En el sótano también manda la paleta en blanco y negro: se revistió por completo con grandes azulejos, y se equipó con pocos muebles, para poder trabajar en proyectos de gran envergadura. La mesa con patas rebatibles fue un practiquísimo regalo: era la única que cabía por la escalera.
“El subsuelo es mi espacio para crear, experimentar, jugar. De hecho, ahora estoy pensando en sumar un metegol. Mi casa es un poco como un barco, y este es el camarote abajo del mar: tiene ese resguardo”.
“La ambientación tiene algo de laboratorio, con azulejos para ensuciar tranquila y muebles con ruedas para explayarme. No pasa nada si queda hecho un desastre: subo a la superficie y me olvido”.
Texto: Bárbara Orlando
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