Una hija del filántropo Douglas Tompkins entabló una batalla legal por su multimillonaria herencia
Mucho antes de morir de hipotermia en un accidente en kayak en el lago Carrera en Chile, en 2015, el filántropo ecologista Douglas Tompkins ya les había anunciado a sus dos hijas que no les legaría ni un dólar de su fortuna. El creador de las marcas The North Face y Esprit, desdeñaba las herencias. Creía que el dinero fácil, heredado, malograba a los hijos.
En su último testamento, rubricado en Buenos Aires en 2012, lo dejó en claro. Selló su voluntad ante dos colaboradoras, que actuaron como testigos. En inglés, a máquina y sin la intervención de un escribano, expresó que tras su muerte todos sus bienes serían administrados por dos personas a través de un fideicomiso (trust) regido por la ley de California, del que su segunda mujer, Kristine McDivitt, sería única heredera.
Tompkins siempre separó su fortuna personal de sus proyectos conservacionistas, que resguardó bajo la órbita de fundaciones, para crear parques nacionales en Chile y la Argentina. Su gran desvelo era frenar la degradación ambiental y legarles a las generaciones futuras áreas intangibles de naturaleza prístina y de belleza, como él la entendía. Esa épica continúa incólume y avanza rauda, tal como la pergeñó con su esposa Kris.
Pero ahora es la disposición final de su patrimonio personal el que está siendo disputado en los tribunales californianos y chilenos por su hija menor. Summer Tompkins Walker, de 50 años, demanda ser reconocida como heredera forzosa según la legislación de Chile, donde Tompkins residió los últimos 20 años de su vida.
Diseñadora y socialité, casada con un arquitecto de gran fortuna y prosapia de San Francisco, Summer (hija de la primera mujer del magnate) exige la nulidad del testamento firmado en Buenos Aires; arremete contra The DouglasTompkins Revocable Trust (el fideicomiso creado por él que controla todos sus bienes) por abuso del derecho y de personería jurídica. Argumenta que su padre ideó una intrincada ingeniería legal para estructurar su patrimonio de manera que sus bienes en Chile y la Argentina orbitaran bajo sociedades estadounidenses, controladas por el trust. De esa forma, lo que se buscaba era un cuádruple beneficio: “Valerse de la legislación americana en algunos casos, de la chilena y argentina cuando le fuera útil y finalmente bloquear el acceso de sus bienes a sus herederas”, en el caso de que cuestionaran su voluntad.
La hija, asesorada por uno de los mayores estudios jurídicos trasandinos, exige ahora reformar el testamento conforme al derecho hereditario chileno y persigue un resarcimiento millonario por daños y perjuicios contra Kristine Tompkins. Le imputa haberle impedido el acceso a los bienes de su padre y ocultarle información sobre la totalidad de sus activos y cuentas bancarias. En la cuestión de fondo, reclama ser legitimada como heredera forzosa, según la ley chilena que exige se aplique en la sucesión, y alega que le corresponden unos US$ 50 millones, o el 25 por ciento de una fortuna todavía sin cuantificar.
Mientras la hija mayor, Quincey, no se sumó al reclamo, Summer calma las aguas en Chile y asegura que su disputa no afectará la reciente donación de la viuda de Tompkins de más de 400.000 hectáreas para crear, con la venia de Michelle Bachelet y la cesión de tierras fiscales, cinco nuevos parques nacionales del tamaño de Suiza.
“Quiero que se mantenga la donación. Pero fue un insulto ser ignorada como si no existiera, como él siempre hizo. Quiero ser reconocida como legítima heredera por ser su hija y haber sido parte de su vida. Él tenía una parte oscura pero le mostraba otra cara al resto del mundo”, dijo Summer a la prensa.
Y fustigó: “Mi padre era muy poco comunicativo y bastante frío. Era muy egocéntrico y narcisista, sólo interesado en lo que él hacía. Es extraño que ahora Kris se esté queriendo desprender y vender todos los campos.”
La hija desheredada, algo factible en la legislación estadounidense, donde prevalece el libre albedrío por encima de los derechos sucesorios, se refería a la presunta venta, por US$ 9 millones al empresario texano Charlie Clark, del primer fundo en Chile, Reñihué, desde el cual Tompkins inició su proyecto filantrópico en los 90. Kris, su mujer, habría vendido esas tierras de ensueño por la carga emocional de ese campo icónico tiene para ella. Allí comenzó la aventura conservacionista de ambos y desde esa geografía cimentaron juntos el mayor mecenazgo ecológico, con miles de hectáreas donadas, en la historia de América del Sur.
Los abogados de Summer temen que Kristine Tompkins venda otros activos en la Argentina que integran la herencia que ella reclama.
La viuda de Tompkins fue notificada de la demanda el 27 de enero pasado, el mismo día en que anunciaba junto a Bachelet la donación de una red de parques patagónicos. Tiene plazo hasta fin de mes para contestarla. Pero la batalla legal comenzó y se libra simultáneamente en dos frentes.
Florencio Bernales, letrado de Summer, dijo a LA NACION que el legado del ambientalista de parques entregados y comprometidos al estado chileno no corre riesgo, ya que se encuentra bajo la administración de fundaciones. Y enfatizó que “la fortuna que él dejó permite preservar ese legado, y cumplir a la vez con las obligaciones de herencia que exige la ley”.
“Tompkins creó una estructura legal intrincada -agregó Bernales- para evitar que sus herederos pudieran acceder a su patrimonio, contraviniendo la legislación chilena, que estipula que la sucesión en los bienes de una persona se abre al momento de su muerte en su último domicilio, independientemente de su nacionalidad. El vivió 20 años en Chile y la ley aquí obliga a que una parte de la herencia vaya a sus hijos. En cuanto a su testamento para nosotros es nulo ya que se realizó sin cumplir los requisitos formales que exige ley argentina”.
Mientras en Chile sólo se puede testar el 25% del patrimonio y el nuevo código civil argentino permite hacerlo hasta el 33,3 %, en la legislación californiana, donde están radicadas las tres principales sociedades que integran el trust y controlan a su vez a otras seis en Chile y Argentina, no existen esos impedimentos.
Según Bernales, la fortuna de Tompkins, de acuerdo a la información que recabó en la presentación judicial, está compuesta por esas tres sociedades estadounidenses, cuyos activos totales se desconocen, pero que controlan en un 100 % a otras cuatro sociedades argentinas y dos chilenas. Entre las locales están los campos productivos de siembra orgánica y ganado ovino y bovino, Laguna Blanca y Malambo, en Entre Ríos, y El tránsito, en Iberá, de explotación agropecuaria tradicional, que según consignó el sitio de negocios iProfesional estarían a la venta.
La cuarta sociedad, Forty Degrees South Sucursal Argentina, alquila equipo de transporte vía aérea, pero no cuenta con operarios ni tripulación, según IGJ. Las sociedades en Chile, en tanto, son Agrícola Forestal Reñihue Limitada e Inmobiliaria Cuarenta Grados Sur, dice consigna la demanda, sin especificar activos.
Los reclamos de la hija en EE.UU. sufrieron un primer revés en octubre pasado, cuando una jueza de Los Ángeles los desestimó de cuajo. Adujo que el Trust “específicamente expresa que está regido por la ley de California y ésta respalda el derecho de los individuos a controlar y distribuir su patrimonio como mejor les parezca”, dice el fallo que es de acceso público. “La demanda carece de fundamentos y se sostiene mediante especulaciones”, sentenció la jueza Lynne Thompson. Summer apeló la sentencia y al día siguiente trasladó la batalla judicial a Puerto Varas, donde aduce que Tompkins “había fijado su residencia permanente”.
Adam Streisand, abogado de la viuda de Tompkins, contestó en uno de los escritos que su padre desaprobaba el estilo de vida de su hija y sus valores materialistas. “Ella representa la antítesis de todo lo que Doug defendió durante su vida. Él nunca hubiera imaginado la cruel ironía de que Summer intentaría explotar su muerte y las leyes de los países a los que dedicó su labor filantrópica”, arremetió Streisand, que se prepara para la próxima pulseada.
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