La presidenta de Apostar a la vida afirmó que las autoridades del Ramos Mejía les restringieron la continuidad de las sesiones psicológicas con pacientes oncológicos tras la vuelta a la presencialidad
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Destruir el mito de que el cáncer significa la muerte inminente es el principal propósito de la fundación Apostar a la vida, que ofrece tratamiento psicológico a pacientes oncológicos. Tras 30 años ocupando una sala del Hospital J.M. Ramos Mejía, en la que celebraban alrededor de cinco sesiones semanales, la presidenta de la ONG, Silvia Garsd, denunció que se le restringió su uso sin ninguna explicación.
El 12 de noviembre pasado, ella fue al hospital para anunciarle a las autoridades que retomaban las sesiones grupales de la fundación de manera presencial, tras un año y ocho meses de virtualidad por la llegada de la pandemia. Fue entonces cuando le comunicaron que no continuarían en la misma sala, ubicada en el área de Hematología, y que deberían trasladarse a la de Psicopatología.
“Hace 30 años que ocupamos el aula, que antes servía como depósito. Cuando quisimos retomar la presencialidad con los grupos, la doctora Irene Rey [jefa de Hematología del hospital] nos comunicó que teníamos que estar en otro espacio. Hugo [Pandullo, director del hospital] me ofreció dos salitas, que nunca vi. No nos dieron ninguna explicación del cambio, cuando el lugar tiene todas las condiciones para los pacientes”, explicó Garsd. Y agregó: “No entendemos el hecho de tener que buscar espacios nuevos después de 30 años de un trabajo prolijo, con reconocimiento nacional e internacional. Es horrible cómo te sentís”.
Por el momento, continúan en el mismo espacio, aunque únicamente dos horas semanales. La primera sesión presencial de la fundación tras la llegada de la pandemia fue el 23 de noviembre pasado. “Fueron únicamente cuatro pacientes, porque aún estamos comenzando a retomar. Antes teníamos alrededor de 30 por sesión e incluso teníamos que usar un aula del área programática”, contó Garsd, quien además destacó que no dejarán las sesiones virtuales, ya que muchos pacientes residen en el interior del país.
El Ministerio de Salud de la ciudad, del que depende el Hospital J.M. Ramos Mejía, no dio respuesta sobre esta situación a LA NACIÓN, tras ser consultado en varias ocasiones.
Destruir el mito
Garsd subrayó que, tras recibir el diagnóstico del cáncer, los pacientes “sienten la muerte en cuerpo y alma”. Por ello, la fundación lucha por derribar el mito “cáncer es igual a muerte”. “El poder lo tiene cada uno, para cambiar los mandatos, las culpas y castigos, el miedo y la ira. Acá los pacientes encuentran una razón por la que vivir: llega a pensar que la vida es posible. Ofrecemos contención, reflexión conjunta, y todo ello propicia un cambio de conducta”, detalló la presidenta de la fundación, por la que pasaron más de 10.000 pacientes en estos 30 años.
Diana Rozas, que fue operada de cáncer de mama en 2008, acude a estas sesiones para aportar su testimonio de apoyo. “Para mí, cáncer era una mala palabra, pero conseguí perder el miedo a la enfermedad. Ahora tengo una vida normal y natural, aunque cuidándome. Entendí que era una nueva posibilidad de enfrentar la vida”, concluyó.
LA NACIONTemas
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