¿Una copa de vino al día? El hábito que muchos adoptaron en pandemia y los expertos piden moderar
Durante la cuarentena se produjo un pequeño pico de consumo diario; para quienes lo sostienen, se sugieren ciertas pautas
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Es un hábito que llegó con la pandemia. Y se quedó. Todas las noches, cuando son las 20.30, María Freyre, de 46 años, se sirve media copa de vino y la va tomando mientras prepara la cena. Hace algunos años, jamás se le hubiera ocurrido beber durante la semana, o estando sola, o en su casa, durante una cena sin una razón especial. Cuando ella era chica, en su hogar el vino estaba en la mesa todos los mediodías. Tomaban sus padres, también sus abuelos. Tiempo después, para la generación de María, el vino se transformó, a manos de los varietales, en un consumo de ocasión, durante un evento social, un festejo o los fines de semana. Sin embargo, son muchas las personas que a partir del cambio de ritmo en la vida cotidiana que trajo la pandemia vuelven a hacer un consumo de una o dos copas diarias.
“Yo solo tomaba socialmente. Pero en la pandemia me compré una bodeguita de 12 botellas, la tengo en el bajoescalera. Tengo vinos de alta gama y gama media. Como tomo sola, porque mi marido no bebe, la botella me dura. Este hábito me quedó de la pandemia: todas las noches, religiosamente, tomo una copa de vino. Disfruto ese momento, desde que abro la botella, voy preparando la cena. Como hago home office y voy a la oficina dos veces por semana, hay mediodías en los que, dependiendo de lo que almuerce, también tomo media copa. Y hago una siestita de 20 minutos todos los días, un hábito que también incorporé”, cuenta.
No es un caso aislado. Las estadísticas del Instituto Nacional del Vino (INV) corroboran que durante la pandemia se produjo un pequeño pico de consumo diario que revirtió la tendencia histórica que se venía registrando hacia la baja. Aunque de todas formas se consume mucho menos que en décadas pasadas y muchas personas abandonaron este hábito con la vuelta a la presencialidad, otras todavía sostienen como un territorio ganado a la pandemia la incorporación de una copa de vino por las noches.
Los datos del Observatorio Vitivinícola Argentino hablan de un repunte de ventas superior al 12% en 2020 de la mano de la pandemia, aunque un año después el nivel volvió a valores anteriores. Y consideran que la vuelta a la rutina y el aumento de precios por la inflación incidieron. “Veníamos con una caída histórica que se revirtió en 2020, con un récord de 22 litros per cápita. Aunque después ese consumo en 2021 disminuyó un poco, es real que se ve una corriente de nuevos consumidores y de gente que se acercó al vino después de la pandemia”, asegura Juan Pablo Solís, enólogo de la bodega Kaiken.
“Hay una tendencia mundial desde hace años a una baja en la cantidad de litros que una persona consume a lo largo de su vida. Esto se ve en la Argentina muy marcado. Llegamos a tener picos en décadas pasadas de hasta 90 litros per cápita al año, y esto bajó hasta los 18 o 17 de promedio en esta época”, explica el sommelier Mariano Braga. “Se toma menos, pero se gasta más. Menos cantidad y más calidad. En la pandemia, después de años de caída histórica en el volumen hubo un pequeño repunte por el confinamiento. Y así como muchos empezaron a hacer pan de masa madre, otros empezaron a tomar un poco más de vino y a incluirlo como parte de su dieta”, agrega.
“Durante la pandemia se verificó un aumento en el consumo del mercado interno. Lo atribuyo no solo al encierro, al estar en casa. También fue todo un período de Precios Cuidados y precios máximos. Cuando esas variables cambiaron, el consumo volvió a bajar”, señala Daniel Rada, director del INV. Lucía Ordoñez es directora comercial de la bodega Piedra Negra y coincide. “Desde nuestra experiencia, puedo decir que fue indudable el aumento de consumo de vino, pero luego notamos una disminución o quizá una vuelta al consumo más habitual previo, posiblemente por la flexibilización de las restricciones y por el aumento de precios”, dice. “Quizás la estadística no logra medir esa tendencia de que hay consumidores que lo incorporaron a su dieta cotidiana”, apunta Rada.
“Una investigación que hicimos desde la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) marcó que en la pandemia aumentó el 20% el consumo de alcohol, sobre todo vino y cerveza”, indica Mónica Katz, médica nutricionista y expresidenta de la SAN. “Y es algo que se sostuvo para muchas personas. Aunque no tenemos nuevas mediciones, lo vemos todos los días en el consultorio. Hay un repunte de consumo a nivel familiar, cotidiano. No estoy hablando de un consumo problemático. Pero, de todas formas, esto tiene un impacto bueno y malo, porque estamos frente a una pandemia de muerte lenta que es la obesidad. Y el vino tiene siete calorías por gramo de alcohol y esto no aparece en el etiquetado frontal. Una copa puede tener entre 100 y 200 calorías o más, dependiendo la graduación”, describe.
Calorías y antioxidantes
Contar las calorías del vino y sumárselas a las de la comida es un hábito que no muchos tienen. “Muchas personas incorporaron pospandemia el consumo diario de alcohol. Lo primero que nos dicen los pacientes es que René Favaloro recomendaba la copa de vino por los beneficios cardiovasculares. Y es un mito que cuesta erradicar. Si bien es cierto que tiene beneficios, consumido en exceso tiene consecuencias negativas y es una barrera para quien quiera bajar de peso”, aclara la nutricionista Silvina Tasat, vocal de la SAN.
Hasta antes de la pandemia, María José Laffitte, de 44 años, que tiene un emprendimiento de arte en vajilla en Belgrano, no tomaba vino. “No me gustaba, no me llamaba la atención”, recuerda. Y eso que su marido solía llevar muy buenas etiquetas a su casa. “Pero como en la pandemia estábamos solos, me insistía, nos daba pena descorchar una botella y que tomara solo. Entonces decidí probar si me gustaba. Así, de a poco… y ahora resulta que me encanta. No tomo todos los días. Pero pasó a ser algo que disfruto mucho”, cuenta.
Algo parecido le ocurrió a Eric de la Serna, de 37 años y diseñador. Hasta antes de la pandemia solo consumía vino de forma muy eventual. “Pero, de a poco, con mi pareja empezamos a tomar y cada vez fuimos subiendo más la vara. Ojo, no la cantidad. Una vez que te metés en un consumo de vinos de autor, es difícil bajar de ese estándar. Es una copa cada noche. Nos pusimos ese límite, porque cuidamos las calorías. Es un momento que disfrutamos mucho, un terreno ganado a la pandemia y que ahora que volvimos a trabajar fuera de casa, conservamos como un momento de cortar la rutina y vivir el momento. Conectar con el presente”, describe.
La calculadora de las calorías hizo que algunos reemplazaran el postre o el helado por el gusto de una copa de vino. “Creo que hoy se consume menos vino que décadas pasadas porque la gente se cuida más con las comidas y las calorías. Sin embargo, como hay más información, la gente sabe que el vino es un gusto que se puede dar y que no va a engordar si lo hace en la medida adecuada y se cuida en otras cosas”, opina Braga.
El placer no es un extra, es el eje de las decisiones en comida y bebida, afirma Katz. “El que desconoce el placer desconoce el diseño neurocognitivo del ser humano. Claro que se puede consumir vino si se lo hace de forma adecuada, por ejemplo siguiendo un patrón de dieta mediterránea. Mi recomendación es que si una persona no toma vino, no empiece. Pero que si ya lo consume, tenga en cuenta algunos patrones, para que las propiedades antioxidantes que tiene sean aporten beneficios. Lo primero es la cantidad: una copa para mujeres y hasta dos para hombres. La copa va hasta la línea del Ecuador. Hay que aclararlo, porque hoy los copones son muy grandes”, dice Katz. Nunca tomar alcohol con sed ni con hambre. Tampoco tomarlo fuera de la comida ni como un mecanismo de desconexión. “Primero desconectemos, bajemos la ansiedad, y estando presentes en el momento, ahí podemos disfrutar esa copa. No hay que tomarla de un solo sorbo. Se la puede disfrutar sorbo a sorbo y decir hasta acá”, aconseja.
El cardiólogo Jorge Tartaglione, expresidente de la Sociedad Argentina de Cardiología, coincide. “Investigué mucho el tema y hay evidencia para hablar de las propiedades antioxidantes del vino, sobre todo tinto. El resveratrol, presente en el vino, trabaja como un Pacman que se come los radicales libres que son los desechos que se producen a nivel celular. Pero ¿por eso deberíamos tomar vino todos los días? La respuesta es no. El que no toma, no debería empezar. Quien toma, debería tomar una ración moderada, pero no todos los días: los últimos estudios dicen que hay que tomar cinco días y dejar al organismo descansar dos para que se recupere y el vino sea realmente beneficioso”, apunta Tartaglione.
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