Una ayuda para Antonella: la chica que estudia en la calle conmueve y moviliza
Hace siete meses, su padre se quedó sin trabajo y no pudieron pagar el alquiler; anteayer, al conocerse la historia, hubo apoyo, ofertas laborales y donaciones
Ni el frío, ni el ruido. Tampoco los miles de personas que pasan por allí. Menos aún los colectivos de las líneas 111 y 12 que paran en la "puerta" de lo que, por algunas horas, es su casa. Ella se abstrae. Hace su tarea y estudia. Toma su carpeta, lee, repasa, escribe con su lápiz o se vale de la computadora del plan Sarmiento del gobierno porteño para repasar algo de lo que vio en su clase de la tarde. Se concentra y estudia. Antonella Avallone tiene 11 años y vive en situación de calle con su familia, pero eso no le impide seguir con sus sueños.
No tiene sillas, ni mesa donde apoyar el cuaderno, pero se las arregla con inteligencia. Una baldosa es su asiento y sus piernas son el sostén de los materiales de estudio. "Me concentro y hago todo pese al ruido", dice a LA NACION con una sonrisa.
Antonella sale todas las tardes de la escuela N° 5 Agustín Álvarez, en Constitución, donde hace jornada completa, y luego acompaña a sus padres hasta la avenida Coronel Díaz, casi en la esquina con Santa Fe, en Barrio Norte.
Allí, Alejandro Avallone, su padre, de 52 años, pide ayuda para reunir $ 400 y pagar una habitación de hotel donde pasar la noche. Si juntan la suma, duermen bajo techo. Y si no lo logran, se abrazan y duermen a la intemperie.
Son cinco en total: Alejandro, su esposa, Gladys, y sus tres hijos: Antonella; Karina, de 16 años, que cursa el secundario, y Fabián de 20, en busca de trabajo.
Alejandro trabajaba en un depósito de carga y descarga. Hace unos siete meses se quedó sin empleo y al no poder pagar el alquiler de su casa en Pompeya tuvieron que vender sus pertenencias y quedaron a la deriva. "Lo que quiero es conseguir algún trabajo, de lo que sea. Hace unos siete meses me echaron, estaba en negro y no pude volver a trabajar. Pero más allá de eso, a mis hijos les pido que sigan estudiando para su futuro", contó.
Antenoche, cuando su historia fue publicada en lanacion.com, ya tenía una oferta para trabajar como casero en Martínez. Y anoche recibió otra para ocuparse del mantenimiento en una empresa.
Un aluvión de solidaridad
En las redes sociales, la ayuda se multiplicó. Hubo llamados a la Redacción de LA NACION y Juan Carr, de Red Solidaria, se ocupó del problema y también se puso a disposición. "Me sorprendió el caso, tenemos que hacer algo", fueron sus primeras palabras del otro lado del teléfono. Él difundió la nota y dejó un correo electrónico ( multiplicarr@gmail.com ) para que puedan ponerse en contacto. Muchas respuestas solidarias llegaron a ese mail.
Uno de los mensajes, escrito por Paola, decía: "Lamentablemente, no puedo ayudarlos con trabajo. Sólo reenviando el anuncio, pero podría apadrinar a la nena para que siga estudiando".
En otro, enviado por Luis, se leía: "No me sobra la plata, pero vivo a 10 cuadras. En lo que pueda ayudar, cuenten conmigo".
En las redes sociales, la noticia explotó. Por ejemplo, en su cuenta de Twitter, Laura escribió: "¿Sabés si esta familia está todos los días? Porque yo podría acercarles alguna ropa de abrigo el fin de semana. Soy una simple empleada. Lo mío sería solamente un granito de arena, pero creo que todo ayuda y que, al menos, sepan que no están solos y no son invisibles".
Desde antenoche, supieron que no lo estaban: una pareja se les acercó para regalarles un teléfono celular, así pueden recibir ofertas de trabajo. Anoche, una chica de unos 20 años les dio los 300 pesos que les faltaban para poder ir a un hotel. De la nada, en unos minutos, dejaron de ser "invisibles" para los que transitan por Santa Fe al 3200.
Camila Esquivel sintió la necesidad de conocerlos. Anteanoche, conversó cerca de dos horas con ellos. Intercambiaron anécdotas e historias. "Voy a organizarme con unas amigas para conseguirle varios útiles a Antonella", dijo Camila. Y agregó: "Traté de transmitirle sonrisas y alegría. Espero llevarme la felicidad de no volver a encontrarlos en el mismo lugar y saber que están en un sitio mejor".
Además de Camila, muchos más pasaron por allí, los alentaron y les dejaron comida y dinero.
"Que siga estudiando la chica y esforzándose", les susurró una mujer a los padres. Los tres agradecieron y rieron. Anteayer, no fue un día cualquiera para ellos. Y tampoco lo fue ayer: mucha gente les acercó frazadas y útiles escolares.
Eugenia Pérez Cibez, otra de las personas que estuvieron con ellos ayer, se emocionó: "Leí la nota en lanacion.com y sentí que tenía que venir a conocerlos. En mi empresa necesitan gente y pensé que tienen que ser ellos; les vi ganas de salir adelante".
Antonella estaba sonriente. No sólo por toda la ayuda que recibió y los nuevos amigos que hizo, sino porque en la escuela tuvo grandes noticias: se sacó un 10 (Sobresaliente) en Lengua y otro más en Ciencias Naturales.
Su anhelo es ser peluquera: "Juego sola y me voy probando distintas formas de peinarme. Sé hacer la trenza cosida y otra, con gomitas", señaló.
Su materia favorita es Matemática y cuenta que resuelve los problemas con sencillez: "Al principio me costaba, pero lo aprendí casi enseguida. Ya los hago bien". En su último boletín, contó, aparecen un "Muy bueno" en esa materia y un "Sobresaliente" en Ciencias Sociales.
Antonella ríe, se concentra, mientras pasan los autos y los peatones. Sigue haciendo lo que le enseñaron sus padres: estudiar, pese a todo.
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