La situación cambiaria impidió a muchos argentinos elegir estas playas, a las que llegan propietarios y turistas de alto poder adquisitivo; nuevas postales por el Covid-19 y preocupación por el veloz crecimiento de contagios
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PUNTA DEL ESTE (Enviada especial).- Los comerciantes, sin importar el sector, coinciden. Este verano es (y será) un desafío en Punta del Este. Tras la parálisis del último año y medio por la pandemia y con un peso argentino golpeado al extremo, la ciudad balnearia quedó reservada casi en forma exclusiva para el turismo de alto poder adquisitivo.
Este verano, según proyecciones del Centro Investigaciones Económicas (Cinve) de Uruguay, el total de argentinos que ingresará al territorio uruguayo se reducirá en un 26% respecto al mismo período en tiempos de prepandemia, mientras que la merma de visitantes brasileños sería menor, en torno al 16%.
El Centro de Hoteles de Punta del Este –que nuclea unos 90 establecimientos en la ciudad balnearia- registra un índice de reservas en torno al 85% de la capacidad total para fin de año, aunque ese número desciende si se avanza en el calendario 2022.
Reservas detenidas
La presidenta de la organización, Analía Suárez, precisó a LA NACION que cuando se anunció la liberación de fronteras uruguayas las reservas comenzaron a crecer de forma acelerada, pero que desde hace un tiempo están detenidas. “La tendencia es que la gente va viendo qué hace sobre la fecha”, describió. Hasta el 15 de enero, se calcula un nivel de ocupación hotelera en torno al 60%. Para la segunda quincena del mes, el panorama es incierto.
Hasta ahora, las reservas de argentinos representan un 30% del total, mientras que otro 20% es extraregional. “Estamos en la lucha”, admitió Suárez.
En el mercado inmobiliario, la línea es similar. Según indicó a este medio el presidente de la Cámara Inmobiliaria de Punta del Este, Javier Sena, en esta temporada se verá el regreso de los dueños a sus inmuebles. “Con todos los propietarios, el 70% del mercado está en ocupación”, aseguró.
En términos de costos, un departamento con un dormitorio en la península se puede llegar conseguir por entre US$2000 y US$4000 la quincena, mientras algunas megapropiedades llegan a valores que resultan inalcanzables: entre US$100.000 y US$250.000. “Son excepciones”, consideró Sena, y destacó que se trata solo de una veintena de inmuebles del estilo.
Las excepciones parecen haberse convertido en norma en Punta del Este este año. “El principal factor explicativo de las caídas proyectadas en los flujos de turismo receptivo es que Uruguay está caro respecto a los países vecinos, muy especialmente en relación a la Argentina”, advirtieron desde el Cinve.
No son pocos los turistas que comparan precios más que otros años a la hora de hacer las compras o de elegir un lugar para comer. Para tener una idea aproximada, tomado como referencia un plato típico y accesible, el clásico chivito se paga 2500 pesos argentinos.
Alertado por la situación cambiaria argentina, el gobierno uruguayo volvió a facilitar algunas condiciones en favor de los turistas extranjeros, como la devolución total del IVA en gastronomía y alquiler de autos, y la tasa cero en hotelería.
No obstante, entre los costos de alquiler y los precios exorbitantes para consumos diarios, veranear en Punta del Este se volvió casi prohibitivo para el turismo argentino. Si antes era un destino selecto, ahora lo es mucho más.
Un verano atípico
En la primera temporada atravesada por la pandemia, el año pasado no hubo ingreso de extranjeros salvo excepciones, el gobierno de Luis Lacalle Pou no impuso pase sanitario a los visitantes, pero sí una lista de requisitos para ingresar al país. Todos los veraneantes deben presentar un certificado de vacunación completa –de no más de 9 meses de antigüedad y no menos de 14 días desde la última aplicación-, un test de realizado dentro de las 72 horas previas al viaje y un seguro de salud que incluya cobertura contra el Covid-19.
Solo así se puede cruzar la frontera con fines turísticos y, a diferencia de Europa o Estados Unidos, todas las vacunas son aceptadas. Una vez en territorio uruguayo, la exigencia que más se observa en términos de protocolo es el uso de barbijo en ámbitos cerrados.
A otra escala, pero a gran velocidad, los casos de coronavirus han comenzado a escalar en Uruguay. El ministro de Salud, Daniel Salinas, anunció horas atrás la detección de la variante ómicron, lo que explicaría el abrupto salto en el índice de contagios. “Esperamos un incremento muy fuerte de casos a pesar de la vacunación. Vamos a estar largo por encima de los 1200 y en los días siguientes también”, dijo Salinas en diálogo con la prensa local.
Los contagios ya han alcanzado los niveles del último mes de julio y la preocupación reaparece. En este contexto, se buscará la aceleración en la aplicación de dosis de refuerzo.
Si bien hay señalética para mantener la distancia social en los locales, al aire libre los cuidados pierden contundencia. Gracias a la flexibilización de los protocolos sanitarios para fiestas, comenzaron los eventos privados de clientes vip, que volvieron a apostar por los encuentros en arenas esteñas.
Postales 2022
La actividad nocturna recobra vida. El año pasado no se permitían reuniones de más de 10 personas para los pocos que podían ingresar al país y todo cerraba a la medianoche. Actualmente, los bares pueden recibir clientes hasta las 5 de la mañana.
Juan Ignacio García Bordabehere, propietario del clásico restaurante No me olvides, en Manantiales, se mostró optimista, sobre todo luego de una temporada que resultó prácticamente inexistente en 2020. “Comercialmente que las fronteras estuvieran cerradas fue determinante”, dijo. Su propuesta gastronómica es una de las más demandadas: sirve a 500 personas, en promedio, todas las noches.
En sintonía se encuentran los restaurantes ubicados en la zona de José Ignacio, extremo que reúne al jet set argentino y brasileño en lo que supo ser un pequeño pueblo de pescadores. Abundan en las calles autos y camionetas de lujo. Los veraneantes se pasean en grupo por lugares emblemáticos como el parador La Huella, que no tiene una sola mesa disponible por reserva hasta el próximo 7 de enero.
En el otro extremo, en la zona de la península, los paradores se consolidan como punto de encuentro en la mansa. A la hora del atardecer, Ovo -del hotel Enjoy (exConrad)-, I´marangatú y Porto 5, entre otros, se convierten en cita obligada para locales y turistas que despiden el sol entre cócteles y música.
“Hace dos años que no podía venir por la pandemia, lo encontré más vacío pero muy lindo”, señaló la actriz argentina-mexicana Magdalena Moguilevsky Hojean al ser consultada por LA NACION en el Mostrador Santa Teresita, del chef argentino Fernando Trocca.
La reducción de gente es notoria. En la ruta 10 de La Barra y Manantiales, foco neurálgico de restaurantes, bares y negocios de ropa, hay locales vacíos. En tiempos de prepandemia, esa postal era impensada. Se multiplican -en cambio- nuevos cafés, una característica más propia de la Argentina.
Si Punta del Este siempre fue un destino exclusivo, las iniciativas artísticas, culturales y gastronómicas -muchas de ellas solo con invitación- hicieron aún más selectos los eventos.
El deseo de los uruguayos es, sin embargo, el reflote general de su ciudad balnearia. “Nosotros necesitamos el turismo, pero más a los argentinos”, aseguran.
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