Un sorbo de gloria para el inefable señor Bob Dylan
Nadie se mantuvo inerte frente a la noticia del Premio Nobel de Literatura para un músico, genio escurridizo que tardó días en notificarse y no temió faltar a la cita con la academia sueca; su obra responde por sí misma a todo lo que pueda decirse del caso, como bien reseña el cantante argentino
El público de Bob Dylan se considera “amigo de Bob Dylan” y esta no es una teoría propia ni algo que se me ocurre ahora, según un código críptico, pero no del todo secreto, aquellos que siguen y persiguen el carisma del reciente premio Nobel se reconocen como amigos. Seguramente Dylan se fume el premio Nobel. En tanto escribo estas líneas no sabemos si va a presentarse a recibirlo, y en caso de hacerlo ignoramos si va a aceptarlo con sombrero o en toga académica, habiendo descartado prácticamente la guayabera de García Márquez. No faltará quien diga que si lo recibiera Keith Richards se lo fumaría en una gota deslizándose.
Y tampoco consta que el premio Nobel sea más que un diploma o una medalla, lo más probable es que no sea una estatuilla o una copa como la de los campeones de Europa. Lo único seguro es que no tengo ninguno en mi casa y ni siquiera sé en dónde está exactamente mi casa…
No me incomoda que no se lo hayan ofrecido a Phillip Roth, aunque, respetando el orden de las próstatas, sería prudente y bien merecido premiar al gran novelista. Espero que en los próximos años lo reciba Roth y también Michel Houllebecq. Aunque habiendo premiado a un rockero por las letras de sus canciones, y puestos a pedir, espero que premien a un torero por la música callada del toreo bueno. Algunos amigos de Bob sostienen que cuando escribe y canta “Adiós Angelina” hace referencia a la Argentina de la última dictadura militar en versos como el siguiente: “King Kong y pequeños duendes bailan en los tejados tangos estilo Valentino,/ mientras las limpias manos del héroe cierran los ojos del muerto/ para que nadie moleste a nadie./ Adiós Angelina, el cielo se está inundando/ y voy a desaparecer.”
Quizás estés pensando que, de ser cierto que escribió pensando en las víctimas desaparecidas de una dictadura en la Argentina, se merece un premio Nobel por el detalle de ofrecer una poesía en el canto y el texto sensible y cristalino. Mientras escribo me llaman como si Dylan fuera mi hermano mayor… Algo que nadie puede descartar del todo. Conocí a una persona que podía definir el significado de la poesía, pero ya no está vivo, y el teléfono sonaría eternamente si lo llamara para preguntárselo.
Cuando Bob Dylan se siente abandonado o se pone la máscara de hombre joven y despechado, escribe: “Cada vez que me dejas y vas a algún lado, las cosas se rompen en pedazos en mi cara”. Cuando se entrega a un amor y es filosamente sentimental, puede escribir: “Es como si nada en mi vida hubiera sido cierto./ Cuando te miro es como si nunca hubiera tenido un solo pensamiento. / Conozco este sueño, puede ser loco / pero es el único que tengo”.
Bob Dylan fue ateo y sufrió una conversión al cristianismo evangélico, pero supo definirse con elegancia (en algunos casos) y sin perder el punto de vista rockero.Ahora vive en California (justamente en Los Ángeles) y en su casa tiene un gimnasio de boxeo y una sinagoga: “Puedes ser un adicto al rock’n’roll saltando por el escenario./ Tener todo el dinero y drogas a tu disposición, mujeres en una jaula./ Puedes ser un hombre de negocios o un ladrón de categoría./ Pueden llamarte doctor o pueden llamarte jefe/ pero vas a tener que servir a alguien”.
Es un Nobel que no presume de conocimiento literario enciclopédico, usa referencias bíblicas o creemos que lo está haciendo, a veces recuerda alguna escena del cine… Probablemente sea el primer músico que se considera en la más alta categoría literaria tocando la guitarra eléctrica, a propósito de lo cual nos recuerda que lo merece con sus versos: “Haciendo el bien sin mirar a quién/ mientras los ojos del ídolo con cabeza de hierro brillan. / Barcos lejanos navegando en la niebla, naciste con una serpiente en los puños / mientras un huracán soplaba. / La libertad te espera en la esquina / y ¿para qué? si la verdad está tan lejos”.
También es un espléndido interlocutor de la rama femenina, no sin cierto rencor ni pudor por mostrarse herido… Metafóricamente la sangre es tinta invisible porque el canto está en el aire mientras canta algunos de sus más celebrados versos sentimentales: “Sí, creo que es hora de que terminemos./ Cuando nos encontremos de nuevo, presentados solo como amigos,/ por favor, no finjas que me conociste cuando estaba hambriento y era tu mundo. / Engañas como una mujer./ Haces el amor como una mujer/ luego sufres como una mujer, pero te echas a llorar como una niña”.
De Bob Dyan se dice mucho y se sabe más bien poco, se dice que se encontró a los Rolling Stones en un aeropuerto y les dijo que él podría escribir un rock como “(I can’t get no) Satisfaction”, pero ellos no serían capaces de escribir la desolación como él cuando escribe y canta: “Están vendiendo postales del ahorcado,/ están pintando los pasaportes de color marrón,/ el salón de belleza está lleno de marineros/ el circo ha llegado a la ciudad/ allí viene el ciego de la junta municipal,/ lo pusieron en trance,/ una mano la tiene atada al equilibrista,/ la otra está en sus calzoncillos/ y el pelotón de motines está inquieto,/necesita ir a algún sitio,/ mientras la señora y yo vigilamos esta noche/ desde la fila (calle) de la desolación”.
Dylan es muy Dylan desde que era muy joven, con menos de 25 años era una referencia obligada para el universo de la cultura rock y los presidentes usaban sus frases en los discursos… presidenciales. Entonces escribía a la eterna juventud y algunos pensaban que escribía para un hijo que recién nacía o para todos los recién nacidos. O para sí mismo. «Que tus manos siempre estén ocupadas/ que tus pies siempre sean rápidos/ y que tengas una base sólida/ para cuando el viento cambie de golpe/ que tu corazón siempre esté gozando/ que tu canción siempre sea cantada/ que permanezcas joven para siempre”.
Bob Dylan brilló como una estrella no del todo fugaz en los años sesenta poniéndole voz y texto a una generación –y media– que buscaba profundidad y sentido, pero terminó agobiado por aquello en lo que se había convertido; fue cuando sufrió un accidente en motocicleta, entonces eligió retirarse en los bosques cercanos a Nueva York, donde se dedicó a criar hijos hasta que los músicos de The Band lo invitaron al sótano de otra casa rosada para grabar mil canciones. No estaba en la explosión de la hippiedelia, volvió vestido de blanco y cantando con Johnny Cash… En los años setenta firmó una obra maestra con sangre. Que llamó Sangre en las canciones o en los surcos de un disco, o en las pistas de la cinta donde grabamos discos. La traducción es simultánea y puede significar cualquiera de las tres cosas… Solamente sangre significa siempre sangre. Terminó la década convertido al cristianismo (digamos que por amor), y grabó un poderoso y elegante disco cristiano del que ya tomamos nota… Volvió a Jerusalén para denunciar la Guerra de las Galaxias en su alegato antibélico llamado “Infieles”. No fue constante con la calidad de sus discos (eso dicen), aunque nos gusta todo lo que Dylan hace… Sin embargo fue brillante en los últimos años de aquella década y grabó en Nueva Orleáns un disco brillante que le devuelve a la primerísima línea que ya no abandonaría hasta consagrarse con discos crepusculares y brillantes.
Y un premio Nobel. Me preguntan si estoy escandalizado porque no premiaron a Philip Roth… Es una buena pregunta que debería responder la próstata del novelista… Espero escandalizarme cuando premien a Michel Houllebecq y se presente despeinado y fumando a recibir el gran premio. De momento vamos a saborear para siempre un sorbo de gloria para el inefable señor Robert Zimmerman Bob Dylan.
“Vi una estrella fugaz esta noche/ Y pensé en mí / Si seguía siendo el mismo/ Si me convertí en quien querías que sea…/ ¿Erré el blanco / o me pasé de la raya / Que sólo tú veías?/ Vi una estrella fugaz esta noche / Y pensé en mí./ Mañana será otro día / Supongo que es demasiado tarde/ para decirte las cosas/ que necesitabas oírme decir/ Vi una estrella fugaz esta noche…/ Desaparecer».
How does it feel, Bob?
Este texto, aparecido originalmente en el ABC español, se publica aquí con autorización de su autor
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Andrés Calamaro
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