Un secreto bajo el piso: descubrieron que las baldosas del Museo Histórico Sarmiento fueron hechas con lápidas
Por una filtración de agua, se retiró parte de la vereda que rodea el tradicional edificio de Belgrano y se descubrió que había sido realizada con piezas de mármol de cementerios porteños del siglo XIX
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Una filtración de agua que produjo el hundimiento de parte del patio externo del Museo Histórico Sarmiento ayudó a realizar, sin quererlo, un hallazgo arqueológico asombroso para la ciudad de Buenos Aires. Es que las baldosas que conforman ese patio, así como las que rodean al tradicional edificio del barrio de Belgrano, fueron hechas a partir de lápidas de cementerios ubicados en territorio porteño en la segunda mitad del siglo XIX.
El descubrimiento ocurrió, según la página oficial del Museo Histórico Sarmiento, en julio de 2021, aunque los detalles surgieron en estos días. “Realizamos la reparación de un caño pinchado de provisión de agua edificio y hubo que levantar parte de la vereda en rededor del museo. Allí noto que en una de las baldosas, que son octógonos de mármol, se dejaba adivinar lo que parecían ser unas letras”, cuenta Luis Ambrós, del área de Gestión de Proyectos del citado Museo, en un video institucional.
“Limpié otras (baldosas) donde empezaron a aparecer claros signos de que se trataba de mármoles de lápidas que fueron reutilizadas como el pavimento de este edificio”, agrega el mismo representante del Museo Sarmiento.
El hallazgo se produjo en una parte del contrafrente del museo, que tiene su acceso principal por la calle Cuba y un área lateral que da a Juramento. Las baldosas que debieron levantarse estaban mirando hacia esta arteria, en el lugar donde hasta hace poco hubo una confitería, anexa al edificio, que se quemó en enero de 2018.
Por la pérdida de agua, ese sector de la vereda estaba levemente hundido hacía unos años. Eso, a la postre, terminó permitiendo el hallazgo.
La importancia del hallazgo
Las autoridades del museo y quienes investigan el descubrimiento buscan averiguar en qué año se pusieron las baldosas hechas con lápidas “reutilizadas”. “No sabemos bien de qué año es ese piso. Estamos atrás de varios planos de catastro y comparando el hallazgo con fotos de fines del siglo XIX. Creemos que este piso se puso entre 1900 y 1915, pero no tenemos fecha certera”, explica, a LA NACION, la directora del Museo Histórico Sarmiento, Virginia González.
La explicación detrás de la utilización de este material para revestir los pisos, según González, tiene que ver con “un marmolero que posiblemente haya comprado lápidas en desuso” para hacer las baldosas.
La idea, en principio un tanto escalofriante, no suena tan descabellada si se tiene en cuenta que, en ese entonces, en Buenos Aires había escasez de mármol de carrara, que es el material con el que se hicieron estas veredas. Además, la práctica de reutilizar lápidas era un método habitual en Europa, y pudo haber llegado al Río de la Plata gracias a los miles de inmigrantes que vinieron desde el Viejo continente.
“Es un hallazgo sumamente importante, porque no hay otro caso en Buenos Aires de reutilización de lápidas, en esta oportunidad de mármol, para hacer baldosas”, dice Sandra Guillermo, responsable de Arqueología de la Dirección de Gestión Patrimonial de la Nación, un ente dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación.
De dónde proceden las lápidas
Lo que realmente será un trabajo arduo para los investigadores y de múltiples dificultades es el de poder conocer el lugar de procedencia de las lápidas usadas para hacer las veredas del museo.
“A partir de la década de 1860 se empiezan a desactivar cementerios de la ciudad de Buenos Aires. En 1871 se produce la epidemia de fiebre amarilla, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, y los cementerios colapsan; se crea Chacarita y el tren que lleva los cadáveres hacia allí -explica González-. A partir de ese momento se empieza a regularizar el tema de los cementerios y se cierran algunos”.
“Tenemos varios cementerios o ‘huecos de las ánimas’ (como les decían entonces) que estaban al lado de la iglesia. Cerca de aquí tenemos la iglesia redonda que contaba con su cementerio, por ejemplo. Sarmiento empieza también a desactivar esto como una manera de sacarle poder a la Iglesia”, continúa el relato la directora del Museo Histórico Sarmiento.
De este modo, la profusión de cementerios que existía hacia el siglo XIX hace que sea muy difícil saber de cuál camposanto provenían las lápidas que finalmente se reutilizaron como baldosas. Y hay otra dificultad más, que expone Sandra Guillermo: “Parte de la escritura que se preservó (de las lápidas) no tienen datos concretos, no hay nombres completos. Si los tuviéramos, sería más factible ir a un registro de cementerios próximos, pero así todo el proceso de investigación resulta ser fragmentario y más difícil, como armar un rompecabezas”.
La arqueóloga asegura que las baldosas, que miden aproximadamente 20 por 20 centímetros, fueron realizadas con la parte “del medio” de las lápidas. La parte positiva es que allí, en varias, pueden encontrarse fechas, que corroboran fehacientemente que el mármol fue colocado en los cementerios en el siglo XIX. En ese sentido, tras el análisis de las inscripciones halladas en las baldosas, Virginia González asegura que “la fecha más antigua que encontramos es 1867, no sabemos si es nacimiento o muerte”.
Historias fragmentadas
Los retazos de los mármoles que fueron lápidas y terminaron siendo baldosas cuentan historias fragmentadas e inconclusas de habitantes de Buenos Aires cuya huella sobre la tierra desapareció casi por completo. Así, las inscripciones en la piedra dejan adivinar o deducir distintas situaciones. “Hay un bebé de seis meses de vida, una dedicatoria a una madre, la inscripción Quepd, marcos, dibujos, imágenes de caballos, de floreros. Ornamentaciones de lápidas”, se explaya Virginia González.
En cuanto al modelo de las baldosas, que circundan todo el perímetro del Museo, es muy probable que fuera uno muy corriente en los tiempos en los que se realizó la vereda del actual museo. “Era un tipo de baldosa que a fines del siglo XIX y principios del XX estaba de moda. Las fábricas más conocidas y más antiguas tenían ese modelo”, cuenta Guillermo, en referencia a la forma octogonal de los baldosas.
Además, la directora del Museo Sarmiento agrega otro detalle: “No son todas iguales las baldosas. Había un proceso, pero lo terminaban de concretar en el lugar. Tienen muescas particulares cada una de ellas, marcadas a cincel”.
Las baldosas halladas en la vereda del Museo Sarmiento fueron catalogadas como bienes arqueológicos y se encuentran bajo el amparo de la ley 25.743 de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico. Esta norma se aplica a todo objeto hallado que tenga una antigüedad de 100 años hacia atrás, contando desde el día de la fecha. El órgano encargado de aplicar esta ley, que trabajó también en este descubrimiento, es el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (Inapl).
“La recomendación de la dirección patrimonial fue que se siga la investigación y que se profundice y que el Museo haga el registro de las baldosas”, explica Guillermo. Además, González anticipa que hacia fines del mes de febrero el Museo Histórico Sarmiento armará una exposición para que la gente pueda contemplar el dorso de las baldosas con sus inscripciones lapidarias.
El edificio del Museo Sarmiento
El edificio del Museo Histórico Sarmiento fue diseñado por el arquitecto Juan Buschiazzo, tiene un estilo neorrenacentista italiano y se construyó entre 1869 y 1872. Si bien se transformó en la sede del museo en honor al ilustre sanjuanino en 1938, anteriormente había funcionado como la municipalidad de Belgrano, cuando el actual barrio era una localidad independiente, algo que ocurrió hasta 1887.
El edificio municipal, entonces integraba la manzana fundacional del pueblo de Belgrano, junto al registro civil, la biblioteca pública y el museo de ciencias naturales, según lo que informa la página oficial del Museo.
“Tratamos de buscar en los registros de catastro los que hicieron la vereda y a algún marmolero que nos dé un indicio de quién fue el proveedor, porque no tenemos el registro de quién compró las baldosas. Estamos en eso”, asegura González.
En tanto, como el trascendental hallazgo de las baldosas y la posterior limpieza y catalogación fue un trabajo colectivo, en la página del Museo se agradece “enormemente a los colaboradores especialistas, investigadores, arquitectos y arqueólogos que están ayudando en esta investigación y a la catalogación de estas piezas para que ingresen al Patrimonio Nacional como bienes arqueológicos”.
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