Un pescador halló lo que sería parte de las cadenas que "cortaron" el Paraná en la Batalla de Vuelta de Obligado
SANTA FE.- Siete eslabones enlazados que "probablemente formaban parte de las cadenas que cortaron el río" Paraná para impedir el paso de la flota anglofrancesa en la Batalla de la Vuelta de Obligado de 1845, fue descubierta por un pescador a unos 50 metros del mogote que sujetaba estas defensas.
Según explicó el arqueólogo Mariano Ramos, a cargo de las investigaciones, constituye el "primer hallazgo in situ" de este tipo de restos y tales elementos y comenzará a ser analizado científicamente como parte de la Investigación Interdisciplinaria acerca de la Batalla de la Vuelta de Obligado que lleva 20 años trabajando en el sitio, bajo su coordinación.
Favorecido por la bajante del río, más pronunciada en su curso medio, el pescador Jorge López alcanzó a ver gruesos eslabones que, según se cree, fueron de las barreras que se tendieron en 1845 para impedir el paso de una poderosa flota anglo-francesa.
El martes 4 de este mes, recordó López, amarró su canoa en la costa. Mientras desarrollaba la maniobra, miró el fondo y vio algo: "Parecía un eslabón de cadena, pero de cadena antigua y grande, de las que se forjaban pieza a pieza y a mano. Tiré, y era una cadena nomás, una parte al menos".
Ahora se está comprobando si, como se sospecha, dio por casualidad con un fragmento de una pieza singular en la historia argentina producto de una de las batallas más heroicas que se libraron en la Argentina, tanto, que su fecha, el 20 de noviembre, se convirtió en el "Día de la Soberanía Nacional".
"Me siento reemocionado con el hallazgo", dijo López, tratando de comprender la importancia del mismo.
Ramos, por su parte, destacó la importancia del hallazgo y de la conciencia ciudadana del pescador, que inmediatamente dio aviso a la Prefectura para que se resguarde el lugar.
De más de un metro de longitud, "es el segmento de cadena más largo encontrado" de los varios que se han atribuido a la Batalla de la Vuelta de Obligado. "Pero además está en el lugar indicado, semienterrado en el borde del agua y a 50 metros de la reconstrucción del mogote original, con lo cual no se pierde la referencia contextual", amplió el investigador.
Ramos recordó que en 2013 otro pescador había hallado seis eslabones que hacen un total de 70 centímetros y un grillete, pero no tenían la referencia exacta del lugar donde había sido extraído, y podía ser otra cosa. "En ese caso, además, no se pudo establecer si la cadena fue de las utilizadas en la batalla, porque el tipo de tecnología a la que corresponde, recién estaba apareciendo para 1845", explicó.
El arqueólogo explicó a la prensa que la cadena fue encontrada en el borde del agua y no descartó que puedan encontrarse un total de 50 metros de cadenas enterradas debajo del sedimento y cubriendo igual distancia que separa los eslabones dejados al descubierto por la bajante del Paraná, con el mogote al cual habría estaba sujeto el otro extremo.
"En esa época, los eslabones se hacían uno por uno con hierro fundido vertido sobre moldes y cada eslabón se reforzaba con determinado tipo de uniones: en algunos casos te encontrás con un travesaño en el medio que se conoce como contrete -que impedía que la cadena se aplastara por el peso- y no constituía una sola pieza con el eslabón, sino que se le unía por una actividad de herrería", explicó.
Debe destacarse que el trabajo de campo realizado en este yacimiento por el programa de Arqueología, Historia y Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Luján que dirige Ramos, permitió determinar la ubicación de la mayoría de las "estructuras militares" defensivas montadas por orden del comandante Lucio Mansilla, en la costa derecha del Río Paraná.
El mismo equipo de la Universidad de Luján estableció dónde estaban tres de las cuatro baterías de cañones, el campamento, el hospital de campaña, el terraplén, el depósito de municiones y "uno de los mogotes de tierra y hierro donde se engancharon las tres hileras de cadenas montadas sobre 24 barcazas" con las que se intentó impedir que la flota enemiga remontara el Paraná.
Una batalla histórica
En jurisdicción del partido de San Pedro, provincia de Buenos Aires, el 20 de noviembre de 1845 se libró la batalla de la Vuelta de Obligado, en el contexto de la guerra de la Argentina contra las dos superpotencias del siglo XIX: el Imperio británico y Francia.
Allí se ubicaba la principal fortificación argentina, emplazada en la caprichosa Vuelta de Obligado, donde el Paraná se estrecha hasta tener solo 700 metros de ancho en su cauce principal.
Pero además, allí mismo gira sobre sí en un recodo pronunciado lo que dificultaba la navegación a vela, más tratándose de buque cargados de mercancías como las que transportaban las naves de la flota, en busca de imponer el libre comercio eludiendo –y desafiando– a la Aduana de Buenos Aires y a la Confederación, al mando del brigadier Juan Manuel de Rosas.
Las tropas argentinas estaban lideradas por el general Lucio Mansilla –que según nuevas investigaciones históricas se apellidaba en realidad Mancilla–: él hizo tender tres gruesas cadenas que pesaban más de nueve toneladas, de costa a costa, sobre 24 lanchones. La increíble barrera en sí representó un hito: los propios pobladores participaron de su forja, para lo que entregaron las piezas de metal de sus casas, y prácticamente todos los residentes de entonces de lo que hoy es Obligado, en jurisdicción de San Pedro, cumplieron algún papel en la construcción.
Enfrente tenían a un enemigo poderoso: la escuadra anglo-francesa había llegado con el pretexto de mediar en una pacificación entre Buenos Aires y Montevideo, pero buscaban en realidad establecer un vínculo comercial directo, desconociendo a la autoridad nacional, con Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes.
En los primeros días de noviembre de 1845 ya surcaban las aguas del Río Paraná 11 de los 22 barcos de guerra que habían llegado al Río de la Plata, una custodia para una más numerosa flota de 92 buques mercantes. Portaban 418 cañones y tenían 880 soldados, mientras que las tropas nacionales solo le podían oponer seis buques mercantes y cañones en menor cantidad, y de menor calibre.
En la ribera derecha del río Mansilla montó cuatro baterías artilladas con 30 cañones, con 160 artilleros: la Restaurador Rosas al mando de Álvaro José de Alzogaray; la General Brown, con el teniente de marina Eduardo Brown, hijo del almirante al frente; la General Mansilla, comandada por el teniente de artillería Felipe Palacios, y una cuarta de reserva, aguas arriba de las cadenas: Manuelita (nombre de la hija de Rosas), responsabilidad del teniente coronel Juan Bautista Thorne.
El 20 de noviembre de 1845, al amanecer, comenzó la batalla, cuando tres lanchones argentinos que patrullaban al río fueron atacados por la artillería de la flota extranjera.
Tras varias horas de combate, las municiones de las baterías se habían agotado, y tropas británicas y francesas iniciaron el desembarco. Se estima que la batalla dejó 250 muertos y 400 heridos entre las fuerzas de defensa. Las barcazas que sostenían las cadenas por encima del espejo de agua fueron incendiadas. Pero la flota había quedado con su nave insignia a la deriva, sin ancla, cuya cadena fue cortada por una certera salva, y con dos bergantines seriamente averiados y fuera de combate, y otras naves con daños importantes.
"Hoy he visto lo que es un valiente. Empezó el fuego a las 9 y media y duró hasta las 5 y media de la tarde en las baterías, y continúa ahora entre el monte de Obligado el fuego de fusil (son las 11 de la noche). Mi tío ha permanecido entre los merlones (lienzos de parapeto) de las baterías y entre las lluvias de balas y la metralla de 120 cañones enemigos", escribió Sabino O’Donnell, médico de las tropas nacionales.
Las cadenas fueron rotas a martillazos y los buques pasaron. Mansilla sobrevivió, y poco después libraba otra batalla: comandó a las tropas de la Confederación en un nuevo ataque a la misma flota aguas arriba, en lo que la historia registra como el Segundo Combate de San Lorenzo y la Batalla de Punta Quebracho.
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