Un objetivo que enfrenta múltiples desafíos en cada país
La historia es madre de la experiencia. Mantener una inflación reducida y estable es uno de los objetivos de la política económica; analizar las condiciones en las que los países la combatieron y las características propias del proceso de formación de precios en cada contexto puede resultar útil para comprender los desafíos a enfrentar. Dos ejemplos de ello.
Desde 1973, la mayor parte de los países de Europa vivieron un incremento en la tasa de inflación que se mantuvo a partir de allí en niveles elevados. La fecha coincide con lo que suele conocerse como el primer shock del petróleo. Un impacto negativo de los términos de intercambio como este podía compensarse, en parte, con un incremento del tipo de cambio real. Pero si todos devaluaban, nadie lo hacía. En 1979, los miembros de la Comunidad Económica Europea crearon el Sistema Monetario Europeo con el fin de contrarrestar la inestabilidad y volatilidad de los tipos de cambio. Este sistema se mantuvo en el proceso de desinflación de estas economías y derivó en la moneda común.
A principios de 1990, Chile y Colombia hicieron un conjunto de reformas con el fin de reducir progresivamente la tasa de inflación. Se establecieron nuevas cartas orgánicas para los bancos centrales con una novedad: las autoridades monetarias debían establecer metas de inflación. Esas metas eran complementadas con controles e imposiciones al movimiento de capitales y bandas de flotación cambiaria preanunciada. Estas ayudaban a reducir los efectos negativos de posibles reversiones en el flujo de capitales que implicasen saltos devaluatorios bruscos, en un contexto donde se reconocía que el traspaso a precios finales era elevado y podía poner en jaque al proceso de desinflación.
Reducir la evaluación de la política monetaria a una sola dimensión es absurdo. Los objetivos de la política económica son múltiples: mantener un ritmo adecuado de la actividad y velar por la estabilidad financiera son misiones de casi cualquier Banco Central, tanto como mantener una inflación baja y estable. Pero conciliarlos no siempre es posible. La historia muestra que cambios en precios relativos tienen en ciertos contextos efectos de primer orden sobre precios, pero estos tal vez resulten necesarios para alcanzar otros objetivos. Evaluar el desempeño de la política económica como si el mundo fuese ideal es tan absurdo como diseñarla pensando que es perfecto cuando no lo es.
El autor es economista y docente de la Universidad de La Plata
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