Se trata de una creación de Gyula Kosice, uno de los referentes del arte cinético en la Argentina; fue instalado en un centro comercial de la avenida Corrientes a finales de la década del 60
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Entre grandes edificios de la ajetreada avenida Corrientes, en la zona de Once, se oculta una galería que a su vez esconde en su interior un gigantesco mural con burbujas de acero que parecen moverse. En su momento fue considerado uno de los más grandes de América del Sur. Hoy es una obra de arte olvidada y perdida entre locales vacíos por donde ya casi nadie transita. Su historia está rodeada de misterios.
En Corrientes 2451 se levanta una de las tantas galerías del barrio de Balvanera, su nombre es LH y tiene aspecto de ciudad fantasma. Se abrió en la década del 60 y, por ese entonces, llamaba la atención su construcción. “En impresionante fuga hacia la altura, como señalando el pujante palpitar del Once se levanta el centro LH. Es el complejo comercial más grande dentro de un solo edificio”, se leía en una nota publicada en el diario El Mundo, a pocos días de su inauguración. Consta de ocho plantas y 300 locales.
Al ingresar, llaman la atención sus seis escaleras mecánicas con barandas pintadas de rojo en lo que fue un alarde de modernidad. Estaban diseñadas para movilizar a 7000 personas por hora. Pero ya no funcionan. Así, le dan un aspecto de abandono a lo que aquel diario, en su momento, calificó de “coloso arquitectónico”.
Si se observa la pared de la derecha, se descubrirá un inmenso mural de 29 metros de alto por 15 metros de ancho. La obra se extiende a lo largo de cuatro pisos, junto a las escaleras. Aún brilla y desentona con el aspecto lúgubre del conjunto. Fue construido en aluminio fundido al 90% y consiste en una serie de semicírculos volumétricos y cóncavos que forman una inmensa figura dinámica, que podría ser interpretada como un conjunto de gotas, o burbujas, idénticas, en movimiento constante.
Vanguardia
Poco se sabe de la obra, pero de lo que sí hay registro es de su autor, Ferdinand Fallik, conocido por su nombre artístico Gyula Kosice (Košice, Eslovaquia; 1924 - Buenos Aires, 2016), uno de los mayores exponentes del arte cinético y lumínico de la década del 60, que utilizó como nombre artístico el de su ciudad natal.
Fue un escultor, teórico, poeta y cofundador del movimiento de arte abstracto Madí. Además, dejó cientos de obras en espacios públicos y privados. Emigró con sus padres a la Argentina a los cuatro años y quedó huérfano a los ocho. Solía frecuentar bibliotecas públicas, donde hizo un descubrimiento fundamental: los inventos de Leonardo Da Vinci. Conoció al constructivismo, a la Bauhaus y a las vanguardias europeas. ¿Su sueño? Crear a nivel arquitectónico una Ciudad Hidroespacial, proyecto que tuvo amplia repercusión. Según el escritor Ray Bradbury, en una carta enviada al artista en 1980, se trataba de una idea “fascinante (...) Nada, por cierto, es imposible. Todos nosotros, los que vivimos nuestros sueños en el espacio, lo sabemos. Sepa que lo admiro (...)”.
Max Pérez Fallik es nieto del artista y fue director del Museo y de la Fundación Kosice. Explica a LA NACIÓN que su abuelo “fue un artista excepcional, pero no un buen archivista” . Y completa: “Entonces hay muchas obras de las cuales no hay descripción o registro”. Respecto de la de Once, aclaró: ”Tan solo tenemos conocimiento de que formó parte de una serie de murales realizados a finales de la década del 60. Uno de ellos estaba en la Galería Embassy de Retiro: una instalación con agua, luz, acrílico y aluminio”. Ese centro comercial sigue existiendo, pero la instalación fue tapada en la década del 80. El artista les inició un juicio pero, al encontrarse el mural dentro de un espacio privado, no prosperó.
Afortunadamente el de Once corrió mejor suerte, no fue cubierto, y hoy aún es posible apreciar su valor patrimonial. Según una nota publicada en 1969 en la revista judía de cultura, Raíces, “no obstante, la obra más alta de Kosice no es hidráulica. Los dueños del centro, Lineado Hermanos, consideraron que con agua sería demasiado Avant Garde. Sin embargo, este es el mural más grande de Sudamérica”.
Tesoros olvidados
Nadin Petrone, descubre y comparte en su cuenta de Instagram, @lascasitasdenadin, sus hallazgos en galerías comerciales y palieres de edificios, entre otros espacios. “No hace falta caminar horas y horas para encontrar un lugar especial como este, solo basta con prestar un poco de atención cuando lo hacemos”, aclara. La instalación del LH le pareció especialmente atractiva, posteó las fotos y comenzó a investigar la obra que hasta ese momento había pasado totalmente inadvertida.
“¿Cómo puede ser que un mural tan imponente de un artista consagrado, como Kosice, esté así oculto y olvidado?”, se lamenta Petrone durante una recorrida con LA NACIÓN por la galería situada en Corrientes, entre Azcuénaga y Larrea. Si bien no nació como una instalación hidráulica (hubiera sido imposible por estar pegado a las escaleras mecánicas), el destino parece haberla forzado a serlo. Del techo en mal estado, cuando llueve caen gotas que descienden a través de los círculos plateados o se desplazan sobre anchos escalones paralizados, en desuso.
Según Pérez Fallik, lamentablemente cuando se trata de instalaciones en ambientes privados, el destino de las obras de arte está atado a los intereses de los dueños; en este caso en particular, ignora quién es el propietario de LH. “El mural de mi abuelo es invisible, desaparece, está de capa caída”, se queja el hombre. Para el arquitecto Luis Rivas, que elaboró un catálogo de murales porteños, este problema se extiende a varias otras instalaciones. “Muy pocas están protegidas, a veces hasta son cubiertas con yeso. Si la registrás, la tenés que proteger, y los propietarios por lo general no quieren hacerlo”, explica.
Consultados en los locales dijeron desconocer al dueño de la galería. Un comerciante que tiene un local en su interior desde hace años, y pidió reserva de su nombre, afirmó que nunca se realizó una puesta integral del centro comercial y consideró que es una pena que las escaleras mecánicas estén paralizadas porque eso aleja a la clientela. Agregó que ellos mantienen contacto solo con la administración, llamada Chacay. LA NACIÓN intentó contactarla, pero no obtuvo respuesta.
En el museo dedicado al emblemático escultor trabajan en la correspondencia que dejó, decenas de miles de cartas. Enviaba dos o tres por día con la ayuda de su pareja, Diyi Laañ, nombre artístico de Haydeé Itzcovitz, quien fue ante todo su gestora y también una artista del movimiento Madí. En esos textos se ve el corazón de los proyectos y de los encargos, pero lamentablemente del LH no hallaron registro.
Durante sus últimos años Kosice no fue ajeno a la preocupación por el destino de su producción. El vendía obras, o las regalaba, pero también pudo observar cómo a muchas las destruían sin darle valor. Por eso, decidió crear su propio espacio cultural, donde se aprecian siete décadas de trayectoria. El Museo Kosice está en Humahuaca 4662, Almagro, y las visitas se reservan con turno a través de su página web www.kosice.com.ar.
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