Un libro revela la verdadera forma en que sacaron a los niños atrapados en una cueva de Tailandia
Entre junio y julio del año pasado, durante 17 días, los ojos del mundo se dirigieron hacia Tailandia. Allí, en una cueva conocida como Tam Luag, al norte de país, 12 chicos de entre 11 y 16 integrantes de un plantel de fútbol y su entrenador habían quedado atrapados, en total oscuridad, sin alimentos y sin posibilidades de salir.
Los chicos estaban refugiados en un montículo dentro de la caverna. Los cuatro kilómetros de pasadizos que los podían llevar al exterior estaban completamente anegados por las fuertes lluvias que azotaban la zona, por lo que era imposible volver sobre sus pasos para salir. Por ello, se prepararon para rescatarlos un grupo de cien buzos tailandeses e internacionales, expertos en drenaje y bombas de extracción de agua.
Finalmente, este grupo de niños del equipo de los Jabalíes salvajes fue rescatado ante la atenta mirada de todo el mundo. La historia del rescate que se contó entonces fue que los menores salieron de la caverna buceando junto a especialistas, y siguiendo una soga que unía el lugar de encierro con la salida de la cueva. Pero hoy se conoce que la realidad fue otra, algo diferente a la que se contó entonces.
Un periodista británico llamado Liam Cochrane publicó The Cave (La cueva), un libro en el que relata la verdadera forma en que se llevó a cabo el operativo de rescate de los niños. En él, el periodista revela también que en aquella oportunidad se contó otra historia por temor al rechazo que podía provenir por parte de los padres de los niños, y de la opinión pública.
Decir, como se dijo entonces, que los niños aprenderían a bucear para salir, fue una estrategia para tranquilizar a los padres. Pero como sea, el resultado definitivo fue exitoso: todos los niños, y su entrenador, salieron de la trampa natural en la que habían ingresado sanos y salvos.
Mentiras piadosas para no alarmar a las familias
Uno de los expertos que participaron en el rescate de los Jabalíes Salvajes daba entonces una idea de las dificultades que tenían para realizar el salvataje por una cuestión de falta de tiempo: "Si buceamos ahora, algunos podrían morir; pero si no buceamos, todos morirán y solo vamos a recoger 13 cuerpos".
La cuestión era cómo hacer para sacar a los menores que no sabían bucear y además debían luchar contra la pobre visibilidad que había por el barro acumulado. A eso se sumaba que los espacios para moverse en el camino a la salida eran terriblemente estrechos, un desafío de vida incluso para los más experimentados buzos.
De hecho, Saman Gunan, un rescatista tailandés de 37 años, pereció durante las labores de rescate y especialistas de diversos países consultados decían que el rescate era inviable. El propio anestesista australiano que a la postre se convertiría en protagonista de esta historia, el Doctor Richard Harris, admitió luego del rescate: "Pensé que había cero posibilidades de éxito".
Estaba claro que con el escaso tiempo que había para el rescate, era imposible enseñarle a los niños a bucear. El oxígeno de su lugar de encierro se estaba agotando inexorablemente. Entonces, se decidió que había una sola forma de sacarlos: sedarlos.
Pero para tranquilizar a los familiares, y al público que seguía las alternativas de los chicos cno suma atención los rescatistas contaron que los Jabalíes Salvajes saldrían buceando del lugar, llevarían una manguera de aire atada a su cuerpo y irían con un profesional de rescate por delante y otro por detrás.
La verdadera manera en que salieron
La verdad del rescate era otra. Por las dudas, antes de ingresar en la cueva los rescatistas hicieron pruebas en una pileta con tres personas de un peso y tamaño similar a los de los chicos para ver cómo podía salir el plan. Y como todo salió bien, fueron adelante con el, hasta ahora desconocido procedimiento de socorro.
La realidad fue que los chicos no salieron buceando. Les dieron un cóctel de pastillas para dormirlos, calmarlos y reducir la cantidad de saliva para evitar que se ahogen. Las drogas utilizadas, administradas por el mencionado anestesista Harris, fueron Xanax, Ketamina y Atropina.
Una segunda jeringa precargada de Ketamina, droga para dormirlos, se le daría a los chicos una hora después de la primera dosis para que la duración del efecto sedante durara las tres horas para hacer el total del recorrido, explicó entonces el Dr. Harris, quien junto a su amigo, buzo y compatriota Craig Callen fueron los organizadores del rescate.
Además de los sedantes, a los niños les pusieron mangueras de oxígeno pegadas en su boca y selladas con silicona, para que no ingresara agua. Y un buzo cargó con cada uno de los niños a través de los estrechos pasajes, como carga un paracaidista a sus aprendices cuando se lanzan en tandem.
"Era como arrastrar paquetes como en una bolsa de compras", dijo un buzo británico al referirse a los detalles del rescate. Y otra cosa importante era no golpear a los niños contra las rocas y estalactitas de los túneles que atravesaban.
De esta manera, uno por uno y divididos en tres jornadas de rescate, los Jabalíes Salvajes y finalmente su entrenador fueron rescatados de las profundidades de la cueva. El 10 de julio de 2018 el mundo festejó verlos a todos sanos y salvos fuera de la trampa de muerte, agua y oscuridad en la que habían ingresado.
"Hicieron todo lo correcto para que podamos rescatarlos. Nunca vi un gemido o una lágrima en el ojo. Eran jóvenes muy tranquilos, fuertes y decididos", señaló Chirs Jewell, un rescatista australiano en referencia a la valentía y entereza demostrada por los pequeños Jabalíes Salvajes en los difíciles momentos de la salida de la cueva.
Hoy, según lo que cuenta el periodista británico Cochrane en su libro podemos saber que, si bien el resultado del rescate fue exitoso, la forma en que se llevó a cabo no fue precisamente lo que habían contado entonces.
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