
Un inusual encuentro de jesuitas y masones
El padre Jean-Ives Calvez hablará hoy en la sede de la Gran Logia argentina, al cabo de siglos de agudos enfrentamientos.

El sacerdote jesuita francés Jean-Ives Calvez, profesor del Instituto Católico de París y famoso por sus estudios sobre doctrina social de la Iglesia y sobre el marxismo, disertará hoy, a las 19.30, en el templo de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, en Perón 1242.
La conferencia, que se aguarda con gran expectativa por las discordancias que históricamente han separado a católicos y a masones, se dará en una reunión abierta a personas que no pertenecen a la logia, denominada "tenida blanca".
Según el presidente de la comisión de cultura de la Gran Logia, Luis J. Vincent de Urquiza, "este encuentro entre jesuitas y masones pone de manifiesto la nueva actitud de la Iglesia Católica en el mundo actual, que se convertirá, no dudamos, en un gesto de gran valor simbólico".
Una carta de lectores enviada por el jesuita argentino Ignacio Pérez del Viso, publicada hoy en la página 18, pone de manifiesto los enfrentamientos que ha habido entre la masonería y la Iglesia, y concluye diciendo: "A quienes el pasado ha enfrentado, el futuro puede convocarnos para la defensa de la dignidad humana".
Efectivamente, no han faltado enfrentamientos ni han escaseado las condenas a la masonería por los papas, a partir de la encíclica "In eminenti", de Clemente XII, en 1738.
A la mayor gloria de Dios
Y desde su fundación por San Ignacio de Loyola, en 1522, y su aprobación canónica, en 1540, la Compañía de Jesús se constituyó como una milicia aguerrida especialmente dispuesta a seguir las órdenes del papa reinante "ad maiorem Dei gloriam" (a la mayor gloria de Dios).
Esa línea en la "defensa y dilatación de la santa fe católica" le valieron persecuciones, como la expulsión de España y sus dominios, en 1767, y contradicciones inesperadas, como la disolución por el papa Clemente XIV, en 1773. Pero la orden sobrevivió en Rusia blanca y fue restaurada por Pío VII para toda la Iglesia en 1814.
Tras una etapa mítica que se remite a los constructores de las catedrales medievales -francmasonería, deriva de franc (libre) y maçon (albañil)- y que explica sus símbolos del compás, la escuadra y la plomada, las logias masónicas tomaron una estructura orgánica en Inglaterra a principios del siglo XVIII y se difundieron a otros países. En 1877, la supresión por el Gran Oriente de Francia de la mención al Ser Supremo (el Gran Arquitecto del Universo) motivó su condena por la Gran Logia de Inglaterra. La de Francia se distinguió por una actitud marcadamente anticlerical.
En la Argentina
Las olas de esas corrientes llegaron a estas tierras con las enconadas luchas por temas con trasfondo religioso -como las leyes de registro y de matrimonio civil, o la de enseñanza- en la década del 80. Previamente, en 1875, el encono antirreligioso volcó sus iras contra los jesuitas, con el incendio del Colegio del Salvador, en hechos que La Nación calificó entonces como "verdaderamente criminales, indignos de un pueblo civilizado".
En esa época, altas personalidades de la vida pública participaron en la masonería. En 1868, antes de asumir la presidencia de la Nación, Sarmiento -que sería gran maestre entre 1882 y 1883- dijo: "Llamado por el voto de los pueblos a desempeñar la primera magistratura de una República que es por mayoría del culto católico, necesito tranquilizar a los timoratos que ven en nuestra institución una amenaza a las creencias religiosas".
"Si la masonería ha sido instituida para destruir el culto católico -dijo-, desde ahora declaro que no soy masón. Habiendo sido elevado a los más altos grados conjuntamente con mis hermanos, los generales Mitre y Urquiza (...), si tales designios se ocultan a los más altos grados de la masonería, ésta es la ocasión de manifestar que, o hemos sido engañados miserablemente, o no existen tales designios".
Mitre fue gran maestre en 1893 y 1894, y murió en 1906, habiéndose confesado y recibido los últimos sacramentos de la Iglesia Católica.
Hace tres décadas, circuló aquí el libro "Jesuitas y masones", de Töhötom Nagy, un ex jesuita húngaro que narraba con todo detalle su vida juvenil en la Compañía de Jesús en su país natal pero daba muy pocos datos de su acción masónica en la Argentina. Ultimamente, el misterio que rodea a la masonería parece ceder ante un afán de más amplias relaciones públicas.
Revelación y relativismo
Pero más allá de las relaciones personales entre católicos y masones, ¿ha cambiado el juicio de la Iglesia? Al cabo de seis años de conversaciones con la Confederación de Logias Masónicas, el Episcopado alemán concluyó, en 1980, que es incompatible la pertenencia simultánea a la Iglesia Católica y a la masonería, que "en esencia no ha cambiado". El Gran Arquitecto no es un Dios personal y providente; el relativismo, "una de las convicciones fundamentales" de los masones, no se puede compaginar con la fe de la Revelación cristiana, interpretada por el magisterio de la Iglesia, y la tolerancia, para los masones, "significa aceptar las ideas ajenas, aunque sean contradictorias entre sí, mientras el sentido cristiano de tolerancia se refiere al respeto a las personas".
El Código de Derecho Canónico, promulgado en 1983, no incluyó expresamente una mención a la masonería entre las causales de excomunión. Pero el mismo año, para disipar dudas, la Santa Sede precisó, en un documento firmado por el cardenal Joseph Ratzinger, que quienes se adhieran "a las asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acceder a la santa comunión".