Un hermano de García Belsunce admitió que arrojó el pituto
Fue al leer su indagatoria; dijo desconocer que era una bala
A pesar de estar ausente en el juicio por la muerte de su hermana María Marta García Belsunce por decisión de la Justicia, Juan José Hurtig se hizo oír: reconoció que había arrojado al inodoro un pituto, aunque dijo que no sabía en ese momento que era una de las balas que habían rebotado en el cráneo de su hermana.
Hurtig no puede declarar en ese juicio porque está acusado de encubrimiento del crimen. Pero igualmente quedó incorporada como prueba la declaración que hizo al comienzo de la investigación. Su lectura terminó por desfavorecer a la defensa del único acusado, Carlos Carrascosa, marido de la víctima, que no tuvo oportunidad de repreguntar a Hurtig en la sala de audiencia. Es que Carrascosa está acusado no sólo de ser coautor del crimen y es subsidiariamente responsable de su encubrimiento. A Hurtig se le reprocha haber arrojado la bala luego de consultarlo con el viudo.
"Es verdad que tiramos el pituto, pero no sabíamos que era una bala", había declarado Hurtig, pero fue vehemente en señalar que pensaban que era un soporte de un estante o un elemento dejado en el lugar por los paramédicos que habían atendido a la víctima. Fue el propio hermano de la socióloga quien le dijo luego al fiscal que creía que había arrojado una prueba al inodoro y quien estuvo diez horas con la policía excavando en el pozo ciego hasta hallar el plomo.
En la tercera jornada del juicio, el secretario siguió ayer leyendo las pruebas que el fiscal y la defensa quieren que queden incorporadas en el debate. Una de ellas fue la indagatoria de Hurtig por encubrimiento, al igual que la del médico Juan Gauvry Gordon, uno de los que revisó a la víctima el día de su muerte, el 27 de octubre de 2002, en su casa del country Carmel, y no advirtió las heridas de bala en la cabeza. El proceso no tiene aún la tensión de un juicio con picantes réplicas entre la fiscalía y la defensa, ni filosos interrogatorios a los testigos, pues está en esta etapa preliminar. No obstante, todo lo que se lee será valorado por el tribunal al dictar el veredicto.
Una de las pruebas incorporadas ayer fueron las actas en las que quedaron registradas la serie de trabajos que demandó encontrar el "pitutito" arrojado al inodoro. Una retroexcavadora, un autobomba, un detector de metales y dos días de trabajo demandó a bomberos, encontrarlo. El fiscal Diego Molina Pico cree que Hurtig, Carrascosa y Horacio García Belsunce (h.), el otro hermano de la víctima, se reunieron para decidir deshacerse del plomo.
Por eso, ordenó buscarlo con un detector de metales en el inodoro, que fue destruido, y en la cámara séptica ubicada en el patio lateral de la casa, y no se encontró nada. Los bomberos voluntarios de Pilar llevaron una autobomba con la que tiraron agua a presión por la cañería del inodoro y pusieron una malla en la desembocadura para ver si aparecía la pieza de metal, pero también con resultado negativo. Entonces, utilizaron una retroexcavadora para abrir el pozo ciego de la casa, luego lo desagotaron de líquidos con una bomba y fue un bombero quien se introdujo con una pala para ir extrayendo con un balde muestras de barro y excrementos.
El contenido de ese balde era volcado y desparramado sobre una sábana, por la que los peritos pasaban el detector de metales. Fue en el cuarto balde donde se produjo el esperado hallazgo. El detector sonó y fue el mismo Hurtig quien lo levantó y lo entregó a un experto balístico, quien estableció que era un proyectil de plomo desnudo compatible con una bala calibre 32 largo.
Fue la sexta bala que rebotó en el cráneo de la víctima. Ayer se leyó también la autopsia realizada el 2 de diciembre de 2002, 36 días después del crimen, en que se descubrió que lo se creía que era un accidente en la bañera en realidad se trataba de un asesinato. Carrascosa escuchó en silencio y mirando el piso la descripción de las heridas y el relato de cómo los médicos encontraron 5 proyectiles en el cráneo de su esposa.
También se incorporó el listado de visitantes al Carmel de todos los domingos de agosto a diciembre de 2002. Con esta prueba, Molina Pico intentó demostrar que la kinesióloga Beatriz Michelini, acusada de encubrimiento, ingresaba sin que los custodios pidieran permiso, excepto el día que mataron a María Marta. El tribunal ordenó, además, que la Suprema Corte bonaerense realizara un sumario para investigar cómo se filtró a la prensa un video de la autopsia de la víctima.
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