Un ciudadano del mundo y un militante comprometido
Es imposible hablar de Oscar Niemeyer, arquitecto, sin hablar del hombre apasionado, del artista genial, del militante comprometido. Entró en la historia grande de la arquitectura por su extraordinaria capacidad para reelaborar la arquitectura del Movimiento Moderno en clave brasileña.
Cuando se lo consultaba por las características de su obra, él respondía: "No es el ángulo recto el que me atrae ni la línea recta, dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer amada".
Así fue como en Belo Horizonte, Río y San Pablo fue surgiendo una arquitectura que se transformó en la identidad del Brasil moderno, que se consolidó con la construcción de Brasilia, su nueva capital. Esta ciudad diseñada de acuerdo con los esquemáticos preceptos del urbanismo de su época. Con edificios pensados como pabellones aislados sobre el espacio verde, carente por completo de la vitalidad, el color y la alegría que caracterizan las calles de las demás ciudades brasileñas. Ha entrado en la historia por la extraordinaria calidad arquitectónica de sus edificios: el Palacio de Gobierno, la Sede de la Legislatura, los tribunales y ministerios, todos diseñados por Niemeyer. Hasta la catedral, donde demostró cómo un convencido comunista era capaz de crear uno de los templos más conmovedores de la historia, como ya lo había hecho, en otra escala, pero con la misma genialidad, en el proyecto de la Iglesia de San Francisco de Asís en Pampulha.
Así era Niemeyer, un ciudadano del mundo, maestro reconocido internacionalmente, pero que viajaba muy poco... por su miedo a los aviones, uno de los más grandes arquitectos de la historia, que decía: "Para mí la arquitectura no es lo más importante. Importantes son la familia, los amigos y este mundo injusto que debemos modificar".
Un hombre de talento extraordinario que empezó muy joven cuando, siendo estudiante, deslumbró a Le Corbusier con sus dibujos y se mantuvo activo hasta el último de sus días. Celebró su cien años inaugurando obras y concluyó a los ciento tres la magnífica obra del Palacio de la Música que próximamente se inaugurará en la costa de Rosario, sobre las barrancas del Paraná. Una vida larga y productiva, una obra y un ejemplo del que todos los arquitectos tendremos mucho por aprender.
Probablemente todo parezca igual hoy en Copacabana, con el mar bañando la playa y la arena reflejando el sol brillante que anuncia la proximidad del verano. Sin embargo, un luminoso estudio, situado en un piso alto frente al mar, habrá quedado vacío. Se ha ido Oscar Niemeyer, un maestro, un gran hombre, un genio de la arquitectura. Nos deja como legado sus obras, sus enseñanzas, su ejemplo.
Hoy, en todo el mundo, los arquitectos lo despedimos con emoción.
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