"Un capítulo más y después me voy a dormir", una gran mentira
Malditas plataformas de streaming, me cambiaron la vida. Me quitaron horas de sueños. Sí, lo reconozco: formo parte de ese casi 75% de porteños que se queda despierto hasta más tarde de lo habitual por culpa de las series.
Mi vida era mucho mejor antes, sin ellas. Ahora, las noches son más extensas, maratónicas y mensurables por ese patrón subjetivo de "veo un capítulo más y después me voy a dormir". Pero nunca, lamento mentirme, es uno solo. Generalmente pueden ser dos o, si el "gancho" final de un episodio funciona, un número superior.
¿Acaso a nadie le pasó por la cabeza que en el tren de seguir viendo capítulos, se pierde hasta tal punto la noción del tiempo, que cuando se mira el reloj sólo restan un par de horas para el amanecer? Literalmente, las series desvelan.
O provocan algo aún peor. Como pasar un domingo soleado -de esos que piden a gritos salir a correr o hacer alguna actividad física-, encerrado para mirar en unas 10 horas una temporada completa de una serie. Sí, una suerte de conducta que reafirmaría aún más los alarmantes resultados sobre el sedentarismo que elabora la Organización Mundial de la Salud. Por suerte, en los últimos días la culpa fue menor: la lluvia y el frío estuvieron a mi favor.
A veces trato de ponerme algunos límites: sólo dos horas por día... Tal vez, tres. Está bien, lo admito: soy una persona flexible. Y en este terreno, las restricciones no parecen funcionar con la efectividad deseada.
¿Qué es lo que genera este nivel de "serieadicción"? ¿Por qué, a pesar de maldecirnos a la mañana siguiente con el sueño a maltraer, reincidimos en retardar la hora de irnos a dormir? Tengo una teoría: no debe haber acto más genuino y primitivo, en el mejor de los sentidos, que relajarnos a la espera de que nos cuenten una historia. Y mucho mejor cuando el relato está lleno de misterios, secretos, personajes estrafalarios y disputas de poder que nos alejen un poco de la realidad, en la Argentina, que a veces hostiga. Es eso lo que me impulsa a transformar una frase en mi mantra que casi nunca cumplo: "Un capítulo más y después me voy a dormir".