Un argentino premiado por National Geographic fue reconocido por World Press Photo por su trabajo con comunidades mapuches
Pablo Piovano pasó más de cinco años retratando el día a día de una de las poblaciones más antiguas de América Latina; se llevó el galardón máximo en la categoría “Proyectos de largo plazo”
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El proyecto “El regreso de las voces antiguas”, del fotógrafo argentino Pablo Piovano, fue reconocido entre más de 60 mil aplicaciones alrededor del mundo como el mejor de la sección “Proyectos a largo plazo” del concurso organizado por la reconocida organización World Press Photo. Allí, retrató la cotidianeidad de numerosas comunidades mapuche en el centro y sur de Chile y la Argentina.
“La idea surgió al tratar de poner sobre la mesa algo que no tiene justicia narrativa. Partí desde una perspectiva antigua, para así poder aportar un poco de claridad”, explicó el fotoperiodista, en diálogo con LA NACION.
Con la ayuda de una beca a narradores visuales que le fue otorgada por National Geographic y el premio de la revista alemana de divulgación científica y cultural “Geo”, Piovano pasó los últimos cinco años ganándose la confianza de los habitantes de la región. De esta forma, transcurrió días entendiendo el funcionamiento de las comunidades Roble Carimallin, Temucuicui, Butaco y otras más pequeñas de la zona.
“Fui hacia allá casi sin pensarlo, y me llevó un tiempo tejer contactos. Fue necesario conversar mucho, aprender, entender qué pasaba, para después poder levantar la cámara y lograr mostrar la resistencia y el despertar de una cultura milenaria que me resultó muy interesante y me conmovió”, detalló.
El jurado del concurso -uno de los más prestigiosos a nivel mundial en la profesión- está conformado por fotógrafos de distintas partes del mundo, quienes coincidieron en que el trabajo de Piovano “es un retrato convincente de las luchas indígenas” que, a su vez, “desafía los estereotipos”. “La historia resuena en toda la región, enfatizando el valor de los Mapuches en sus batallas contra los gobiernos y las industrias extractivas, y subraya la necesidad de una representación y un reconocimiento más amplio de parte de la sociedad”, consideraron.
Un viaje a la comunidad
“El escritorio y el campo tienen bastante distancia entre sí”, analizó Piovano, sobre cómo fue lo que se encontró al llegar a este paraje en la Patagonia. “Uno llega a través de un contacto, y ahí te vas encontrando con historias que se vuelven más profundas. Me interesa narrar las complejidades de forma que no sea simplista, porque no creo en eso de ‘ser la voz’ de nadie”, agregó.
De esta forma, Piovano cuestionó la hipótesis de que el periodismo es “la voz de los que no tienen voz”, ya que las propias interpretaciones de los individuos hacen que las historias sean traducidas a partir de lo que cada uno entiende. En el caso de los mapuches que retrató, dijo que la sociedad “partió de una historia en la que mamó una mentira”. “Los libros de historia que nos enseñaron en la primaria no se condicen con la verdad, ninguno habla del genocidio que implicó la fundación de los estados argentino y chileno”, dijo.
Y sumó: “La historia también es restaurar la verdad histórica que es escrita por los vencedores y no siempre se condice con lo que fue”.
En los últimos años, el conflicto mapuche dejó de ser una cuestión meramente territorial y pasó a convertirse también en la lucha de una comunidad por mantener vivas sus costumbres, su lenguaje y una cultura que lleva allí cientos de años. La globalización y la busca de reconocimiento de identidad cultural por parte del Estado hacen que día tras día esta población tenga que esforzarse en mantenerse vigente, sobre todo entre los jóvenes.
“Este es un momento en el cual se está recuperando la lengua. Todos hablan español y pocos mapudungun. Este dialecto murió durante la generación de hombres que fueron perseguidos cuando [Augusto] Pinochet ordenó la reducción de tierras, y, por lo tanto, decidieron no compartirla con sus hijos para protegerlos”. El mapudungun -también llamado “araucano”- es el idioma original de los mapuches, que cuenta con una curiosa característica: no tiene una ortografía determinada. Es decir que, al transmitirse de forma oral y no escrita, es correcto gramaticalmente de cualquier forma en que se lo utilice.
Sin embargo, y debido a un amplio movimiento de recuperación cultural que surgió en los últimos años y a través de las nuevas generaciones, Piovano destacó que la cultura mapuche “está empezando a florecer”. “Muchos jóvenes están aprendiendo a hablar su lengua nativa de nuevo, y se está dando un gran restablecimiento histórico en muchos territorios”, cerró.
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