Coronavirus en la Argentina. “Un año de clases perdido”: ¿Cuánto tiempo le llevará a los chicos recuperar los aprendizajes?
Queda por delante el último trimestre lectivo, y la posibilidad de que los alumnos no vuelvan a pisar la escuela hasta el último día de clases en muchas regiones del país, como podría suceder en el AMBA de acuerdo con la situación epidemiológica, deja un sabor amargo y una frase que se escucha cada vez más: "es un año perdido". ¿Cuánto tiempo llevará recuperar los aprendizajes? ¿Cuál es el impacto académico, emocional y hasta económico que la interrupción de la presencialidad dejará en los estudiantes a futuro?
Rita Rivas está en primer grado, y dice que no le gusta la escuela por Zoom. Luciana, su madre, también está frustrada, y confiesa que por más que intenta motivarla y ayudarla a dar los primeros pasos en la alfabetización, siente que su hija no pudo seguir el ritmo, como si hubiera quedado estancada en sala de cinco. Desde el punto de vista académico, explican los expertos, hay aprendizajes que se pueden ver más afectados que otros, y sobre todo en los estudiantes que este año iniciaron un nivel, ya sea primaria o secundaria, o los que están por culminar un ciclo.
En el caso de Rita, como explica Claudia Romero, profesora e investigadora a tiempo completo del área de Educación de la Universidad Di Tella, el método didáctico que se usa para aprender a escribir en la Argentina tiene un enfoque constructivista, interactivo y eminentemente social."Se aprende a escribir viendo escribir a otros chicos, algo que es muy difícil de replicar a la distancia. Lo que se perdió es la esencia de la experiencia escolar, que se caracteriza por un encuentro entre pares y con adultos que no forman parte de la familia. El aislamiento es todo lo contrario, y los daños en la trayectoria individual de cada chico son aún difíciles de medir. En dos años habrá estudiantes que quizá recuperen el contenido que no pudieron incorporar, y habrá otros chicos que lo perdieron todo. Ya hay algunas evidencias, porque sabemos que alrededor de un millón de alumnos no tuvieron ningún tipo de contacto con la escuela en todos estos meses, y en esos casos los daños provocados pueden ser irreparables".
"Mañana Ignasi arranca las clases, crucemos los dedos", escribió el domingo pasado Victoria Saubidet, que vive en España, en el chat que comparte con sus amigas porteñas. Anteayer, emocionados, con barbijo y protocolos mediante, millones de estudiantes europeos regresaron a la escuela."Acá acaban de cerrar el colegio de Lisa por un caso de Covid", escribió otra que vive en París. Hasta que llegó la respuesta de una integrante local: "Bueno, al menos volvieron al cole, acá tuvimos la reunión de padres la semana pasada y nos dijeron que los chicos no vuelven este año, que vamos a seguir así, a la distancia", dijo resignada Karina Mulet, madre de tres varones en edad escolar, de 6, 9 y 16 años.
La misma sensación comparte Francisco Proasi, que tiene tres hijos de 4, 8 y 10 años. "No solamente siento que perdieron en términos de aprendizaje. Es un año de escuela perdido, que significa mucho más que la incorporación de nuevos contenidos. No hay medio virtual que pueda reemplazar ese vínculo que se forma en la escuela con los compañeros y los docentes, y no se me ocurre cómo podrán resolver esta situación si las escuelas siguen cerradas".
Sacarle jugo a la autonomía ganada
Para Irene Kit, referente del Observatorio Argentinos por la Educación y especialista en fracaso escolar, el agotamiento que suele caracterizar a esta época del año se agiganta en esta situación inédita, en cuarentena desde hace seis meses y con los chicos en casa. "La sensación de año perdido se acrecienta si la comparamos con la lista de contenidos que se supone están establecidos para, por ejemplo, segundo año de secundaria. Pero tal vez, situarnos en otro ángulo puede ayudarnos puede ayudar a una percepción más esperanzadora si es que logramos liderar el proceso que desencadena. Sin duda, padres y estudiantes se han reconocido en esta situación peculiar, y los alumnos habrán ganado, en mayor o menor medida, algún grado de autonomía", dice Kit, y apunta que sobre esa base, sería posible animarse a dar un salto potente hacia el desarrollo de capacidades que brinden un cierre un poco más motivador, aun con las escuelas cerradas.
"A fines del año pasado, los resultados de las pruebas PISA 2018 ocuparon fugazmente los titulares de los diarios. La mitad de los estudiantes de 15 años tiene dificultades para extraer información de un texto, interpretarla y poder explicar sus estrategias de lectura. Un tercio tampoco demostró habilidades para encontrar soluciones y estrategias matemáticas. PISA no evalúa contenidos sino que busca estimar de qué manera los estudiantes pueden aplicar situaciones plausibles de la vida real, poner en práctica esas capacidades de lectura y matemática desarrolladas a lo largo de los años de escolaridad acumulados. Sería posible, por ejemplo, que la tarea solicitada de aquí a fin de año fuera encontrar un tema de interés de los estudiantes, guiarlos para leer sistemáticamente durante los meses que restan, y pedirles que escriban textos en formatos diversos, desde cuentos hasta infografías. También que busquen y organicen información cuantitativa que corresponda: desde la clasificación de un club de fútbol hasta las estadísticas de las playlist de sus cantantes favoritos. La lógica matemática está presente de innumerables maneras", propone la experta.
Guillermo Legnazzi es el rector del Instituto secundario Sendas Verdes, un colegio privado en Longchamps al que asisten 270 alumnos, la mayoría de un nivel socioeconómico de clase media. Por experiencia, sabe que mantener el interés de los adolescentes no le resulta sencillo, y mucho menos en este contexto virtual. Por un lado, dice, la decisión oficial de unificar los años lectivos 2020 y 2021 fue decodificado como un "pasan todos", y la respuesta de los alumnos, sea con la entrega de tareas o la asistencia a las clases por Zoom bajó de manera considerable el último mes.
"Cuesta mucho motivarlos, y los más grandes están preocupados por su futuro. No saben si van a poder entrar a la universidad, y eso los desestabiliza. Cuando el gobernador [por Axel Kicillof] dijo que no pensaba reabrir las escuelas hasta que no haya una vacuna, al día siguiente no se conectó casi nadie. Desde la escuela tratamos de estar cerca, los llamamos, le mandamos mails de forma personalizada, pero la distancia es una barrera", reconoce el directivo, que también es profesor en otras dos escuelas porteñas, donde el panorama es muy similar.
Tres meses sin escuela pueden equivaler a un año y medio de retraso
Sobre la interrupción de la escolaridad presencial, y en referencia a las consecuencias propiamente educativas, Santiago Bellomo, vicedecano de la Escuela de Educación de la Universidad Austral, distingue dos tipos de brechas o márgenes. Por un lado, el margen intensivo, que tiene que ver con el caudal de aprendizaje que se perdió en estos meses, compensada de manera parcial por la enseñanza remota de emergencia. "Este margen es el que menos debe preocuparnos, ya que con diferencias según la edad sus efectos no son tan profundos, y por lo tanto más remediables. Pero para remediar esa pérdida habrá que realizar evaluaciones de resultados, y no solo de procesos [como las actuales y determinadas por el Ministerio de Educación de la Nación] para diagnosticar la situación de cada alumno y trazar planes compensatorios. Esta ingeniería se está aplicando en países como España, Alemania o Gran Bretaña, pero exige una voluntad, capacidad técnica y financiamiento que nuestro sistema tal vez no logre desplegar, sobre todo en los ámbitos que más se necesita", reflexiona Bellomo.
Sin embargo, lo que más le preocupa a Bellomo, es la brecha que se abre en los márgenes extensivos, que tienen que ver con la cantidad de alumnos que lograron sostener algún tipo de vínculo educativo, incluso a pesar de haber deteriorado su capacidad de aprendizaje intensivo. "Los que vivieron interrupciones durante varios meses, podrán llegar a compensar la brecha intensiva, pero estarán expuestos a mayores riesgos en el largo plazo. Como ejemplo, el experto menciona que las simulaciones realizadas en países avanzados, que participan del programa PISA, sugieren que, de no existir una tarea de remediación, la pérdida de tres meses en tercer grado podría resultar en un retraso tal que el 72% de los estudiantes correrá el riesgo de haber retrasado su capacidad de aprendizaje siete años más tarde.
"Algunos estudios remiten a experiencias previas, como las de Pakistán, que en 2005 vivió interrupciones prolongadas a causa de los terremotos. Las escuelas de las áreas afectadas cerraron por algo más de tres meses. Cuatro años después, esos alumnos no registraban un atraso de tres meses, sino el equivalente a un año y medio, en comparación con los estudiantes de las áreas no afectadas por la catástrofe", apunta Bellomo.
Vínculos empobrecidos y fatiga anímica
Además, la falta de continuidad repercute, según coinciden los expertos y las familias, en la desvinculación emocional. "Pese al enorme esfuerzo de todos, los vínculos entre alumnos y docentes, y también entre compañeros, quedaron empobrecidos. Reducidos a un cuadradito de la pantalla con escaso intercambio y un desgano cada día mayor", sostiene la psicóloga Susana Kuras Mauer, que atiende a niños y adolescentes con cambios bruscos de humor, desgano, angustia, trastornos del sueño y comportamientos alimentarios alterados, entre algunas de las manifestaciones psíquicas de estos tiempos de cuarentena extendida por meses.
"Un estado que llamo de astenia psíquica, que se presenta como una fatiga anímica con falta de interés y entusiasmo, que constituye uno de los malestares predominantes a esta altura del año. Es que la vida hogareña acumula tensiones por estar superpoblada, el control de cantidades de trabajos prácticos no entregados tensa la convivencia, y lógicamente la estabilidad emocional de todos se va perdiendo", agrega.
Pérdidas. Héctor Torres, director de la Escuela rural 279 "Abdon Castro Tolay", en el departamento Cochinoca, en Jujuy, no solamente siente que se quebró el vínculo emocional con sus alumnos. En medio de la puna, la única herramienta de conexión posible, cuando hay señal que lo permita, es el WhatsApp. "Estábamos con una respuesta de casi el 80% de los chicos en el mes de junio. Después se fue desgranando, y en estos momentos en que la situación provincial está más complicada tenemos un 50% de alumnos que siguen en contacto. No es fácil para ellos. Muchos se fueron con sus padres al campo a trabajar en los corrales, y no supe nada más". Un año perdido, o un daño irreparable.
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