Tuvo un cuadro de Covid leve, pero cuando se recuperó, una secuela le afectó la médula y casi queda paralítica
Samanta Rouys tiene 42 años; es una de las pocas personas en el mundo a la que el SARS-CoV-2 le provocó una mielitis transversa
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“Cuando miro para atrás siento angustia, miedo. No sé por qué me tocó a mí. Pero a la vez pienso: ‘Menos mal que me tocó a mí y no a una persona más débil o más grande o con alguna otra patología preexistente’”, resume Samanta Rouys, una mujer de 42 años que, a raíz de haber tenido Covid-19, desarrolló una mielitis transversa que casi la deja paralítica.
En una entrevista con LA NACION, la mujer contó el calvario que vivió ante el inusual síntoma post Covid-19, del que se identificaron muy pocos casos a nivel mundial.
“Yo me contagié de coronavirus el 18 de marzo. Tres días antes se había contagiado mi novio. No sabemos si fue en el gimnasio o dónde. No habíamos sido contacto estrecho de nadie. No tenía ninguna dosis de vacuna. Los primeros días lo cuidé a mi novio que tenía tos y fiebre y al tercer día comencé yo. A mí me agarró muchísimo más fuerte. Tuve todos los síntomas, menos tos o problemas en los pulmones. Es decir, tuve todos y otros más”, contó Samanta, y detalló: “Cansancio, dolor de cabeza terrible, dolor de todo el cuerpo, perdida de gusto y olfato. Pero después me aparecieron otros síntomas no tan comunes. Primero me picaba la piel. Luego sentía como que quemaba la piel, como si me hubiese quemado al sol. No aguantaba ni la ropa. Era insoportable. Pero nunca me internaron”.
Según la mujer, ahí comenzó una especie de falta de conexión con el personal de salud que la atendía: “Cada cosa nueva que decía que sentía, los médicos me decían que era por la Covid-19. Que había muchos síntomas nuevos. Mi sensación era que no sabían. Es decir, que solo sabían los síntomas más comunes, pero cuando les decía que me picaba o quemaba la piel no sabían qué hacer. Hubo un día que me sentí tan mal que pedí por favor que me dieran un corticoide. Me lo dieron, me sentí mejor, pero a la noche fue peor porque hasta me hizo alucinar”.
El hormigueo en las piernas, el primer síntoma de la mielitis
“Después comencé a sentir hormigueo en las piernas. Desde esto ya había pasado un mes. Ya se me estaban yendo los síntomas de la Covid-19 y comencé con esto en las piernas. Primero eran hormigueos en las piernas y los pies. Yo ya había recibido el alta de la enfermedad, pero me seguía sintiendo mal”, explicó la mujer, y agregó: “Al principio al hormigueo lo sentía, en principio, cuando me iba a acostar. Previo a que me enferme nunca me había pasado de tener dolores corporales, siempre hice una vida sana y deportiva”.
Samanta recordó: “El tema de las piernas fue avanzando. Después del hormigueo, la empecé a sentir floja cuando me levantaba. Todo fue en aumento. Cada vez caminaba peor. La pierna derecha cada vez tenía más síntomas. Cada día que me levantaba, estaba peor y la pierna me respondía menos. Empecé a sentir que esto no era por una disminución muscular por la Covid-19. Empecé a darme cuenta de que tenía la pierna como espástica y para mí eso era algo neurológico”.
“Sin embargo, cuando iba a las guardias de varias clínicas, la respuesta de los médicos era que se debía a la disminución muscular post Covid-19. En una de esas visitas me atendió una médica clínica, que me derivó a una traumatóloga que también decía que era una disminución muscular. Yo sentía que me hablaba con un librito y no me miraba. Incluso, me dijo que lo que tenía que hacer era empezar a salir a correr”, contó angustiada, y agregó: “El día que me dijeron eso, yo había ido con mi novio porque me apoyaba en él, porque no podía caminar sola. Estaba cada vez peor, arrastraba la pierna y me tambaleaba. Yo insistía que era algo neurológico, pero no me prestó atención y me dio una vitamina y me dijo que volviera a mi casa”.
El calvario siguió a raíz de las restricciones impuestas para prácticas médicas por la segunda ola del coronavirus en el país. “Empecé a llamar a diferentes lugares para pedir un turno para que me atiendan y recién me daban fecha para junio. Es decir, dos meses. Yo me daba cuenta que, en dos meses, no iba a caminar más. Iba a las guardias y me decían siempre lo mismo. Pasaron dos días y me largué a llorar. Me agarró una angustia porque yo veía que no iba a poder caminar”, dijo Samanta.
El quiebre se dio a través de un contacto con un médico que estaba al frente de un equipo de atención post Covid-19. “Un amigo me consiguió el teléfono de un médico al que le escribí y le expliqué mi cuadro y me dijo que fuera a la clínica en ese mismo momento y llevara ropa por si tenía que quedarme. Con los estudios que me hicieron se dieron cuenta que lo que tenía era una mielitis transversa y que había sido provocada por el virus de la Covid-19. No es que coincidió, sino que pudieron determinar que era un síntoma post Covid-19″, contó la mujer.
“Lo que hizo el Covid-19, según me explicaron, es provocar una reacción autoinmune en mi cuerpo. Me hicieron infinidad de estudios, para ver si la mielitis era por algún otro virus, pero no encontraron nada. El único virus que había entrado en mi cuerpo era el SARS-CoV-2″, explicó Samanta, y agregó: “Lo que se dieron cuenta es que la mielitis transversa me había provocado tres lesiones en la médula y eso provocaba lo que me pasaba en la pierna. Tenía movimientos espásticos. Era algo terrible”.
La mielitis transversa es una enfermedad que afecta a la mielina de la médula, que es la membrana que la recubre, y en general sucede después de una infección viral o por otras enfermedades autoinmunes como por ejemplo la esclerosis múltiple. Este trastorno neurológico a menudo daña el material aislante que cubre las fibras de las células nerviosas (mielina).
La mujer detalló que la internación duró cinco días. “Me hicieron mil estudios, incluso para ver si en el líquido cefalorraquideo había Covid-19 activo, pero no lo tenía. Durante cinco días me dieron pulsos de corticoides durante 30 minutos cada día. Cada día que iba pasando, yo iba teniendo mejorías en la pierna”, recordó y sumó: “De la clínica pude salir caminando, pero con una gran disminución de masa muscular, así que tuve que comenzar a hacer rehabilitación y kinesiología orientada en neurología”.
“Día a día la médula se fue desinflamando. Ya llevo tres meses y, mes a mes, me fui sintiendo mejor, pero aún tengo secuelas. Por ejemplo, cuando agacho la cabeza, me agarra un hormigueo o descargas eléctricas desde la columna hasta los pies. Es leve, pero es algo que se irá yendo con el tiempo. En la última resonancia ya salió que tengo la médula sana y no estaba inflamada. Estamos viendo si con el tiempo se normalizará del todo o será una secuela permanente”, aseguró Samanta.
“Que mi caso sirva para que a otros no les pase”
“Yo la pasé muy mal porque sentía que ningún médico me escuchaba. Eso me generaba mucha angustia. Eso fue lo peor. El día que Enrique Baldessari (Jefe del departamento de Medicina Interna y responsable del Programa de atención integral post Covid de la Fundación Favaloro) me dijo que fuera y me metió adentro de un resonador, yo le daba gracias a Dios por estar ahí. Recién ahí me sentí protegida y que me estaban cuidando. Más allá de cuál fuera el resultado de esa resonancia, sentí que era escuchada”, aseguró la mujer, que volvió a sonreír.
Samanta reflexionó: “Esa falta de escucha, ya sea por cansancio o desconocimiento, hizo que todo esto se agravara. Estuve semanas sin que me atendieran mientras la mielitis transversal avanzaba. Me agarraron en el momento justo. ¿Qué pasaba si no me contactaba con este médico? Cuando pasó todo esto, me dijo que iba a presentar en una revista médica mi caso. Yo le dije que estaba de acuerdo y que quería que se sepa para que a otras personas no les pase lo mismo. Esto de no sentirse escuchados. Si los médicos saben que esto existe, por ahí te escuchan. Yo tuve la suerte de llegar a un lugar donde no solo me escucharon y me hicieron miles de estudios, sino que me sostuvieron desde lo emocional. Que en ese momento yo estaba muy angustiada por la incertidumbre y el estado en el estaba cuando entré”.
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