Taylor Little, de 21 años, hace parte de una gran demanda contra cuatro gigantes tecnológicas que alega que el diseño de las redes sociales es nocivo para los menores.
Cientos de familias están demandando a algunas de las empresas tecnológicas más grandes del mundo porque, según afirman, exponen deliberadamente a los niños a productos nocivos. Una de las demandantes explica por qué se enfrenta al poder de Silicon Valley.
Taylor Little tiene 21 años y utiliza pronombres neutros.
"Me vi literalmente atrapada por la adicción a los 12 años. Y no recuperé mi vida en toda mi adolescencia".
Su adicción eran las redes sociales, y eso la llevó a varios intentos de suicidio y años de depresión.
Describe a las empresas tecnológicas como "grandes monstruos malvados".
En su opinión, las empresas ponen conscientemente en manos de los niños productos altamente adictivos y perjudiciales.
Por eso Taylor y cientos de familias estadounidenses están demandando a cuatro de las mayores empresas tecnológicas del mundo.
Diseño nocivo
La demanda contra Meta (propietaria de Facebook e Instagram), TikTok, Google y Snap Inc (propietaria de Snapchat) es una de las más grandes jamás presentadas contra Silicon Valley.
Entre los demandantes hay familias comunes y corrientes, y distritos escolares de todo Estados Unidos.
Alegan que las plataformas son perjudiciales por su diseño.
Los abogados de las familias creen que el caso de la estudiante británica de 14 años Molly Russell es un ejemplo importante de los daños potenciales a los que se enfrentan los menores.
El año pasado los abogados de la adolescente siguieron por videoconferencia desde Washington la investigación sobre la muerte de esta, en busca de pruebas que pudieran utilizar en la demanda estadounidense.
El nombre de Molly se menciona una docena de veces en la demanda principal interpuesta ante una corte de California.
La semana pasada, las familias del caso recibieron un importante espaldarazo cuando un juez federal dictaminó que las empresas no podían ampararse en la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense, que protege la libertad de expresión, para bloquear la demanda.
El juez también dictaminó que la sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones, que establece que las plataformas no son editoriales, no otorga a las empresas una protección general.
El juez dictaminó que, por ejemplo, la falta de una verificación de edad "robusta" y unos controles parentales deficientes, según argumentan las familias, no son cuestiones de libertad de expresión.
Los abogados de las familias calificaron la decisión como una "victoria significativa".
Las empresas aseguran que las acusaciones no son ciertas y tienen intención de defenderse con contundencia.
“Era como tener síndrome de abstinencia”
Taylor, que vive en Colorado, cuenta que antes de tener su primer smartphone era una persona deportista y extrovertida, que participaba en danza y teatro.
"Si me quitaban el teléfono, era como tener síndrome de abstinencia. Era insoportable. Literalmente, cuando digo que era adictivo, no quiero decir que me creara un mal hábito. Quiero decir que mi cuerpo y mi mente lo ansiaban".
Taylor recuerda la primera notificación de redes sociales en la que hizo clic.
Era la página personal de autolesiones de alguien, que mostraba imágenes gráficas de heridas y cortes.
"Cuando tenía 11 años, hice clic en una página y me apareció eso sin ninguna advertencia. No, no lo busqué. No lo pedí. Todavía puedo verlo. Tengo 21 años y todavía puedo verlo".
Taylor también lidió con contenidos relacionados con la imagen corporal y los trastornos alimentarios.
"Era como una secta. Se sentía como una secta. Te bombardean constantemente con fotografías de un cuerpo que no puedes tener sin morir".
"No puedes escapar de eso".
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Los abogados de Taylor y los demás demandantes han adoptado un enfoque novedoso en el litigio, centrándose en el diseño de las plataformas y no en publicaciones, comentarios o imágenes puntuales.
Afirman que las aplicaciones contienen características en su diseño que causan adicción y daños.
"Simplemente no es cierto"
Meta emitió un comunicado diciendo: "Nuestros pensamientos están con las familias representadas en estas denuncias".
"Queremos asegurar a todos los padres que tenemos sus intereses en el corazón en el trabajo que estamos haciendo para proporcionar a los adolescentes experiencias seguras y de apoyo en línea".
TikTok declinó hacer comentarios.
Google nos dijo: "Las acusaciones en estas denuncias simplemente no son ciertas. Proteger a los niños a través de nuestras plataformas siempre ha sido fundamental para nuestro trabajo."
Y Snapchat dijo que su plataforma "fue diseñada para eliminar la presión de ser perfecto. Examinamos todo el contenido antes de que pueda llegar a una gran audiencia para evitar la propagación de cualquier cosa que pueda ser perjudicial."
Molly Russell
Taylor conoce muy bien la historia de Molly Russell, una joven del noroeste de Londres que se quitó la vida tras verse expuesta a un sinfín de contenidos negativos y deprimentes en Instagram.
La investigación sobre su muerte determinó que falleció "mientras sufría depresión y los efectos negativos del contenido en línea".
Taylor dice que sus historias son muy similares.
"Me siento increíblemente afortunade de haber sobrevivido. Y mi corazón se rompe de una forma que no puedo expresar con palabras por gente como Molly".
"Soy feliz. Realmente me encanta mi vida. Estoy en un lugar al que no pensé que llegaría".
Por eso, Taylor tiene toda la determinación de seguir adelante con la acción legal.
"Ellos saben que nos estamos muriendo. No les importa. Ganan dinero con nuestra muerte."
"Toda la esperanza que tengo de que mejoren las redes sociales depende por completo de que ganemos y les obliguemos a hacerlo, porque nunca, nunca, nunca van a elegir hacerlo".
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