Turismo con guantes y cascos. El curioso mundo que atesora una caverna milenaria
En el país hay apenas dos habilitadas al público, una queda en el Valle de Punilla; se ingresa con guías certificados y se usa indumentaria especial para un recorrido de 90 minutos
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CÓRDOBA.- Los especialistas en geología aseguran que “el sexto continente por descubrir es el mundo subterráneo”. Córdoba ofrece la posibilidad de empezar a hacerlo. En toda la Argentina hay dos cavernas -entre unas 400 registradas- habilitadas para el turismo. Una está en el Valle de Punilla, a unos ocho kilómetros de la ciudad de La Falda, es la de Los Sauces. La otra, es la de Las Brujas, en Malargüe (Mendoza). “Estamos entrando al vientre de la madre tierra, hay que hacerlo relajados, disfrutarlo”, dice la espeleóloga y dueña de la cordobesa, Alicia Vinovo.
Durante 90 minutos, en grupos que no superan las diez personas, se recorren las seis salas, unidas por pasadizos muy estrechos, de Los Sauces. Siempre en compañía de guías certificados y con equipamiento y luces que proveen ellos. Antes o después, los visitantes pueden disfrutar del predio de 1.400 metros para pasear, hacer un picnic o simplemente relajarse y contemplar la naturaleza.
Las cavernas cordobesas -igual que todas- son naturales, más allá de que viendo las figuras talladas por el agua, el paseante dude de que no haya intervenido la mano de un artista. Por esos lugares hace unos 300 millones de años transcurrieron ríos subterráneos muy caudalosos que fueron “puliendo y excavando” el carbonato de calcio.
“El agua creó un laberinto adentro de la montaña -precisa Vinovo a LA NACION-. La parte subterránea es un mundo que permite entender la superficie. Hay zonas afóticas, es decir con luz cero pero el agua dejó rastros de su paso, hay espeleotemas que son las estalactitas, coralinas y estalagmitas que se fueron formando y que constituyen un espacio mágico”.
Hace unos 50 años en una parte de esos terrenos funcionaba una cantera de carbonato de calcio que fue explotada hasta los ‘80. La familia de Vinovo, que tenía animales en las tierras de al lado, compraron y se dieron con que estaban estas cavernas que durante años estuvieron “herméticamente cerradas”.
En 1999 comenzaron a explorarlas y en 2006 la habilitaron al turismo (permiso que se renueva anualmente tras una inspección). Antes hicieron el estudio de impacto ambiental que permitió determinar el nivel de estabilidad y humedad. La exploración les permitió hacer un mapeo y establecer los circuitos para los turistas.
“Hay ornamentaciones que la gente, cuando las ve, no puede creer que sean naturales”, insiste Vinovo. Además, Los Sauces cuentan con un laboratorio y un área cerrada para los visitantes donde se realizan capacitaciones de rescates en espacios reducidos. Trabajan con profesionales de Chile, Brasil y Estados Unidos.
Vinovo señala que en su familia son espeleólogos “adoptivos”. “Primero tuvimos la caverna y después nos formamos, estudiamos”, añade. Para ella es una pasión y define a la caverna como su “lugar en el mundo”.
Igual que hace con quienes llegan para el recorrido, grafica que la caverna es como un “gigante” queso Gruyere al que cortaron de manera transversal y “aparecieron los agujeros”. Todas las figuras que se pueden observar están formadas por carbonato de calcio en sus diferentes etapas en las que va tomando diferentes colores hasta ponerse blanco.
“Caminar en las cavernas es meterse a las entrañas de la tierra y es otro mundo, es mágico; es como un hacerse un ‘reseteado’”, enfatiza. El recorrido solo puede realizarse con guías matriculados (renuevan anualmente sus créditos). Los visitantes admitidos son los de entre 5 y 60 años. No permiten el ingreso de embarazadas (“por extrema precaución”) y, por supuesto, no es un lugar para quienes sufren de claustrofobia o para “personas de tamaño corporal grande”.
Hay pasillos muy estrechos por donde se avanza agachado, de rodillas o hasta sentado; después están las “salas” que son más amplias. “Todo es seguro, no hay riesgos”, ratifica. Con overol, guantes, casco y luces entregados por los guías, los visitantes deben asegurarse de estar con “calzado cómodo”.
“La visita es una experiencia única, todos salen encantados”, define Vinovo. Los horarios se acuerdan directamente con los guías y se pueden hacer, incluso visitas nocturnas.
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