Túneles, geodas y una casualidad: la historia del pueblo misionero que vive de las piedras semipreciosas
En Wanda, al norte de la provincia de Misiones, la vida gira alrededor del yacimiento donde se extrae una variedad de piedras, entre las que se destaca la amatista
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“Wanda tiene mucha energía, la mina es la vedette del pueblo; y la vedette de la mina, la amatista”, dice orgulloso Anselmo Da Silva, uno de los guías que trabajan todos los días del año bajo tierra mostrando los secretos de los túneles de una de las minas de Wanda, un impactante yacimiento de piedras semipreciosas al norte de la provincia de Misiones. “Hemos encontrado una geoda de amatista de 3000 kilos”, afirma.
Los precios de estas piedras oscilan entre $100 y más de $200.000 según el peso y la calidad de la piedra. El lugar es una de las máximas atracciones de la provincia. “La amatista de Wanda está considerada una de las mejores del mundo”, dice Da Silva.
La Compañía Minera Wanda inició la explotación de la mina a cielo abierto en 1976, pero en 1996, comenzaron a dinamitar el basalto para penetrar el corazón del yacimiento. Lo que encontraron fue un tesoro: topacio, jaspe, cuarzos de diferentes tipos, pirita, cetrino, ágatas, rodocrosita y la valiosa amatista. El pueblo rápidamente cambió su dinámica. Todo en Wanda —se pronuncia Vanda— gira alrededor de estas piedras.
El nombre del pueblo se debe a una princesa polaca, conocida por su bondad. A comienzos del siglo XX, la zona fue epicentro de la llegada de colonos polacos. Las tierras donde hoy se encuentran las minas —son dos en Wanda, y una tercera que está comenzando a operar— eran de Otto Bemberg, magnate alemán que hizo fortuna con las plantaciones de yerba. El descubrimiento del yacimiento se dio por casualidad: Amalia Bogado, esposa de Víctor Enebelo, propietarios de las tierras en la segunda mitad del siglo XX, estaba lavando ropa en una vertiente y se cortó las manos buscando el jabón en el agua con una amatista.
Las visitas guiadas a las minas son una de las principales fuentes de trabajo. De todas partes llegan turistas ansiosos por conocer los secretos subterráneos de esta tierra. Incluso muchos llegan para a meditar dentro de los túneles; hay un público fanático de la amatista que le adjudica poderes energéticos. “Transforma la energía negativa en positiva, por eso todos los que caminan por la mina, salen de mejor humor”, dice Da Silva.
Es un universo con términos propios. La duración de la visita a los túneles dura alrededor de 45 minutos. La palabra geoda es nombrada infinidad de veces. “La geoda es el nombre técnico del conjunto pétreo”, dice Da Silva. Puede ser que el minero encuentre una geoda de cuarzo rosa, cetrino o amatista. Para extraer una geoda se puede tardar un mes, y se hace en forma manual, con martillo y corta hierro. “Juega mucho la intuición del minero. Los más viejos, con solo tocar una piedra, saben si es una geoda”, sostiene.
¿Por qué en Wanda existe este yacimiento tan importante de piedras semipreciosas? La explicación hay que rastrearla 150 millones de años atrás. Misiones se asienta sobre en una formación geológica conocida como el Macizo de Brasil, que se originó en la era terciaria y derivó en la irrupción de inmensas masas de lava provenientes del centro de la tierra que se desplazaron por el territorio. Cuando la lava se enfrío, las burbujas de gas que quedaron aprisionadas formaron el basalto, creándose el ambiente ideal para la formación de distintas clases de geodas.
Dependiendo de la composición química que tuvo el basalto en el momento de su enfriamiento, determinó si es un cuarzo rosa, un cetrino, una pirita o la coloración de la amatista. Las hay con forma bipiramidal, hexagonal y con forma de octaedro.
La mina de Wanda de la Compañía Minera es una a cielo abierto. Parece una postal de otro planeta. Cuando se inicia el descenso se comienza a ver la roca basáltica ahuecada con destellos iridiscentes. Las amatistas están por todas partes. El brillo del sol descompone la luz en tonos azulados y turquesas, que produce un contraste con el rojo de la tierra, y el resultado es surreal. En forma circular, se ven 12 cuevas. Son los túneles: algunos están conectados y abiertos al turismo, otros cerrados, solo habilitados para personal de la empresa. En total, son 3000 metros que se pueden recorrer bajo tierra.
“Todos los días seguimos extrayendo piedras”, dice Da Silva. Una vez dentro de los túneles, el ojo necesita algunos minutos para acostumbrarse al mundo de la oscuridad y las piedras brillantes. Un precario y efectivo sistema de lámparas iluminan el misterioso laberinto de huellas subterráneas que fueron talladas a fuerza de detonaciones y martillo. Las paredes irregulares del basalto muestras arañazos brillantes, huecos que a simple vista son oscuros, pero con el flash de los celulares muestran un interior azulado, centelleante.
“Estamos caminando sobre lava solidificada”, explica en el trayecto Da Silva. Las geodas pueden estar en cualquier parte, aquellas burbujas que se formaron hace 150 millones de años, lo hicieron en forma azarosa, buscarlas es la tarea de los mineros, en esa acción van cortando las paredes de los túneles. Trabajan 20 mineros en turnos de cuatro horas. “Es un trabajo insalubre, por el polvo basáltico”, advierte Da Silva. El mayor riesgo es la silicosis, la exposición prolongada a polvo de sílice.
El calor sofocante misionero no entra en los túneles, la temperatura baja varios grados. El silencio es total. En algunos tramos, también la oscuridad. Algunas venas de agua verdosa se ven en las paredes, vertientes naturales de esta tierra atravesada por saltos y cataratas.
¿Cómo se extraen las geodas y piedras hasta convertirse en joyas? El proceso necesita de la experiencia del ojo entrenado del minero. Se hacen pequeñas detonaciones con pólvora negra, o llamada china, que es una mezcla de nitrato de potasio, carbón vegetal y azufre. Se avanza entre 40 y 60 centímetros con cada detonación. Una vez abierto el basalto, a mano, los mineros “sienten” la roca dándole pequeños golpes. Si suena hueco es una buena señal y, si la negrura tiene una coloración rojiza o azulada, se está en presencia de una geoda. “Se hace como una endoscopia”, refiere Da Silva.
Se penetra la roca con una fibra óptica que tiene una microcámara, el gemólogo ve la imagen, y el interior de esa geoda que no vio la luz en 150 millones de años, si el brillo es blanco, es cristal de roca, si es rosado, cuarzo, pero si el fulgor es violeta, es la preciada amatista. “¡Bingo! Encontramos un tesoro”, se entusiasma Da Silva.
En forma manual se individualiza la geoda y, con mucho cuidado, se extrae. Luego de aquí, pasa al taller de joyería de la mina y, con un disco de acero diamantado, se corta al medio. Un profesional de la lapidación la trabaja hasta convertirla en joya u objeto ornamental.
¿Qué define que una piedra sea semi o preciosa? “La dureza”, dice Da Silva. La escala de Mohs lo determina de 1 a 10. El talco es la base de la escala, la piedra de mayor dureza es el diamante. La amatista está en el 7. Para que una piedra sea preciosa debe tener un punto más de este valor. El diamante, la esmeralda, el rubí, el zafiro y la aguamarina tienen esa dureza, de allí que son las piedras preciosas más reconocidas y valuadas. “Nuestra pelea es que la amatista sea considerada una piedra preciosa”, argumenta Da Silva.
“Buscamos la amatista, somos fanáticas de esta piedra, por su energía”, dice Evelyn Camino, que llegó desde Adrogué, en la provincia de Buenos Aires, junto a una amiga, para visitar la mina. “En toda mi casa hay amatistas, da muy buena energía —agrega—. “Es sorprendente poder caminar bajo tierra, lo que esconde esta mina tiene mucho valor”, afirma Noelia Aranda, también del conurbano.
“Es el segundo destino más visitado de Misiones, después de las Cataratas ―dice Horacio Duarte, licenciado en turismo, vecino de Wanda—. Esperamos la sanción del Senado para que Wanda sea declarada Capital Nacional de la piedra preciosa”. Diputados ya sancionó a favor.
“Las piedras de las minas nos representan como pueblo”, reafirma Andrés Cuper, intendente de la localidad.
Wanda vive por sus piedras. La propia mina tiene un sector destinado a la venta de geodas, joyería fina y artesanías. Se las ofrece como medicina para el alma. Las piedras rojas, como el topacio rojo o el ágata fuego, son para incrementar la pasión. El cuarzo rosa tranquiliza a las personas inquietas, el cuarzo blanco, levanta la energía. El ágata verde atrae el amor y la fortuna, el azul ayuda a encontrar la inspiración. En el centro de todo, la amatista. Reina de Wanda.
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