¿Cuándo se termina una guerra?
James Peck es un artista plástico que nació en Malvinas y tenía 13 años cuando ocurrió el conflicto de 1982. Aún lo persigue el recuerdo de los dos soldados argentinos muertos al costado del camino que vio en las afueras de su ciudad a los pocos días de la rendición y cómo le molestó la risa de su tío.
Mantiene una relación intensa y dramática con la Argentina –tiene dos hijos y un DNI de este país– y el último otoño montó una muestra con parte de su obra en la galería Cecilia Caballero, en Recoleta. Allí mostró un video con imágenes de naturaleza enrarecida en una playa inhóspita y pinturas que remiten al paisaje de las islas atravesadas por frases íntimas que se vuelven enigmáticas en ese contexto.
Un mecanismo similar inspira la enorme cantidad de tatuajes que atraviesan su cuerpo. "I am a woman in love (Soy una mujer enamorada)", dice uno que lleva en su antebrazo en homenaje a un tema de Barbra Streisand que escuchaba con su padre. La sensiblería extrema de la frase choca con su estampa desgarbada y su gesto adusto.
En un cuarto de la galería que usaba a modo de taller, Peck terminó una de sus obras. En relieve y pequeñas, el centro del cuadro está ocupado por la silueta de las islas, esa mancha sin forma que asoma en el medio del Atlántico y que cualquier argentino enseguida reconoce. La circundan un azul claro sobre la que el artista escribió, con letra desprolija, "The search for intimacy (La búsqueda de la intimidad)".
De vuelta, la contradicción. ¿Qué tiene que ver la guerra con la intimidad? Para Peck, que comenzó a pintar para espantar las imágenes de violencia y soldados que lo acosaban, la guerra sí fue íntima y desgarradora de aquello que es bien personal: la relación entre un hombre y una mujer.
Primero fue la de su madre, Eleanor, con su pareja, un argentino al que el inicio de la guerra lo encontró en las islas trabajando para YPF. Se llamaba Carlos –Peck no recuerda el apellido–, hablaba un inglés tosco, tenía una pistola y era un buen hombre. Se tuvo que ir de urgencia tras la derrota y su madre sufrió esa ruptura intempestiva.
Peck repitió la historia de relaciones contrariadas por ese mar de incomprensión que separa a las Malvinas del continente enamorándose de una artista argentina con la que tuvo dos hijos antes de separarse. Las dificultades migratorias que se le generaban cada vez que quería venir a visitarlos a Buenos Aires lo llevaron a aceptar lo que entonces consideró una oferta sincera para ayudarlo: un documento argentino. Terminó envuelto en una operación política que incluyó una foto con la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Su condición de "primer malvinense que eligió ser argentino" generó escándalo en las Malvinas y un conflicto emocional del que Peck recién ahora empieza a curarse. "Estoy un poco más maduro", dice.
El 26 de marzo de este año, 248 familiares de caídos en Malvinas visitaron el cementerio de Darwin para ponerle una placa con el nombre de su soldado a tumbas que hasta entonces llevaban una leyenda desoladora: "Soldado argentino sólo conocido por Dios".
"Hoy hablé con mi hijo", dijo Said Massad, uno de ellos, después de la ceremonia. Tenía el gesto relajado, casi alegre. Su guerra también había comenzado a terminar.
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