Tuberculosis en la Argentina: cómo el mito de su erradicación y los diagnósticos tardíos agravan los contagios
Tanto los pacientes como un sector de la medicina no tienen en consideración la enfermedad frente a síntomas similares de otras patologías
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“Es increíble cómo estoy viendo [casos de] tuberculosis en el hospital”. El posteo de una médica en Twitter, con más de 40.000 visualizaciones, llama la atención por una razón especial: la cantidad de comentarios de usuarios que creían que la enfermedad estaba erradicada.
Este desconocimiento convive con el boletín que el Ministerio de Salud publica una vez al año con los números oficiales de contagios en el país. Los datos allí consignados tienen un atraso de las cifras de casi dos años: en 2023 se publicarán los datos de 2021, que según opiniones de expertos rondarían los 12.606.
“Las estadísticas de 2022 podrían estar después de mediados de este año, ya que la Organización Mundial de la Salud (OMS) publica un reporte global en octubre con los datos del año anterior”, explica Domingo Palmero, director del Instituto de Tisioneumonología Raúl Vaccarezza de la Universidad de Buenos Aires y jefe de la División de Neumotisiología del Hospital Muñiz. Aunque en la Argentina, para acceder a dichos números de forma oficial, habrá que esperar hasta marzo de 2024.
“Hubo un aumento de casos. El problema es que en 2020 se dejó de notificar mucho debido a la pandemia, con la restricción de movimiento en las calles y la sobrecarga del sistema de salud. Y en 2021 se recuperó un poquito”, continúa Palmero, quien afirma que los contagios son cada vez más graves y hay un incremento “inusitado” de la mortalidad por tuberculosis.
Aun así, no todo debe adjudicarse a la época de la pandemia: “La tendencia ya venía de antes y ahora se continúa. En realidad, se debe al diagnóstico tardío de la enfermedad. Y esto genera que los medios y el común de la gente crea que la tuberculosis no existe más. Muchos médicos creen lo mismo, sobre todo los que atienden pacientes privados, ya que la enfermedad afecta mayoritariamente a las poblaciones más vulneradas”, sostiene el especialista.
Hospitales privados
Aunque la enfermedad predomina en un sector poblacional que suele relacionarse con condiciones de vida vulneradas, los casos también llegan a los hospitales privados, aunque con menos frecuencia y gravedad.
Tal es el caso del Hospital Italiano, donde Marcos Las Heras es médico neumonólogo y subjefe de Terapia Intensiva. Las Heras explica que el tipo de pacientes que atienden allí no “refleja la realidad del país, dado que la mayoría de los que se tratan por tuberculosis son pacientes con enfermedades crónicas, trasplantados u otro tipo de pacientes que por inmunidad se contagian, lo que se ve cada vez más”. Además, concuerda con Palmero al afirmar que en los hospitales públicos es algo mucho más frecuente que en los privados.
En sintonía con Las Heras, Alejandro Víctor Salvado, neumonólogo del Hospital Británico, cuenta que en ese centro de salud también la “población técnica es claramente distinta del hospital público. Una diferencia abismal si la comparamos con nuestros vecinos del Muñiz, hospital monovalente de tuberculosis con derivaciones de todo el país”.
De hecho, Salvado remarca que en el Británico no suelen ver más de uno o dos casos mensuales de la enfermedad.
La tuberculosis es una enfermedad grave, causada por el bacilo de Koch. Si a esto se le suman factores de riesgo precedentes, su gravedad aumenta visiblemente. Así lo describe Ramiro Heredia, médico clínico en el Hospital de Clínicas José de San Martín: “Sin tratamiento, en personas sin VIH, la mortalidad puede superar el 45%, y en individuos con VIH todavía más. Además, las personas con VIH tienen 18 veces más riesgo de desarrollar una tuberculosis activa, comparado con las personas sin VIH. Lo fundamental para disminuir el impacto de la enfermedad es el diagnóstico y el tratamiento precoz”.
Un diagnóstico temprano de la enfermedad, según Palmero, es prácticamente imposible, lo cual influye en la mortalidad cada vez más alta que el especialista observa en el Muñiz. Las razones son varias. “Influyen tanto el desconocimiento de la enfermedad por parte de la población como el desconocimiento por parte de un sector del sistema de salud”, argumenta.
Además de que en el sector privado suelen verse menos casos, lo mismo sucede en muchas provincias del país, donde los niveles de contagio son sumamente bajos o inexistentes. Esto es así porque la enfermedad está mayormente concentrada, como indican los datos del Ministerio de Salud de la Nación, en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
Pero la enseñanza de la enfermedad también es un problema que incide en la demora para su diagnóstico: “En la currícula universitaria, la especialidad de neumonología –dentro de la cual un 10% de la enseñanza aproximadamente es sobre tuberculosis– dura dos semanas solamente. Las enfermedades pulmonares se enseñan por poco tiempo”, señala Palmero.
Este desconocimiento en ambos sectores –el médico y el poblacional– incide de manera directa en la condición avanzada con la que los pacientes llegan al Muñiz. En la internación de este hospital, los casos graves y gravísimos son una “tendencia inusitada”. Las personas contagiadas llegan con formas diseminadas o con compromisos del sistema nervioso central. La sorpresa, según Palmero, es la alta tasa de mortalidad.
“Hay más mortalidad, pero eso no se refleja en las estadísticas oficiales. Pero en el hospital es más frecuente que los contagiados pasen a terapia intensiva o que ingresen directamente a ella. Algunos salen y otros, no. Esto se debe a las formas tan avanzadas de la enfermedad con la que llegan”, dice Palmero.
Una mezcla perjudicial
¿Por qué, entonces, el desconocimiento de la población respecto de la existencia de la tuberculosis?
Según Palmero, los factores son dos: por un lado, los síntomas son fácilmente confundibles con otras patologías menos serias; por el otro, la historia política del país se encargó de crear el mito de su erradicación.
Tos crónica con expectoración, pérdida de peso, sudoración –más frecuente de noche– y fiebre son los principales síntomas a tener en cuenta. “Si bien son bastante claros, pueden confundirse con algunas patologías infecciosas respiratorias crónicas, como micosis o algunos gérmenes menos frecuentes”, detalla Las Heras.
Al tratarse de una enfermedad de evolución crónica que se caracteriza por la tos recurrente, mucha gente termina acostumbrándose, especialmente los fumadores. “Se alarman cuando escupen sangre, cuando ya están hechos un espectro de flacos y quizás alguien se los hace notar. Esto es un diagnóstico tardío”, agrega Palmero.
Además, el diagnóstico en sí es complicado. Un concepto epidemiológico explica que los pacientes con bacilos (una forma de bacteria) en el esputo, es decir, una baciloscopía positiva, son ya diagnósticos tardíos, dado que las formas incipientes de tuberculosis suelen tener el esputo directo negativo.
A la sintomatología se le suma, según cree Palmero, la etapa de la dictadura militar como un factor determinante en la creencia de que la tuberculosis es una enfermedad erradicada: “Fue una etapa en la que se propagó la idea de que la Argentina era un país de primera, que la tuberculosis no existía más, y en consonancia con esto hubo políticas de salud pública como cerrar hospitales de tuberculosis. El Tornú, por ejemplo, se transformó en un hospital general de agudos. También intentaron cerrar el Muñiz, pero hubo mucha oposición”.
La idea de la Argentina como un país libre de tuberculosis se impregnó en la creencia popular. “Es un fenómeno psicológico raro. También lo asocio con la relación que se hace de la tuberculosis con la poblaciones más vulneradas: mala alimentación, malas condiciones de vida, hacinamiento. Este es un sector en donde la enfermedad es más frecuente, pero cualquiera puede contagiarse por el contacto entre grupos sociales que se da hoy en día”, confirma Palmero.
Contagio y tratamiento
El contagio de tuberculosis suele darse a partir del contacto de una persona sana con una enferma. Los bacilos se expulsan al hablar, toser o estornudar, como en muchas otras enfermedades. Sin embargo, informa Palmero, la tuberculosis es mucho menos contagiosa que un virus respiratorio como el SARS-CoV-2 o la influenza.
Los números indican que un enfermo de tuberculosis bacilífera contagia a 20 personas. De estas, solo dos, es decir, el 10%, se enferman. Quienes no lo hacen, quedan con lo que se conoce como “infección latente”. Contagiarse o no puede depender tanto de la vacunación como del estado de inmunodepresión del paciente. Esto significa que quienes tienen una patología previa, como VIH, diabetes o cáncer, corren mayor riesgo de contraerla.
Heredia también detalló que no todas las formas de la enfermedad son pulmonares, sino que en ocasiones hay “presentaciones clínicas extrapulmonares, que afectan por ejemplo los huesos, las articulaciones, los ganglios, el área urogenital y el sistema nervioso central, entre otras”.
La vacuna que se sigue aplicando para prevenir las formas graves de la enfermedad es la BCG, la cual debe suministrarse en la infancia. Protege contra lo que se conoce como formas meníngeas (la meningitis tuberculosa) y las formas diseminadas. Sin embargo, contra las formas pulmonares se considera que su efectividad es de un 60% aproximadamente.
Lo cierto es que en muchos casos la tuberculosis puede tratarse y curarse. “La tuberculosis sensible a antibióticos se trata con una combinación de cuatro drogas que en general se toman durante seis meses. El tratamiento tiene que ser supervisado por personal de salud y es fundamental que se complete”, concluye Heredia.
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