Tsundoku, la tendencia a acumular libros sin leer
Sólo uno de cada tres libros que se imprimen en el país se leen
En mi casa hay libros por todos lados. La biblioteca es su hogar sólo durante un corto rato. Como en un juego de recorrido, cuando algunas de tus fichas llegan a la meta y se quedan allí para esperar que las demás se les unan. Así, igual, en mi casa, los libros suelen circular por las distintas superficies planas disponibles.
No los estoy leyendo a todos. Algunos, lo sé, no los leeré jamás. Otros, los empiezo desde la mitad y los voy leyendo desordenadamente, donde me encuentran esos escasos 15 minutos para mí. Cada vez es más difícil cultivar un rato para la lectura. (O lograr una concentración yogui para leer mientras suena Peppa Pig). Por eso también hay libros en el baño (cada minuto cuenta). Hay libros en mi cartera. También hay libros en mi escritorio del trabajo y en mi celular.
Si soy sincera, la biblioteca rodante que hay en mi casa es el bastión que más resiste al orden. Sobre todo cuando uno se decide a vivir con lo imprescindible ¿Cuántos de todos esos libros leí? ¿Cuántos realmente voy a leer? Los tengo porque alguna vez tuve la intensión de leerlos. O porque me los regalaron, o porque los compré y no encuentro el momento. Las razones son tantas como los autores.
Existe una palabra en japonés que lo define: “Tsundoku”. Es la tendencia a comprar libros, no para leerlos, sino sólo para tenerlos y acumularlos. Apilarlos junto a otros libros que tampoco leímos. “Un libromaníaco ”. Suena como a una persona sombría, recluida en su casa, que sólo sale para ir a comprar libros y seguir alimentando la pila. Pero no. Es muy probable que alcance con echar un vistazo a la propia biblioteca para comprobar que casi todos tenemos más libros de los que hemos leído en toda la vida.
¿Qué nos motiva a leer? El placer, en el 38% de los casos. La obligación, en el 33%; la necesidad de información, en el 14% y el trabajo, el 10%.
Cinco libros al año. Eso es lo que leemos en promedio los argentinos que tenemos el hábito de la lectura, según un estudio que realizó la Fundación El Libro, junto con la Universidad San Andrés. Apenas un 25% de la población lee más de diez libros al año.
El número de libros leídos es muy inferior al número de libros que se compran. Cada año, las editoriales comerciales lanzan en el país unos 27.710 títulos nuevos, de acuerdo a las últimas estadísticas de la Cámara del Libro.
En 2016, se imprimieron más de 62 millones de ejemplares, incluyendo los libros editados por el propio autor, las universidades e instituciones, empresas, entre otros. Significa que alcanzaría con que cada habitante leyera un libro y medio para que en el país no quedaran títulos sin leer. Pero, como tantas otras cosas, los libros no se reparten de manera equitativa.
Sólo el 11% de la población urbana lee regularmente. Hagamos el cálculo. Si 4.510.000 personas leen cinco libros al año, significa que se leyeron unos 22.550.000 libros. A trazo grueso podemos decir que se lee uno de cada tres libros que se imprimen.
Quienes más leen son las mujeres, las personas solteras y aquellos que tienen trabajo. Así se desprende de un informe de la agencia de medios Quiroga elaborado con datos de la encuesta TGI (Targe Group Index)-Ibope, difundido en 2011.
Qué curioso. Reviso mi biblioteca personal y descubro que mientras que a los libros que ya leí los guardo parados, a aquellos que aspiro a leer, los acuesto. Porque la pila es la sala de espera de los libros.
¿Y por qué no leemos? Los que no leen dijeron que es porque no les gusta o les aburre (40%), por falta de tiempo (37%) y debido al costo de los libros (12%).
Cuando se conocieron aquellos datos, le consultaron a Carlos Pazos, consejero honorario de la Fundación El Libro, organizadora del la Feria del Libro, el mayor encuentro editorial nacional. “No me explico entonces adónde van a parar, por ejemplo, los millones de ejemplares de libros que se produjeron durante el año. (Ese año habían sido 118 millones de libros). Si tenemos una población de 40 millones y no se exporta más del 30%”, planteó asombrado.
Quizás la explicación a este dilema sea esta palabra Tsundoku. Que significa que también en materia de libros, compramos y acumulamos más de lo que consumimos.
Qué curioso, pienso mientras reviso mi biblioteca personal. Mientras que los libros que ya leí los guardo parados, aquellos que aspiro a leer en el corto plazo, los acuesto. Porque la pila es la sala de espera de los libros.
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La autora es periodista de LA NACION. Ella y Soledad Vallejos, estuvieron un año sin comprar y escriben sus experiencias y conclusiones en la plataforma Deseo Consumido
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