Se trata de una versión similar al famoso cuento de la princesa pero con un tono navideño de Europa del este
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Cada 24 de diciembre a las 11:00 am el noruego Olaf Risan y su familia se sientan frente al televisor y sintonizan NRK, la corporación de radiodifusión nacional de Noruega.
La película que está a punto de comenzar es muy significativa para ellos. Y no están solos. En Navidad, millones de familias en Europa han estado viendo esa misma película en las últimas cinco décadas.
El curioso ritual navideño gira en torno a una versión checoslovaca de Cenicienta, en la que no hay ninguna mención a la Navidad.
Además carece de ese barniz azucarado de la historia de Disney que surgió del Estados Unidos de la posguerra con el que quizás estamos más familiarizados.
En esta versión, no hay hada madrina ni carroza, la zapatilla no es de cristal y nada especial pasa a la medianoche del día del baile; Cenicienta se va porque ya quiere irse.
Pero sí hay magia, en la forma de tres avellanas que un cochero de la madrastra y amigo de Cenicienta le regala, de ahí el nombre del film: “Tres avellanas para Cenicienta” (también conocida en español como “La cenicienta y el príncipe”).
Cada avellana le proporciona un disfraz diferente, lo que hace que el príncipe se la pase confundido sobre con quién está tratando. Y, sí: una de ellas le da el vestido con el que puede ir al baile, en el que pierde su icónico zapato.
Sin embargo, esta Cenicienta tiene otros ases bajo su manga manchada de hollín para llamar la atención del príncipe.
No es un personaje pasivo a la espera de que la rescaten. “Todo lo contrario, es muy alegre, valiente, independiente”, dice la profesora de la Universidad Estatal de Utah Claudia Schwabe.
“Podría describirse como una heroína moderna, llena de energía, habilidades e ingenio”, añade la experta en cuentos de hadas.
“La primera vez que el príncipe le propone matrimonio, ella no dice que sí de inmediato. Le responde: ‘Podría considerarlo si resuelves un acertijo’.
“No es una damisela en apuros. Es muy fresca y atrevida. Por ejemplo, para evitar que el príncipe le dispare a un ciervo, le lanza una bola de nieve y le roba el caballo.
“El que ella le haga una broma al príncipe, se burle de él y lo desafíe le da a esta película en particular un giro antiautoritario”.
Aún más curioso
Todo eso la hace interesante, pero no explica por qué terminó siendo parte de la tradición navideña de tantos países europeos. Y realmente no hay una explicación satisfactoria del fenómeno.
Pero fue gracias a algo tan mundano como la logística que “Tres avellanas para Cenicienta” adquirió uno de los principales ingredientes para convertirse en un ritual festivo.
El socio de producción de Alemania Oriental tenía demasiados proyectos en el verano, por lo que la filmación se pospuso. “Tiene lugar durante el invierno, lo que hace que esta versión de Cenicienta sea una adaptación única.
“Nunca antes se había hecho una versión con Cenicienta cabalgando por un paraíso invernal”, apunta la experta en cuentos de hadas.
“Eso la relacionó con el período navideño. En la televisión alemana se emitió por primera vez el 26 de diciembre, y creo que ahí empezó todo”. Eso ayuda, pero no esclarece la razón del efecto que tuvo y sigue teniendo.
Todavía menos en el caso de Noruega, donde es aún más curioso pues todos los personajes están doblados por una sola persona: el actor noruego Knut Risan, el papá del Olaf del principio, aquel que cada 24 de diciembre se sienta con su familia a las 11 am a ver la película.
En 1974 un productor que acababa de adquirir los derechos de distribución de “Tres avellanas para Cenicienta” a bajo precio contactó a Knut para que intentara doblarla.
Él nunca había oído hablar de la película, y no tuvo tiempo de ensayar, pero era un maestro en su arte así que improvisó el diálogo a medida que veía aparecer a los personajes en su pantalla... todos ellos. “Hizo todo lo posible para que cada uno fuera distinto, e hizo reír a todos”, cuenta su hijo.
Al final, la película cobró vida en noruego, con sólo su voz. Pero Knut nunca pensó que se iba a quedar así. Más tarde, recibió una llamada telefónica: “NRK quería emitir la película en Navidad y mi padre se quedó estupefacto”.
Con Knut haciendo todas las voces, la película es ridícula, es muy divertida, un poco excéntrica y una elección un poco extraña por parte de la TV noruega.
Sin embargo, nadie imaginó que estaba a punto de nacer una nueva tradición navideña también en Noruega. “Ni NRK ni mi padre pensaron que tendría el efecto que tuvo”.
“Tres avellanas para Cenicienta” se convirtió en un elemento tan esencial de la programación que cuando en 1993 la película no se trasmitió, pues la gerencia de NRK pensó que los espectadores preferirían otra cosa, hubo quejas masivas.
NRK aprendió tan bien la lección que en 2015, cuando Noruega y la República Checa colaboraron en la restauración digital de la película, insistió en mantener la voz en off de Knut.
La historia de esta historia
La película se estrenó en Checoslovaquia el 16 de noviembre de 1973, pero el nombre del guionista František Pavlíček no aparecía en los créditos. Una amiga suya, la también guionista Božena Němcová, le prestó el suyo para que su obra pudiera salir a la luz.
Pavlíček estaba en la lista negra por ser reformista y figura pública durante el movimiento por la liberalización en la Checoslovaquia comunista que se conoció como la Primavera de Praga en 1968.
“Los intelectuales y los artistas trataron de transformar el sistema en lo que decía el eslogan oficial: ‘socialismo con rostro humano’”, recuerda Bregant.
Pero fuerzas lideradas por los soviéticos entraron en el país y, con la Unión Soviética ejerciendo un control cada vez mayor, la libertad de expresión y la expresión artística fueron severamente reprimidas. “El paisaje cultural de principios de la década de 1970 era un desierto triste, gris y polvoriento”.
Era más fácil conseguir apoyo financiero para producir películas para niños. “Los temas escapistas y cuentos de hadas ayudaban a huir de la realidad”.
Así el guion, con su verdadero autor oculto, recibió luz verde para la producción. “A primera vista no había nada político en él”.
Pavlicek se había basado en una variante de Cenicienta escrita a mediados del siglo XIX en Checoslovaquia. Era un cuento bastante conservador, pero Pavlicek lo cambió. “Fue él quien la convirtió en una heroína muy valiente, emancipada y segura de sí misma, por eso parece tan moderna”, señala Schwabe.
Y no fue solo la Cenicienta radicalmente diferente como personaje lo que hizo que la película fuera cautivadora. La partitura es encantadora. “La música, del compositor Karel Swoboda, es absolutamente vital. Romántica y bella, pero no infantilizada”.
Además, gracias en gran parte a la financiación del socio de Alemania Oriental, la producción pudo reclutar grandes nombres, localizaciones y recursos.
Final feliz
La historia de esta Cenicienta emancipada ocupa un lugar especial, pues subvierte el género tradicional de los cuentos de hadas. Su fortuna al final no viene de un milagro; es merecida, pues se la labró. Pero el público también disfruta la película por lo que es: un cuento de hadas.
“Los cuentos de hadas te dan una sensación de esperanza y optimismo, especialmente los que tienen un final feliz”, dice la experta. “Contienen valores comunitarios y mensajes morales, y también tratan cuestiones de justicia. Son artefactos culturales muy importantes”.
Bregant, por su parte, tiene “una relación muy ambigua con la película”. “No la puedo ver fuera del contexto de los acuerdos hechos entre el gobierno y el pueblo: ‘Te vamos a ofrecer un poco de diversión, pero te vas a mantener leal’. Y odio eso con todo mi corazón”, dice.
Pero concuerda con que este cuento de hadas en particular fue especial. “Naturalmente, no podías confiar en lo que te dejaban ver en la pantalla. Era solo propaganda. Pero en este caso, había un mensaje humanista, una actuación convincente, un carácter fuerte. Fue un gran alivio ver algo real”.
“Tres avellanas para Cenicienta” viajó desde Checoslovaquia en la década de 1970 a hogares de toda Europa. Y se instaló como una tradición navideña.
Cada diciembre, la superfan y escritora alemana Kathrin Miebach la espera, con una bebida caliente y galletas con 3 avellanas cada una, por supuesto.
“La veo en la televisión con mi hijo. Nos acurrucamos en el sofá y sé que los próximos 82 minutos seré feliz.
“Y también sé que hay miles de personas que sienten lo mismo, viéndola conmigo en Alemania, en la República Checa, en Noruega, en Suiza, en Austria...”. Y en Eslovaquia, Polonia, Georgia, Ucrania...
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