Travesía: vendieron su casa para cumplir el sueño de dar la vuelta al mundo en un pequeño avión
El matrimonio integrado por Alex Gronberger, de 60 años, y Martina Kist, de 57, partió el jueves pasado del aeropuerto de San Fernando
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Vendieron su casa, sus dos autos, regalaron sus muebles y despegaron. Alex Gronberger, de 60 años, y Martina Kist, de 57, marido y esposa -y ahora piloto y copilota- se despidieron de sus cuatro hijos, todos mayores de edad, y partieron el jueves pasado del aeropuerto de San Fernando con la ambiciosa intención de dar la vuelta al mundo.
“No queremos romper ningún récord de velocidad, sino disfrutar, conocer lugares inimaginables, tener experiencias diferentes”, contó por teléfono Gronberger, licenciado en Administración de empresas y aviador amateur, quien trabajó los últimos 35 años en una empresa multinacional, luego de aterrizar en Foz de Iguazú, su primer destino.
Para la pareja, este viaje es una forma de consumar un proyecto que vienen soñando desde hace años: el de entregarse a una gran aventura que los desconecte por un tiempo de la vida ordinaria, marcada por los horarios de oficina y la paternidad. Kist y Gronberger querían esperar a que su hijo menor terminara la secundaria, lo que sucedió en diciembre pasado, para poder partir.
A pesar de que no tienen una hoja de ruta del todo definida, la pareja calcula que tardarán aproximadamente un año en dar la vuelta al mundo. La idea es hospedarse en casas de familias, a través de la aplicación Airbnb, para conocer los distintos destinos desde una mirada local, e ir reservando el hospedaje sobre la marcha. Una de las primeras paradas será en Estados Unidos, donde planean vacunarse contra el Covid-19, para luego cruzar el Atlántico por el norte, con paradas en Groenlandia e Islandia, y seguir por destinos aún no definidos de Europa y Asia. El avión, un Cirrus SR22 2008, fue comprado por la pareja en 2018 con la idea de realizar este viaje.
“Me entusiasma mucho parar en los países bálticos y en Japón, porque no conozco”, destaca Kist, de nacionalidad holandesa, quien hasta hace tres años trabajaba en la misma empresa que su marido, argentino, a quien conoció cuando ambos trabajaban en París. Juntos, después de mudarse por razones laborales a distintos países, decidieron asentarse en la Argentina. Desde que se retiró, Kist se dedica a escribir. Ya ha publicado dos libros, y el próximo, dice, será sobre la vuelta al mundo que acaba de emprender.
El matrimonio aprovechó este viaje para comenzar una experiencia de desapego material. “No tenemos apuro en volver porque no tenemos a dónde volver”, ironizó Kist, en referencia a la venta de su casa. El estilo del viaje también sigue esta misma filosofía de desapego. Antes de partir, la pareja puso una regla, llamada la “de los 100 objetos”. “La idea es no llevar con nosotros más de 100 cosas. La avioneta cuenta una y un par de zapatos, como otra”, explicó Gronberger.
Dentro de la aeronave, el matrimonio comparte las tareas. Kist hizo el curso de piloto hace un año. A pesar de que no cree que vaya a estar al mando muchas veces, considera que saber hacerlo es fundamental. “Vamos a estar mucho tiempo volando. Si le llega a pasar algo a Alex, yo puedo aterrizar sola. Saber sobre aviación también sirve para cuestiones menores. Hoy, mientras estábamos en el aire, pude comunicarme con el aeropuerto de Asunción”, comenta.
La idea original de su parada en Brasil era aterrizar en Manaos para conocer el Amazonas, pero debido a la crisis epidemiológica por coronavirus, decidieron evitar el turismo brasileño y quedarse el menor tiempo posible allí.
El primer tramo de viaje, de Buenos Aires a Foz de Iguazú, estuvo marcado por tormentas, turbulencias y redireccionamientos. Viajar en este tipo de avión es más riesgoso que viajar en uno más grande, asegura la pareja, pero también es “mucho más lindo”. Al volar casi a la mitad de la altura que utilizan los aviones comerciales -unos 10.000 pies como máximo-, los paisajes y los atardeceres se ven mejor. Una de las vistas aéreas más esperadas por Kist es el hielo de Islandia.
Durante los últimos 30 años, el matrimonio combinó la vida corporativa con la crianza de tres mujeres y un varón. Ahora, sus hijos ya son independientes -dos viven en París y otros dos, en Buenos Aires-. Kist se retiró de la vida de oficina hace tres años y Gronberger planea hacerlo pronto. Para poder emprender este viaje, pidió un año sabático.
Para ella, estar en movimiento es una costumbre. Hija de diplomáticos, vivió a lo largo de su vida en 10 países y habla cinco idiomas. “Después de ocho años de estar instalada en la Argentina y un año de cuarentena, tengo muchas ganas de llegar a Europa, porque hace mucho que no veo a mi familia. También, como soy muy curiosa, quiero conocer muchos lugares nuevos”, comentó Kist. A mediados de junio, ella y su marido planean reunirse con sus cuatro hijos en algún punto, que todavía no está definido.
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