Tras las 13 muertes por el temporal: en medio del desconcierto, los vecinos de Bahía Blanca deambulan en una ciudad destruida
En algunas zonas aún no hay electricidad, agua, ni conexión a internet; todavía hay cinco personas internadas en estado gravísimo
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BAHÍA BLANCA (Enviado especial). – La vida, desde ayer, quedó transformada para los bahienses que, hoy a cada paso, deben esquivar algún árbol caído con sus raíces a la vista; ver, en pleno centro, las marquesinas por el piso y las chapas y los vidrios que volaron como papeles por el temporal con vientos de hasta 180 kilómetros por hora que dejó su peor huella en el gimnasio del Club Bahiense del Norte, donde, anoche, cedió una pared lateral que cayó sobre una tribuna de espectadores que participaban de la exhibición de cierre de las alumnas de patín de la institución. Murieron 13 personas y otras tantas están internadas, cinco de ellas gravísimas por las lesiones producidas por aplastamiento.
El destino quiso que la tragedia no fuera aún mayor: el gimnasio del Club Tiro Federal vio caer una imponente mampostería, donde 200 personas iban a cerrar con una fiesta la actividad del año. “Se demoró todo porque llegó tarde el disc-jockey”, contó un dirigente a LA NACION. Algo similar ocurrió en el Club Estudiantes, donde se iba a hacer la fiesta de fin de año. “Unos minutos más tarde y era un desastre”, detalló. Y el techo de un templo evangélico se desmoronó, con vigas de hormigón incluidas, en el horario de reunión habitual de 50 jóvenes. Ese encuentro, por distintos compromisos, lo habían adelantado para el viernes pasado.
A este verdadero desastre los memoriosos de la ciudad no le encuentran comparación por su magnitud y por el dolor que trajo a la comunidad local. De hecho, tuvo tanta dimensión que estuvieron juntos el presidente de la Nación, Javier Milei y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof.
Los daños, por ahora, son inconmensurables tanto en los espacios públicos como en los ámbitos privados. Se volaron chapas y cayeron paredes de casas particulares. La estación terminal de ómnibus tenía revestimientos del techo que flameaban como tiras de nylon. “Son muchos los destrozos pero ya estamos operativos”, confirmó a LA NACION el administrador del lugar, Juan Basili, que en primeras horas tras el temporal y durante la última madrugada dispuso del lugar como refugio.
Emergencia
El flamante intendente, Federico Susbielles, que asumió el cargo hace ocho días, habló de un esfuerzo mancomunado para dar respuesta a la cantidad de reclamos que alcanzan no solo a los distintos puntos de la ciudad, sino a sus alrededores. “Pedimos a la gente que tenga prudencia y evite estar en la calles porque hay muchos árboles y cables caídos”, señaló en conferencia de prensa. El municipio dispuso tres días de duelo y declaró la emergencia de varios de los servicios, en los que ya cuenta con apoyo de distritos vecinos.
Poco caso le hicieron en aquel pedido. Gran parte de la gente salió a recorrer distintos lugares para mensurar, en vivo, la tremenda transformación de esta ciudad que vio los árboles arrancados de cuajo en las veredas, con baldosas estalladas. Y por decenas en las principales plazas, como la Almirante Brown y el Parque Mayo, más cerca del edificio de la Universidad Nacional del Sur. “No lo puedo creer”, dijo Flavia, de Punta Alta, con sus hijos Camilo y Genaro, al ver pinos y cipreses de más de 15 metros de altura rendidos en el suelo, unos sobre otros.
Las personas también se movieron desesperadas por la falta de energía y, sobre todo, de conectividad. “¿Tenés cargador para el auto’”, pasaban y preguntaban varios en Móvil Factory, de los pocos locales abiertos en pleno centro y con energía.
Salieron con sus cargadores de celulares a buscar allí donde había algún equipo electrógeno. “Es darle una mano a la gente en la necesidad”, señaló Rosario, que ofrecía gratis el servicio a sus clientes –y también desconocidos– en su carrito de hamburguesas de la calle Alem.
La terminal de ómnibus fue otro de los puntos para que los vecinos del Barrio Villa Mitre encontraran conexión. . “Me quedé sin luz ni agua, el viento me voló dos chapas del techo y tengo una esposa y un bebé de tres meses”, contó Diego Hernán, que allí alimentaba su celular, entre decenas que estaban conectados a un mismo alargue. “Me levantó el portón y me tiró abajo un paredón”, señaló Walter Barca, también vecino de la zona. “Hasta autos dados vuelta vi”, dijo para realzar la violencia de fenómeno.
Lo puede contar Gabriel Credidio, responsable de Cirque XXI, que estaba en plena primera función cuando los vientos sacudieron las lonas y hacía pestañear las luces. “Evacuamos a la gente antes que se volara la carpa, completa”, dijo y detalló que, además de las pérdidas, sumaron columnas, equipos de iluminación y sonido. “El trapecista nos había quedado arriba”, recordó sobre el apuro para sacar hasta los últimos artistas.
Todo Bahía Blanca llora hoy a las 13 víctimas mortales. Incomparable con las pérdidas materiales. “Ya nos vamos a reponer: con estas manos lo hicimos, con estas lo vamos a levantar de nuevo”, dijo a LA NACION la pastora Mabel Suárez, que con su marido, Martín, empezaron hace 31 años el templo evangélico Edén, en Brown al 2400.
Solo quedaron en pie parte de las paredes y el arco de entrada. El techo de más de 30 metros cuadrados se desplomó y, con su peso, arrasó con las recientes obras de mejoras en las que hasta ayer habían estado trabajando. “Los chicos se fueron antes de las 19″, dijo sobre un siniestro que se dio 45 minutos después. “A esa hora tenían que estar 50 pibes que se juntan todos los sábados a la noche: lo adelantaron al viernes porque el fin de semana hacían despedidas de año en las casas”, detalló.
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