Tras la condena: “Me provocó náuseas ver a Saipov feliz”, dijo la viuda de una víctima del terrorista que mató a cinco argentinos
“En la Corte escuché barbaridades, un proceso que mayormente sentí muy injusto”, contó Ana Evans y detalló que compartieron el juicio a metros de la familia del asesino
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A dos días de haberse conocido la condena perpetua para el terrorista uzbeko Sayfullo Saipov, que arrolló en Nueva York a ocho personas –entre ellas, a cinco amigos rosarinos–, Ana Evans, viuda de una de las víctimas, Hernán Mendoza, difundió una carta en la que describe el dolor atravesado durante el proceso. “Es difícil, casi imposible describir las náuseas que me provocó ver a Saipov feliz de tener a su familia ahí; desbordaba sonrisa, hasta sus dientes vi”, recordó. Y agregó: “Solo puedo pensar en Hernán y en nuestros hijos, que nunca más pudieron cruzar miradas, ni gestos, ni sonrisas, ni señales de apoyo con su papá”.
El 31 de octubre de 2017, durante los festejos de Halloween, se produjo el atentado en la ciclovía junto al río Hudson, donde Saipov atropelló con un camión y mató a los argentinos Hernán Mendoza, Diego Angelini, Alejandro Pagnucco, Ariel Erlij y Hernán Ferruchi, exalumnos del colegio Politécnico de Rosario, que habían viajado a Nueva York para celebrar el 30º aniversario de sus graduaciones.
Las otras tres víctimas fueron Anne-Laure Decadt, oriunda de Bélgica; Nicholas Cleves, un ingeniero de software de 23 años que vivía en Manhattan, y Darren Drake, un trabajador financiero de 32 años de Nueva Jersey.
“El jurado no logró la unanimidad requerida para poder aplicar la mayor pena que el sistema judicial habilitaba, por eso la condena para el autor de la matanza sin remordimientos de personas inocentes será cadena perpetua”, comienza la carta para resumir lo sucedido en el juicio donde, tras dos días de deliberaciones, los 12 miembros del jurado no lograron llegar a una decisión unánime, como había pedido la Fiscalía Federal, para sentenciar al terrorista a muerte.
“Nada ni nadie puede volver el tiempo atrás, nada traerá a Hernán de regreso a casa como debería haber sido. La única persona que podría haberlo evitado decidiendo no hacerlo está orgulloso por la masacre que cometió”, remarca el texto de Ana Evans antes de relatar cómo vivió el proceso en los tribunales de Manhattan que duró más de dos meses.
Entre las decenas de testigos que participaron de las audiencias en el tribunal pasaron los familiares de las víctimas argentinas. Evans había solicitado a través de su abogado, Juan Félix Marteau, que Saipov fuese condenado a la pena capital.
“De pronto un sistema judicial, y un terrorista asesino que sobrevivió, posibilitó que un juicio se lleve a cabo, utilizando las herramientas de la ley para dar la batalla que me obligaron a pelear sin siquiera haberlo imaginado, menos aun haberme preparado”, siguió.
Y recordó: “Fue un agónico y minucioso proceso que demandó más de cinco años y muchas, muchísimas noches sin dormir o pesadillas de las cuales solo quería despertar creyendo que todo era un mal sueño. Durante el juicio sentí cosas verdaderamente extraordinarias, jamás vividas. Hoy tengo una angustia particular, una tristeza diferente. Escuché de todo, palabras de odio, rencor, violencia, no arrepentimiento y orgullo asesino. Tuve que soportar mucha impotencia. La finitud de la vida que nos desafía todo el tiempo para comprender. La paciencia que debo seguir desarrollando. Las emociones contenidas que debí obligar a quedarse ahí, no eran momentos para desbordarlas, como lo dijo el juez en reiteradas oportunidades, ‘si siente que no podrá, debe salir de la sala’”.
“Años de llorar en silencio, de recluirme, de meterme en mi cueva mental. Resistí, superé mis propias barreras, crucé mis limites, batí mis propios récords de agotamiento corporal. Hormonas desordenadas, erupciones en la piel, alergias, ahogos, ataques de pánico, insomnio, soledad y miedo. La tremenda conjunción de tiempo y espacio que cambió nuestras vidas para siempre y nos sumergió en una nueva realidad desconocida y ajena pero tan real y cierta que modificó nuestros planes completamente”, narró.
“A veces siento peligro por el futuro”, lamentó, y analizó el mecanismo en los tribunales de Manhattan: “En la Corte escuché barbaridades, un proceso que mayormente sentí muy injusto que expone a las víctimas a más y más dolor, a más y más temor, a más y más incomprensión”.
Evans también dio detalles sobre el proceso y describió: “La familia del terrorista presente, sentados a tan solo 2 metros de distancia de nosotros, de las familias que él destruyó. Tan instruidos estaban que casi no respiraban y a punto de hacer uso de un inmenso beneficio, dar testimonio en la Corte para defender lo indefendible e intentar salvar su vida”, describió y reflexionó: “Qué paradójico, ellos intentado salvarlo y él matando, arrancándole a los demás el derecho a vivir”.
“El horror de sus crímenes reflejados en las imágenes que la fiscalía presentó. Los cuerpos sin vida tirados en la oscuridad y en la soledad de la noche reflejaban una misma y espantosa particularidad, una terrorífica forma que los hacía hablar por si solo del horror de lo vivido en sus últimos instantes de vida. Posiciones irreproducibles, doblados, deformados y destrozados como si hubiesen sido invertebrados, todos sus huesos quebrados”, recordó.
Y continuó: “Es difícil, casi imposible describir las nauseas que me provocó ver a Saipov feliz de tener a su familia ahí; desbordaba sonrisa, hasta sus dientes vi, sus ojos brillaban de emoción, su alma quería saltar a abrazarlos, les levantaba el pulgar dando el ok de todo, estaba tan contento que giraba a verlos todo el tiempo mientras nosotros soportábamos heróicamente semejante barbaridad. Solo puedo pensar en Hernán y en nuestros hijos, que nunca más pudieron cruzar miradas, ni gestos, ni sonrisas, ni señales de apoyo con su papá. Tan bien instruido está el asesino que en cuanto entraba el jurado bajaba la cabeza, no levantaba más la vista, se acomodaba el pelo, se ponía los auriculares, los lentes y el barbijo para portarse bien, para mostrarse bueno cuando en su interior es el mismísimo demonio que disfruta del éxito de su misión”.
“Es igualmente increíble y aterrador el desastre que una sola persona puede ocasionar. Vidas destruidas, proyectos inconclusos, sueños truncos, deseos anulados, amores separados, vidas arrancadas, derechos arrebatados, besos y abrazos atrapados que causan dolor al alma, como una lanza que atraviesa el pecho y abre un hueco, hiriendo gravemente el corazón”, describió.
Y se preguntó: “El proceso judicial terminó. La defensa logró su cometido, su familia celebra. A veces me pregunto qué será del futuro de los 3 hijos de este asesino, hoy niños que son además ciudadanos norteamericanos, de descendencia uzbeka y con un padre terrorista. ¡¿qué pesará en la conformidad de la personalidad? ¿La genética?, ¿el entorno? ¿La crianza? ¿Todo? ¿Serán también orgullosos soldados del califato? ¿Futuros asesinos? Tal vez. Por ahora son solo más preguntas sin respuestas”.
“Hemos llegado al fin de esta etapa, como una carrera de 1 millón de vueltas y acabamos de girar la 999.999. Llegué con el combustible justo, las cubiertas totalmente gastadas y un inmenso equipo en boxes que ha hecho el aguante más allá de todo; incondicional. Terminó la carrera, la que había que correr. Muchas veces me he sentido como un barco. De a momentos un velero a la deriva, sin velas ni motor ni timón atravesando tempestades en bravos océanos y mares; otras veces me he sentido como un invencible acorazado abriendo camino en el frío y duro hielo pero a pleno sol; a veces soy un submarino que sumergido en las profundidades se traslada en absoluto silencio; otras veces como me siento un bote que flota en una tranquila laguna rodeada de inmensa y verde vegetación sin más que mis pulmones respirando profundamente. Mis hijos son mi motor, mi alma el timón, la brújula es mi corazón y nuestra fortaleza son las inmensas velas que nos llevaran a navegar nuevas aguas, llenándonos de aventuras con una bitácora repleta de emoción, rodeados siempre de mucho amor. Con el espíritu fortalecido y templado; honrando la vida, siguiendo con las pausas necesarias para disfrutar”, reflexionó.
“Justo sería que esto nunca hubiera sucedido. Quizás tengamos paz, pero olvido jamás”, cierra el texto en memoria de Ariel Erlij, Hernán Ferruchi, Alejandro Pagnucco, Diego Angelini, Hernán Mendoza, Ann Laure Decadt, Nicolas Cleeves, Darren Drake y “para todos los que nos han cambiado la vida”.
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