Tras las huellas. El desafío de rastrear águilas “fantasmas” en la selva argentina
Manuel Encabo y Facundo Barbar se conocieron en el Ecoparque –el exzoo de Buenos Aires– en 2004 como voluntarios del Programa de Conservación y Rescate de Aves Rapaces. Durante años trabajaron recuperando especies heridas para que puedan ser devueltas a sus hábitats silvestres. Sus caminos, luego, se separaron por un tiempo, hasta que volvieron a unirse para liderar el Proyecto Águilas Crestadas Argentinas de la Fundación Caburé-i, con apoyo del Ecoparque y el Conicet y con el financiamiento del Neotropical Bird Club.
En medio de los territorios inexplorados del país, buscan siete especies emblemáticas de aves rapaces. De ellas se conoce muy poco, pero se sabe que todas se encuentran bajo algún grado de amenaza de extinción. Algunas sólo han sido vistas en el país en pocas ocasiones. En la selva, donde todo es exuberante, los sonidos ensordecen y los árboles altísimos, dificultan ver el cielo.
Durante los dos últimos años y con más de 15.000 kilómetros recorridos, pudieron observar cinco especies: el águila poma (Spizaetus isidori), la solitaria (Buteogallus solitarius), la crestada real (Spizaetus ornatos) y la crestada negra (Spizaetus tyrannus), todas catalogadas localmente como "en Peligro", y la viuda (Spizaetus melanoleucus) descripta como "amenazada". Al águila harpía (Harpya harpyja) y la monera (Morphnus guianensis), bajo la categoría en "peligro crítico", aún no las han encontrado.
Estas aves rapaces en la Argentina se encuentran entre las más amenazadas y, a la vez, menos conocidas. Debido a su baja densidad poblacional, pero también, a que habitan ambientes con poca accesibilidad, cuentan con escasos registros en el país. Por eso, parecen como si fueran "fantasmas". Como el conocimiento es fundamental para conservar las especies, este proyecto aborda los problemas de conservación de las águilas crestadas actualizando datos sobre su distribución y las posibles amenazas a nivel local y regional.
Las regiones de yungas (abarcan franjas de las provincias de Catamarca, Tucumán, Jujuy y Salta) y la Selva Atlántica, en Misiones, se encuentran entre las áreas más amenazadas de la Argentina. Son escasas y están muy fragmentadas, cubren un 3% del territorio y albergan un 60% de la avifauna del país.
Causas
"Lamentablemente estos ecosistemas y sus habitantes están cada día más amenazados por el avance de la frontera agropecuaria y la deforestación", comenta Encabo, que trabaja en el Ecoparque, en el desarrollo de diferentes líneas de trabajo con aves rapaces y otras especies amenazadas.
Históricamente, la población humana no ha convivido en paz con los animales carnívoros. "La interacción negativa que los pobladores locales tienen con las águilas es muy clara. Como en los linderos forestales de la selva se encuentran las zonas de chacras, estas rapaces aprovechan esos lugares como zonas de caza, incluso de aves domésticas. Los pobladores las ven, entonces, como amenaza y las matan", explica Encabo.
Por eso, el encuentro con estas águilas durante sus campañas es un evento feliz y alentador. "Son muy sensibles a los disturbios ambientales por lo que pueden utilizarse como indicador de áreas importantes para la conservación de la biodiversidad".
El trabajo con la comunidad es imprescindible para informar sobre su presencia y cuidado. Para eso trabajan evaluando las interacciones por medio de encuestas, tanto con los pobladores locales como con los guardaparques. En base a los resultados de estos estudios, podrán conocer más los efectos de la actividad humana sobre las poblaciones de águilas selváticas.
Depredadores
Las águilas han sido reverenciadas por los pueblos originarios por su fortaleza y belleza y hoy, esos mismos atributos, las vuelven atractivas para enseñar y comprometer a la población con su conservación. Además son animales que cumplen un rol fundamental en el sostenimiento de los ecosistemas donde habitan. Como explica Barbar: "Ejercen un control sobre los animales herbívoros, limitando así un excesivo consumo de los recursos generados por las plantas. Indirectamente, su sola presencia podría generar cambios en los patrones de movimiento de otros animales dispersores de semillas, produciendo una heterogeneidad en el ambiente y estructurando los ecosistemas que habitan". Y agrega: "Algunas de estas águilas funcionan como súperdepredadores, como la Harpía, y mantienen a raya a depredadores medianos, favoreciendo las abundancias de presas más pequeñas y generando un aumento en la biodiversidad a nivel local".
Barbar se mudó a Bariloche y actualmente es investigador del Conicet. Estudia, mediante redes tróficas, los efectos de las especies invasoras sobre las comunidades de depredadores nativos.
Buscar águilas en la selva no es fácil. Encabo explica que para eso usan dos métodos: "Uno consiste en hacer observaciones puntuales desde lugares con buena visibilidad, algún punto elevado o en un claro natural con la mejor vista panorámica que se pueda conseguir. El otro comprende recorrer senderos, siguiendo cuencas de arroyos, ya que las águilas suelen utilizar estos espacios para cazar y además aprovechan los árboles emergentes para construir sus nidos".
Luego de cuatro campañas, no sólo vieron a la mayoría de las especies que buscaban, también encontraron mucha gente dispuesta a ayudarlos. Los guardaparques y los alumnos de las escuelas que se mostraron muy entusiasmados al conocer que cerca de sus casas viven estas hermosas águilas y que es responsabilidad de todos, pero de ellos en especial, cuidarlas en el futuro.
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