Un recorrido por las calles y galerías de la necrópolis de la capital bonaerense permite advertir una situación verdaderamente calamitosa
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LA PLATA.– El ramo de flores de plástico, descolorido y reseco, lleva años asido a la reja oxidada apenas entreabierta. Detrás, los vidrios estallados sobre una mantilla, un viejo e inútil florero y un par de sillas desparramadas sobre un colchón que acumula hojas de varios otoños. En la imagen de la bóveda, que tiene en su frontis pegado un cartel de “Aviso por vencimiento”, se vuelve notoria la ausencia de un elemento central: no hay ningún féretro.
Con diferencia de mínimos detalles la escena se repite en numerosos panteones, pero también en la hilera de lápidas menos ostentosas y hasta en las tumbas más humildes en la tierra del Cementerio Municipal de La Plata, donde días atrás fueron hallados centenares de ataúdes y restos humanos en bolsas de consorcio sin identificación esparcidos por el suelo de varios depósitos.
Un recorrido por las calles y galerías de la necrópolis platense permite advertir una situación de abandono verdaderamente calamitosa. El orden previsible ha mutado en un panorama de profundo descuido acompañado por un vandalismo profanante que se impone a sus anchas en casi todos los rincones y que no parece obedecer a razones cercanas en el tiempo.
El panorama se vuelve más grave si se tiene en cuenta que el cementerio platense es considerado uno de los espacios de mayor relevancia histórica de la ciudad. Aquí yacen célebres figuras de la historia nacional y existen construcciones funerarias de gran valor arquitectónico reflejo del eclecticismo de la época fundacional. Por ello, años atrás, fue declarado sitio patrimonial a proteger tanto por el Concejo Deliberante local como por la Legislatura bonaerense.
La ancha diagonal 74 por la que se ingresa a La Plata desde la autopista que la une con la ciudad de Buenos Aires conduce, atravesando longitudinalmente el casco fundacional, hasta una gran plazoleta presidida por una parroquia a cuyos costados se levantan los muros del cementerio. El predio abarca 24 manzanas y fue habilitado a principios de 1887 como reemplazo de un camposanto preexistente a la fundación de la ciudad, que se hallaba ubicado en Tolosa.
El imponente pórtico que históricamente funcionaba como acceso principal es casi una metáfora anticipatoria: se encuentra clausurado desde diciembre último ante un eventual peligro de derrumbe. Esa fue la primera medida dispuesta por las nuevas autoridades de la comuna. La entrada, construida con hileras de columnas dóricas, figuras de ángeles, antorchas y cintas anudadas, pone de relieve toda la simbología masónica y representa el umbral entre la vida y la muerte. Aun con el paso del tiempo y falta de efectivas acciones de conservación, no ha perdido su magnificencia.
Solo hay que internarse entre las callejuelas para comenzar a toparse con una gran cantidad de bóvedas vulneradas, con sus mármoles, vidrios y rejas rotos o forzados. No pocas criptas presentan reformas sin respeto a su valor patrimonial y otro tanto se encuentran sin el más mínimo mantenimiento. A ello se suman veredas detonadas, basura y restos de arreglos florales esparcidos por doquier, escasa iluminación, además de un deficitario parquizamiento con pastos que en algunos sectores superan en altura a las cruces. Es común que los visitantes se quejen por la vandalización de panteones, nichos y tumbas individuales, en los que el robo de placas y otros objetos de cobre son desde hace tiempo moneda corriente.
Joya venida a menos
“El cementerio, que es una verdadera joya de la arquitectura y un recinto de la memoria de la ciudad, lamentablemente está muy venido abajo”, sostiene la antropóloga Olga Beatriz Flores, coautora junto a su colega María Carlota Sempé –recientemente fallecida– del libro El Cementerio de La Plata y su contexto histórico, publicado en 2011, que reúne trabajos enmarcados en el proyecto “Cementerios urbanos. Comunidad, ideología y modos funerarios”, codirigido por ambas profesionales. En el texto se describen con gran detalle los estilos e historias de las principales bóvedas, así como valiosos datos sobre los antiguos pobladores, sus vidas y hasta las razones de sus fallecimientos tomadas de los registros funerarios.
Pocos lo saben, pero el diseño del cementerio, trazado por el ingeniero Pedro Benoit, replica el de la capital de la provincia de Buenos Aires y ambos responden a parámetros de un tipo de planificación urbana higienista de fines del siglo XIX con la misma estructura de calles, diagonales, plazoletas y manzanas con arbolado. La arquitectura institucional de rasgos neoclásicos posee una impronta de carácter jerárquico que da lugar a los edificios y paseos en el que se inserta la ecléctica diversidad de los panteones sociales y familiares.
En el diseño original de la necrópolis platense las parcelas se dividieron en tres categorías diferenciadas por valor monetario y relevancia social, atendiendo a criterios de la época. A ambos lados de la avenida que vertebra el predio y fue planteada como eje de simetría del mismo hay lotes pequeños detrás de los que se establecieron sectores más amplios con sepulturas en tierra.
Una de las señas distintivas de la necrópolis platense son las personalidades que yacen en su predio: figuras masónicas, intelectuales, científicos, artistas, políticos y representantes de las más diversas actividades de la vida pública de la capital bonaerense.
Las criptas correspondientes a los masones que contribuyeron a erigir la ciudad y fundaron buena parte de sus instituciones se ubican en las calles más cercanas al acceso principal del predio. Entre ellas se destacan la bóveda en hipogeo del ingeniero Vicente Isnardi y la de Manuel Langenheim, que fuera presidente de la Suprema Corte de Justicia provincial, ambos prominentes miembros de logias masónicas. También yacen aquí los llamados “cinco sabios”, eminencias que sin haber nacido en la ciudad se afincaron y forjaron en ella su trayectoria y prestigio. Ellos son el antropólogo Juan Vucetich, inventor del sistema dactiloscópico de identificación de personas, puesto en vigencia en 1896; el escritor y poeta Pedro Bonifacio Palacios, más conocido “Almafuerte”; el botánico Carlos Spegazzini; el médico psiquiatra y filósofo Alejandro Korn; y el paleontólogo Florentino Ameghino, cuyo mausoleo fue declarado “lugar de interés histórico”. En el ámbito de la ciencia es posible nombrar también a notables académicos e investigadores ligados a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), como el astrónomo Bernard Hildebrandt Dawson, quien descubrió el nacimiento de la estrella Nova Puppis desde la terraza de su casa platense; también se encuentran las sepulturas de los célebres cirujanos Federico Enrique Christmanm y José María Mainetti.
Despierta curiosidad la desbordante ornamentación de los panteones que pertenecen a organizaciones de colectividades de inmigrantes como la Unione e Fratellanza, La Protectora S.S.M., la Sociedad Unione Operai Italiani o la de la Sociedad de Socorros Mutuos de Policía. Entre los monumentos más vistosos no se puede dejar de mencionar a las bóvedas de las familias Salza, Trebucco y Pagés, erigidas con temática egipcia. También están los mausoleos con apellidos tradicionales de la ciudad, como Platero, Campodónico, Ctibor y Pelanda Ponce, a los que se suman las de artistas como Juan José “Pepe” Podestá, pionero del teatro nacional y del llamado circo criollo; el escritor Manuel Puig, autor de las novelas Boquitas Pintadas y El beso de la mujer araña, o poetas como Francisco López Merino, Matías Behety, Alberto Mendioroz, José Themis Speroni y Matilde Alba Swan. No faltan nombres de glorias del deporte como los futbolistas y entrenadores José María Silvero y Francisco Varallo, y el campeón nacional de ajedrez Carlos Maderna, entre muchos otros.
En el terreno político es posible hallar las tumbas de media docena de gobernadores, entre ellos, Carlos Alfredo D’Amico, Ezequiel de la Serna, Luis Monteverde, Edgardo Míguez, Raúl Díaz y Anselmo Marini. Aquí descansan también los restos del periodista y político Rafael Hernández, hermano del autor de Martín Fierro, a quien se le atribuye haber propuesto el nombre de la ciudad y fue fundador de la universidad provincial luego nacionalizada.
Entre las bóvedas ilustres del cementerio platense se encuentra, asimismo, la del político y abogado y caudillo radical Ricardo Balbín, quien, porteño de nacimiento y luego de atravesar su infancia en el interior provincial, adoptó como suya la capital bonaerense desde sus años de formación en la universidad local.
La historia argentina reaparece frente al cenotafio en homenaje de los caídos el 9 de junio de 1956 durante el levantamiento del general Juan José Valle contra el gobierno de facto de la Revolución Libertadora. Esa, que quizá sea la más portentosa de las edificaciones, perteneció originalmente a Vitorio Berisso y, tras décadas de estar abandonada, fue cedida a la “Asociación 9 de Junio de 1956″ para instalar allí un espacio de memoria. En 2015 el monumento fue restaurado con fondos aportados por el Ministerio de Infraestructura bonaerense.
Años atrás, por iniciativa de organismos defensores de los derechos humanos se inauguró un monumento a los desaparecidos y cuerpos no identificados durante la última dictadura militar.
Protección ineficaz
En 2017, al conmemorarse los 130 años del cementerio, la Legislatura bonaerense declaró al sitio como patrimonio cultural y monumento histórico. En la iniciativa, impulsada por el legislador Diego Rovella (Cambiemos) se resaltó que el cementerio “vio la luz en el preciso nacimiento de la ciudad capital de nuestra provincia, y actúa como un resguardo de los monumentos y los nombres de las personas que allí descansan, siendo todo esto gran parte del devenir de la historia platense”.
Al año siguiente, el Concejo Deliberante de La Plata aprobó una ordenanza declarando “Patrimonio Histórico, Arquitectónico, Ambiental y Cultural” a la “zona fundacional” de la necrópolis identificada como las secciones A, B, C y D. La normativa, aprobada por todos los bloques políticos, autorizó al Ejecutivo comunal a poner en valor el cementerio, contemplando explícitamente la intervención, reparación y mantenimiento de toda bóveda que lo requiera. Así como la reparación de veredas y calles. La ordenanza, que habilitó la realización de circuitos educativos y turísticos, también planteó la reposición de especies arbóreas y el mantenimiento de plantas y arbustos en los distintos canteros. Por último, se creó el Archivo Histórico del cementerio ”a fin de resguardar planos, documentos y todo otro elemento relacionado con la construcción de monumentos, bóvedas y mausoleos, conservando además, los libros de Actas de Defunción y Ficheros Históricos”.
Luego de esas nominaciones y tras una serie de denuncias sobre el mal estado del cementerio y el colapso de los osarios, se comenzó a hablar de la posibilidad de fundar un nuevo predio destinado a la necrópolis, lo que permitiría concentrarse en la preservación y puesta en valor del espacio fundacional. Sin embargo, la idea, expresada a mediados de 2019 por el intendente Julio Garro (Cambiemos), nunca pasó al plano de las concreciones.
Durante algunos años, en la gestión municipal de Pablo Bruera (Frente para la Victoria) se constituyó una Asociación Civil de Amigos del Cementerio integrada por profesionales y vecinos que se encargaban de realizar visitas guiadas y trabajar en propuestas de mejora para el lugar. Después de un comienzo auspicioso con apoyo oficial, la iniciativa empezó a desinflarse en 2015 con la llegada a la intendencia de Garro, hasta quedar definitivamente inactiva dos años más tarde. Un tiempo después dio a luz otra organización llamada Colectivo Cultural para el estudio de las necrópolis y el arte funerario, presidida por Gabriel Mirás, de la que participa Cristina Espinosa, guía de turismo y actual responsable de las visitas al predio. Según la mujer, “aquí se encuentra latente la historia de esta prodigiosa ciudad, están todos los hacedores de la gesta fundacional, en su mayoría masones, miembros de una generación de importantísimas personalidades argentinas”. Su anhelo es poder acompañar a contingentes de escuelas para impulsar su interés por las huellas del pasado y de sus ancestros. Afligida por el estado de algunas bóvedas y espacios del cementerio, la mujer comenta que llegó a ofrecer donar parte de los ingresos por las visitas para invertirlos en arreglos.
Habituales visitantes del cementerio coinciden en señalar un momento de inflexión con la pandemia de Covid-19, cuando la circulación quedó restringida, y que una vez pasada la emergencia el número de visitantes nunca volvió a restablecerse. En ese momento la comuna prohibió inhumar restos de personas fallecidas por la enfermedad global. Desde entonces, proliferaron las denuncias sobre la existencia de bandas dedicadas a sustraer mármoles y distintos objetos de bronce de la ornamentación de las lápidas y los propios féretros.
Auditoría general
De todos los espacios y dependencias de la ciudad, el cementerio es uno de los que más recaudación genera al municipio a partir de los trámites funerarios; sin embargo, como la mayoría de los cementerios del país, no posee una administración informatizada ni ofrece servicios digitalizados para los numerosos vecinos en busca de realizar algún papeleo.
Según datos oficiales, en el camposanto municipal existen unas 10.000 bóvedas además de otras 2000 tumbas en el anexo israelita. A ello se suman los sectores con sepulturas en tierra donde casi no hay espacios vacantes y los dos osarios que, según se indicó, se encuentran colapsados desde hace años.
La plantilla de personal del cementerio está compuesta por un centenar de empleados distribuidos entre administrativos y sepultureros. En tanto, se estima que existen unos 150 cuidadores que trabajan como cuentapropistas. Esa tarea fue legislada por una ordenanza de 1949, que estableció que deben ser mayores y limpiar y mantener a cambio de propinas sin tener relación de dependencia alguna con la intendencia. Ante consultas de LA NACION sobre el estado de la necrópolis, representantes de los cuidadores indicaron que “no era un momento oportuno de hablar”. En la misma sintonía, un representante de los empleados, nucleados en ATE, prefirió mantener el silencio, “hasta que la situación se vaya esclareciendo”, señaló.
El actual jefe comunal, Julio Alak (Unión por Todos), que asumió en diciembre pasado, encomendó a sus colaboradores la confección de un minucioso inventario que releve la situación general en el camposanto, donde además de los restos y el desorden en los depósitos se hallaron portones vulnerados, falta de asientos regulares en libros de registro de movimientos y novedades. Ahora, mientras se esperan las novedades judiciales, la prioridad de las autoridades es proceder a la identificación e inhumación de los cuerpos hallados.
“Estamos encarando un trabajo integral porque realmente este lugar extraordinario se encuentra en estado de abandono y es muy preocupante la impericia que encontramos al hacernos cargo”, explicó a LA NACION el titular de la Secretaría General de la comuna, Norberto Gómez, de la que depende ahora el cementerio. La primera medida dispuesta por el funcionario fue la designación de un nuevo director con el nombramiento de Jorge Melo Penau, un dirigente barrial de larga trayectoria que a fines de diciembre último ordenó la clausura de la fachada principal de ingreso al predio.
Las bóvedas y sepulcros son construcciones de particulares cuya responsabilidad de mantenimiento recae en los propietarios a través de un servicio que prestan los 150 cuidadores tercerizados, que no dependen de la Dirección del cementerio. Se trata de espacios mortuorios adquiridos por un plazo de 99 años. Desde hace unos años y con cierta frecuencia las autoridades anotician a los dueños de las sepulturas y los intiman a normalizar la situación, pero el resultado es pobre. La última vez se enviaron 500 cartas y solo hubo respuestas de 20 familias, según comentó una fuente ligada a la anterior administración del predio.
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