Trago amargo: los infartos, invitados inesperados en Navidad y Año Nuevo
Un estudio sueco muestra que los casos aumentan en estas fechas entre el 15 y el 37%; además de controlar los excesos en la mesa, los médicos recomiendan consultar ante cualquier malestar
En el invierno de 1941, un par de semanas después del ataque japonés a Pearl Harbor, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt compartieron una copiosa cena de Navidad en la Casa Blanca. Probaron ostras, sopa al jerez, pavo asado, salsa de salchichas, guiso de batatas, coliflor, jalea de arándanos rojos, medialunas de queso, budín de ciruela, helado, nueces saladas y bombones surtidos. Bebieron alcohol y café, y fumaron. También charlaron sobre la guerra. El premier británico, entonces de 67 años y excedido de peso, se retiró a su habitación para preparar un discurso. Al día siguiente, cuando trató de abrir la ventana, sintió que le faltaba el aire y tenía un fuerte dolor pasajero en el pecho que irradiaba a su brazo izquierdo. "Nunca me pasó algo así", le dijo Churchill a su médico personal, quien determinó que había sido un infarto.
El episodio se mantuvo en secreto durante 24 años, hasta que fue revelado de forma póstuma en los diarios de Churchill. Y aunque hoy hay especialistas que ponen en duda ese diagnóstico, el caso se transformó en emblemático de una situación que los médicos conocen desde hace tiempo: las Fiestas pueden ser amargas para el corazón.
Lo confirma un flamante estudio sueco publicado en la revista British Medical Journal (BMJ). Después de analizar los registros de 283.014 ataques cardíacos en ese país entre 1998 y 2013, los investigadores liderados por David Erlinge, jefe del Departamento de Cardiología de la Universidad de Lund, comprobaron que en la Nochebuena, la Navidad y el primer día del año, el riesgo de infartos crece 37, 15 y 20%, respectivamente, cuando se compara con las dos semanas previas o posteriores a las vacaciones. En particular, el pico de infartos se observó hacia las 22 del 24 de diciembre (lo que quizás equivaldría a las 2 de la mañana del 25 en la Argentina, por distintos hábitos). En cambio, no verificaron incrementos en las fechas de grandes eventos deportivos ni en Pascuas.
El estudio no estuvo diseñado para determinar las causas del fenómeno. Pero en diálogo con el diario USA Today Erlinge listó dentro de los "gatillos" sospechosos distintos factores que se sabe que aumentan el riesgo cardiovascular, como el distrés emocional (enojo, ansiedad, tristeza y duelo), el exceso de comidas y de alcohol, y los viajes de larga distancia. "No estamos seguros, pero todos estos mecanismos podrían estar involucrados", señaló.
Para los médicos argentinos, los datos refuerzan la impresión de que existe una mayor incidencia de eventos coronarios agudos por estas fechas. "Un gran valor del estudio sueco es que incluyó muchísimos pacientes. Pero los resultados están bastante en consenso con lo publicado por otros registros", dice Mauro Gingins, jefe de la unidad coronaria del Hospital Británico de Buenos Aires. Desde hace casi una década, por ejemplo, la Fundación Española del Corazón cita en campañas públicas un estudio de la Universidad de Duke (Estados Unidos) que identificó la Navidad como "el día con más infartos en todo el año".
"Diciembre es agotador. Y la Navidad en particular genera mucha ansiedad y tensión –suscribe Jorge Tartaglione, presidente de la Fundación Cardiológica Argentina–. Hay gente a la que le molesta recibir regalos; tiene que pasarla con personas a las que no ve el resto del año y con quienes no tiene interés en juntarse o sufre recordando a quienes ya no están en la mesa".
A esos ingredientes emocionales, que incluyen la soledad y el impacto de la crisis económica, se suman los excesos en las comidas y bebidas, la falta de sueño, los calores extremos y hasta la demora en buscar asistencia ante la aparición de los síntomas para no "aguar" la fiesta. "Es la tormenta perfecta", lamenta Aníbal Damonte, presidente del Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI).
Los desbordes de la mesa son una de las principales amenazas: Alberto Cormillot llegó a calcular que las comilonas de Navidad o Año Nuevo aportan hasta 10.000 calorías, o el equivalente a cinco días enteros de dieta normal. Según explica Damonte, el "trabajo extra" del sistema digestivo demanda mayor flujo de sangre, y esto se logra a expensas de la circulación del corazón, lo cual puede desencadenar síntomas coronarios en pacientes predispuestos. En casos extremos, el cóctel de grasas, sodio y alcohol puede detonar una obstrucción completa.
Simple, no fácil
Proponer templanza en las Fiestas parece más desafiante que predicar concordia en una pelea de barrabravas. Las recomendaciones "son simples, pero no son fáciles –reconoce Gabriel Lapman, nefrólogo, cardiólogo y especialista en hipertensión que trabaja en el Hospital Thompson de San Martín y en el Sanatorio Modelo de Caseros–. Hay que comer muchas verduras y frutas, evitar las grasas superprocesadas, tomar mucho líquido, relajarse, buscar compañías saludables, hacer un poco más de ejercicio y dejar el alcohol solo para el brindis".
Yael Hasbani, su esposa, destaca que puede ser un buen momento "para incorporar nuevos hábitos, más saludables, rendidores y económicos". "Se puede comer de todo, pero en cantidades moderadas", insta Damonte, quien también es codirector de cardiología intervencionista del Instituto Cardiovascular de Rosario (ICR).
Además de contenerse en la mesa, los especialistas sugieren controlar otros factores de riesgo. Por ejemplo, respetar las dosis óptimas de medicamentos para la presión y el colesterol.
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