Caminante no hay camino, sino estelas en la mar, decía el poeta. Y algo, mucho de eso, hay en la historia de Diego Docampo, a quien conocí hace un tiempo, en las cenas de los viernes de la Red Solidaria en Plaza de Mayo. Diego es un claro ejemplo del encuentro con el otro, de la comprensión por la situación de quien lo necesita. Dar y recibir: mucho más que elementos materiales, que los consigue, si claro, y en cantidad. A veces, dar hasta desde el silencio y la mirada profunda.
Diego Docampo es uno de esos argentinos, de los que hay tantos, que ofrendan su vida a una causa. Que tiende la mano desde su lugar, con lo que sabe hacer: su trabajo cotidiano al frente de una flota de vehículos de transporte de cargas. Encomiendas a las que les sumó el valor agregado de la sinergia con el emprendimiento solidario ¿Trabajo y solidaridad? Sí. Es posible. Y, casi ineludible en tiempos de necesidades profundas y urgentes. Uno puede ser solidario desde el espacio laboral en el que se desarrolla. En definitiva, se trata de canalizar las propias potencialidades en pos de un fin altruista, más allá del puntual ejercicio de la vocación y el trabajo cotidiano. Nada más. Nada menos. Tender la mano desde el propio lugar para llegar al otro. No un "otro" indefinido, impersonal. Ese "otro" con nombre, identidad propia. Su oficio es llevar, acercar, surcar caminos, atravesar barreras. Que simbólico. Si, lo es.
Mi trabajo como herramienta de ayuda social
La mano no se tiende al vacío, sino a quien la espera. Me gusta decirle que es una de las personas más solidarias que conozco. Me conmueve cómo se sonroja cuando lo hago. Es tímido. Perfil bajo. Como suelen ser los que ofrendan tiempo, energía y corazón para los demás. Diego trabajó toda su vida. Y hoy, a sus 44 años, es el responsable de su propia empresa de vehículos de transporte. Eso que llaman progreso. Y esfuerzo. Superación en estado puro. "Tengo una dotación de fletes compuesta por diez vehículos". Diego no es hombre de andar contando. Le cuesta decirlo. Su causa es aspiracional, estimulante y contagiosa. Se necesita de muchos Diego. No hay dudas de eso.
No es un dato menor tomar conciencia de la importancia de nuestras actividades puestas al servicio de una causa noble. No siempre imaginamos que esto puede suceder. ¿Mi trabajo como herramienta de ayuda social? No sabemos cómo canalizar ese deseo profundo porque desconocemos que nuestras aptitudes bien pueden ser uno de los pilares de algunas de las múltiples causas solidarias. Solo es cuestión de ponerse en marcha. De ser creativos.
Gracias a su profesión como transportista, el interior del país siempre fue el destino escogido por Diego. Allí, en los rincones recónditos donde el olvido abunda tanto como las necesidades más profundas, urgentes, esas que son imposibles de imaginar en la gran ciudad. "Siempre me enfoqué en ayudar a la gente del interior porque, al tener vehículos, podía viajar. A través de la Red Solidaria, además, puedo hacer más viajes, ir a más lugares, llevar más donaciones. También me conecté con River, Banfield, Huracán, y Racing; y con los Cascos Blancos, los médicos que dependen de Cancillería". Empresas como Vía Bariloche facilitan los pasajes para que los médicos puedan desplazarse por el país. "Con ellos fuimos a Misiones y trabajamos con los aborígenes en el medio del monte. Conseguí los pasajes y las autorizaciones para que puedan trabajar allí". En las peregrinaciones a Luján, Diego aporta su logística de transporte para que los Cascos Blancos atiendan a los peregrinos.
En red, con otros
Es fundamental observar desde qué espacio podemos hacer sinergia para aportar nuestras aptitudes y potenciar ese granito de arena en una playa inmensa. En este caso, Diego vio multiplicada su tarea a partir de involucrarse iniciáticamente con el Club de Leones de El Talar. Juntos somos más. Este es un paradigma que debemos arraigar. En épocas de neoindividualismo, lo que suma es la agrupación de fuerzas, de deseos compartidos, de trabajo mancomunado. Estar en red. Integrar ese entramado de ayuda social y contención. Una ayuda social que se valida en el otro a partir de lo que suelo llamar un patrón de percepción sistémico. De eso se trata. Aquel que se moviliza desde un patrón de percepción sistémico, es aquel que puede mirar más allá de lo obvio, de lo fácil, del recurso que tiene a mano. Mirar linkeado. Buena conjugación. Mirar alrededor, no sólo el árbol sino también el bosque. Bucear en los recursos del bosque, y no hacerlo solo. Eso potencia el rol. Esa unión de potencialidades logra cometidos mayores. En este sentido, pienso en el valor inequívoco de instituciones como el Club de Leones, la Red Solidaria creada por Juan Carr, o la tarea de seres solidarios como el Padre Pepe, entre otros, con los que Diego une fuerzas. Entre todos construyen la sinergia de la solidaridad. No es uno u otro. Es uno y otro.
Primo hermano de los Rotary, el Club de Leones es la ONG multinacional más grande del mundo presente en 267 países con más de tres millones de afiliados. En Argentina cuenta con sedes en todo el país y con cerca de 6000 afiliados. Los fondos que recaudan se destinan a múltiples obras de bien público. El Club de Leones de El Talar, al que pertenece Diego, tiene edificio propio, un salón que alquila, y una calesita concesionada. "No damos abasto. La ropa que recibimos la lavamos, la cosemos, la clasificamos. Separamos los alimentos. Tenemos un banco ortopédico con sillas de ruedas, muletas, y camas que se prestan gratis. Compramos los anteojos a los chicos de escuela primaria de colegios estatales hasta quinto grado para que todos tengan sus anteojos gratis. Y a la gente que maneja la calesita les exigimos que reciban gratis a los chicos de los jardines de infantes". La concordancia de lo grupal potencia el trabajo. Diego contagió su espíritu solidario a sus choferes, quienes se suman gustosos a la tarea. Nadie cobra por esta labor solidaria.
"En el Club de Leones somos muy pocos, pero nos unimos con la tarea del Padre Pepe o con Margarita Barrientos. Además de los clubes y la Red Solidaria. Así se potencia la tarea. Si lo hacés individualmente, desaparece. Si te unís, los proyectos se agrandan. Mis choferes están felices de sumarse. Cada vez que ofrezco un viaje, son varios los que se postulan para llevar las donaciones". Diego se sumó a la Fundación Ruta 40 y colaboró llevando útiles todas las escuelas rurales que bordean esta carretera que va de Ushuaia a La Quiaca. Desde ya, por la disposición de su flota no cobra un solo peso.
Dar y recibir
La tarea solidaria es gratificante. Acaricia el alma de quien la ejerce. Y de quien se convierte en destinatario. "Me conmueven los viajes al interior, porque voy a sitios a los que casi nadie va. La mayoría de los argentinos no conocen esos lugares. Hubo viajes en los que amigos míos, que se sumaron para colaborar y a los que jamás había visto lagrimear, se pusieron a llorar una hora seguida sin parar porque nunca habían visto lo que vieron. Ingeniero Juárez, en Formosa, y la colonia aborigen de Aristóbulo del Valle, en Misiones, son lugares muy olvidados. Se ve de todo allí. Se ven nenas de diez años con hijos; chicos a los que les salen gusanos del cuerpo. El agua potable no existe, así que se toma la que sale de la tierra. Recuerdo especialmente a una nena que había perdido la audición porque tenía una mosca muerta en la oreja. Esto no es nuevo. Lo veo desde hace años. Más allá de lo material, lo principal es el afecto humano. Uno no llega, tira las bolsas y se va. Eso sería un desprecio. El conversar es muy importante. No entablar un vínculo con la gente no es solidaridad, por más que les lleves algo. Eso me lo enseñó Juan Carr".
Su historia solidaria no es nueva. Es casi un ADN impreso en su identidad. "Nací en la localidad de General Pacheco, Partido de Tigre. Hace diez, años un amigo me invitó a participar en el Club de Leones de El Talar, que es la localidad en la que yo vivo. Me convocó porque veía que yo viajaba al interior a llevar donaciones con mi camioneta. Llevaba la ropa que podía juntar. En general, iba a escuelas. Lo hacía por mi cuenta. La gente me llamaba, a través de algún contacto, y me contaba las necesidades. Tardaba dos o tres meses en juntar lo que me pedían. En esa época, trabajaba en la fábrica Ford y, los fines de semana, salía, solo, a llevar las donaciones", me explica Diego con una naturalidad que habla, a las claras, de una aptitud profundamente arraigada en él. En un complejo 2001, Diego renunció a su trabajo en Ford y abrió un taller mecánico en su barrio. Muy pronto llegó aquel cruce casuístico con el Club de Leones de Talar. Luego de los primeros viajes, me propuse buscar al Club de Leones de cada zona. Con ellos, como intermediarios, además, no solo llegaban las donaciones a los destinatarios, sino que se seleccionaba qué dar a cada familia de acuerdo a las necesidades".
Su flota de fletes comenzó a crecer, cuando el taller mecánico ya era un recuerdo. En ese entonces, la Red Solidaria coronó su transitado camino orientado en la ayuda. Cada viernes, Diego colabora con el transporte de mercadería, sillas y mesas para armar las cenas solidarias que, en Plaza de Mayo, organiza la Red. A partir del enorme caudal vinculatorio de este espacio creado por Juan Carr, Diego, ahora, surca caminos con mucha más mercadería y afecto fruto de ese engranaje tan potente. Su mujer y su hija, no podía ser de otra manera, son puntales que lo sostienen y colaboran en la tarea con convicción. Diego dejó las individualidades y apeló a la dinámica en red. Buceó en sus propios potenciales, en lo que tenía a mano y que podía servir para ayudar. Lo logró.
¿Cómo colaborar?
Donaciones de empresas: Diego Docampo: 11.6643.9304Donaciones individuales: se reciben en el Club de Leones de El Talar 11.4740.4324
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