Tour por una gran abadía de la Edad Media
Fue el primer monumento francés declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad; miles de viajeros llegan a recorrerlo y presenciar los cambios de marea
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MONT SAINT MICHEL.- Abadía benedictina en la Edad Media, prisión política después de la Revolución Francesa, el Mont Saint Michel ha sido el primer monumento francés en ser inscripto como Patrimonio de la Humanidad. Un lugar con historia, escenario también de impresionantes espectáculos naturales.
Al límite de dos regiones emblemáticas como son la Bretaña y la Normandía, con sus pueblos pintorescos, su afamada cocina y su importancia histórica, el monte San Miguel sorprende por su grandiosidad y por el contexto natural que lo cobija.
Ni bien se divisa su silueta, uno tiene la sensación de estar en un cuento fantástico. Detrás de suaves colinas y perdida en la niebla aparece una construcción amurallada en cuya cima se distingue una abadía benedictina, tan alta, que casi dobla la altura del monte.
El emplazamiento de esta abadía tiene características únicas. La amplitud de la marea es una de las más grandes del mundo. La diferencia de altura entre la baja y la alta mar alcanza los 15 metros, y cuando la marea sube recorre distancias de hasta 24 km a velocidades de 30 km por hora.
Este espectáculo impresionante atrae a curiosos y turistas, sobre todo durante los equinoccios de primavera y verano y cuando hay luna llena o nueva.
Resulta fascinante ver, desde las altísimas terrazas a la entrada de la abadía, cómo el mar avanza hasta rodear casi totalmente el monte.
Una postal típica del Mont Saint Michel no puede dejar de mostrar también las verdes campiñas donde pasta una raza muy particular de ovejas, de pelaje castaño oscuro, con patas y cabeza negras. Se alimentan de hierbas saladas que crecen en las cercanías del monte. Dicen algunos que esto hace que su carne adquiera un gusto exquisito.
Según cuenta la leyenda, la historia de la abadía comienza cuando el arcángel Miguel se le aparece al obispo de Avranches -población próxima al Mont Saint Michel- y le ordena construir una iglesia en una isla cercana. El cráneo del obispo, presuntamente perforado por el dedo del arcángel, es una reliquia expuesta en la iglesia de St-Gervais, en Avranches.
Centro de aprendizaje
El modesto oratorio inicial pasó a manos de los monjes benedictinos en el siglo X, que lo convirtieron en un importante centro de aprendizaje.
Durante la Edad Media se convirtió en un destino de peregrinación. Llegaban fieles no sólo deseosos de rendir culto al santo, sino también atraídos por el renombre de la abadía.
En el transcurso de la Guerra de los Cien Años todo el noroeste de Francia fue ocupado por los ingleses. ¿Todo? ¡No! El Mont Saint Michel resistió al invasor, como el mítico pueblo de Asterix a los romanos. Pero en este caso no fue ninguna poción mágica la que los salvó -aunque a juzgar por las bebidas regionales, como la famosa sidra o el calvados, existen méritos suficientes-, sino sus excelentes defensas naturales y murallas. Tal vez contó también, como creyeron en su momento, con la protección del arcángel Miguel, patrono de Francia, que da su nombre a más de 70 localidades.
Después de la Revolución Francesa, el monasterio fue transformado en prisión política y siete décadas más tarde se inició la restauración.
El Mont Saint Michel es un legado inigualable de la arquitectura militar, civil y religiosa del Medievo. Siguiendo la concepción del mundo que reinaba en la época, el monte fue construido en capas. Las robustas murallas reflejan el poderío militar, las casas en el medio sirven como testimonio de cómo vivía la sociedad y, por último, en la cima, la abadía reafirma la supremacía de lo divino.
El pueblo es un viaje a tiempos medievales, más si uno se aleja de la concurrida calle principal, repleta de tiendas de souvenirs y restaurantes.
El acceso estaba protegido por tres puertas fortificadas, hoy todavía en pie.
De la calle principal salen pasadizos que permiten subir a la muralla y apreciar así extensas playas de arena y canales de marea.
Vale la pena hacer un recorrido por afuera de la muralla para apreciar el conjunto arquitectónico de la isla. Los lugareños sugieren no alejarse demasiado porque al riesgo de las mareas se suma a las arenas movedizas. No queda muy claro cuánto hay de verdad y cuánto de mitología en todo esto. Pero mejor no averiguarlo.
Caminar a través de la capilla, pasear por el magnífico claustro con columnas de granito rosa, escuchar el eco de los vastos salones y sumergirse en la oscuridad de las criptas permite llevarse una idea de cómo vivían los monjes en aquel entonces.
Ya alejándose del monte y al tornar la vista atrás se ve brillar la figura dorada del arcángel San Miguel, que coronando la abadía y espada en mano mira desafiante al dragón que yace vencido a sus pies.
Datos útiles
Cómo llegar
Desde París hay un TGV (tren de alta velocidad) que llega a Rennes en dos horas (desde 40 euros ida y vuelta). De Rennes salen autobuses hasta el Mont Saint Michel (11 euros).
Alojamiento
Se puede dormir en el Mont Saint Michel, pero los precios son más altos que en los pueblos cercanos, como Pontorson.
Hoteles en el monte:
Dos estrellas: hotel La Vieille Auberge, 33 2 33 60 14 34; las habitaciones cuestan entre 75 y 125. Hotel Du Mouton Blanc, 33 2 33 60 14 08; una doble, de 68 a 102 euros.
Tres estrellas: hotel Saint Pierre: + 33 2 33 60 14 03; aubergesaintpierre@wanadoo.fr, www.auberge-saint-pierre.fr de 90 a 150 euros.
Hotel La mere Poulard: + 33 2 33 89 68 68; hotel.mere.poulard@wanadoo.fr, www.merepoulard.com de 95 a 245 euros.
Excursiones
Para recorrer la bahía que rodea el monte es aconsejable llevar botas de goma. Existen excursiones en grupo, a pie o a caballo: www.randocheval.com/Programmes/ch103_mtstmichel.htm
En Internet
www.abbaye-montsaintmichel.com
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