Todos quieren que vuelva el tren
Son tres pueblos que quedaron con poca actividad económica cuando cerraron el ramal
VERONICA.- Dicen que verlo daba piedad, tan quieto. Primero esperaba y, luego, con la mirada nublada, renqueaba hasta el pequeño techo de la estación cuando la lluvia se volvía cruel y el frío lo devoraba. Hasta que lo encontraron muerto una mañana que no tenía nada de particular.
Sin embargo, antes, mucho antes, ese perro de poca raza había tenido un nombre que hoy nadie recuerda, y una costumbre que cuenta Teresa: todos los días esperaba en la estación Vieytes que le tiraran desde el tren el diario que, luego, llevaba a su dueño.
El tren dejó de pasar en 1978 y el perro murió de viejo y de tanto esperar. Los hombres y las mujeres que lo sobrevivieron siguen luchando por ver pasar nuevamente los vagones. Y, cuando creían que faltaba poco para que eso ocurriera, se enteraron del remate.
Es que el Organismo de Bienes del Estado (Onabe) rematará mañana públicamente, en la ciudad de Buenos Aires, parte de las vías, de los rieles, de los barrilones, de los clavos y de los bulones de las estaciones Bavio, Vieytes y Verónica por considerarlos chatarra. Sin embargo, consultado por LA NACION, el presidente del Onabe, Fernando Suárez, que no recibió a los vecinos a pesar de los pedidos, dijo que va a estudiar retirar algunos lotes. "No voy a perjudicar a la gente. Si no es chatarra, lo van a tener", prometió.
Roberto Zungri, uno de los 1800 habitantes de Bavio, parado junto a un puñado de vecinos que forman parte del movimiento Por Nosotros, destinado a restituir el servicio del tren, advierte: "Eso que nosotros llamamos «calesita», que sirve para que las máquinas giren, no es chatarra. En la estación, cada dos meses, hacemos una fiesta, que da trabajo a la gente y, con el dinero que obtenemos, vamos haciendo obras. No nos pueden sacar la esperanza de que el tren vuelva. Si se llevan los rieles, nos llevan todo".
"Se nos fue la vida"
LA NACION visitó Bavio y allí todos los presentes contaron sus cuitas. "Cuando dejó de pasar el tren se nos fue la vida, porque mire, m´hijita, acá la juventud iba y venía a estudiar a La Plata y ahora es mucho gasto y no vuelven más. Tenemos un pueblo de viejos. Las maestras rurales usaban el tren para ir a trabajar y nosotros, los chacareros, cargábamos la leche para que se la llevaran a la ciudad. La gente venía de otros lados, también en el tren para comprar la carne, que acá era más barata", cuenta Fermín Paraut, del Club de los Abuelos.
Bavio es una colonia de vascos que, en 1877, se impuso a todo y levantó cientos de tambos que florecieron hasta 1978, cuando las vías quedaron desiertas.
Ellos quieren convencer a todos de que el remate es una barbaridad: "Si se llevan la calesita [la explanada citada] no tenemos más esperanzas, justamente ahora, que sabemos que hay gente del País Vasco que está interesada en hacer un proyecto para que el tren vuelva a correr. ¿Y sabe por qué? Porque estamos en una zona declarada de interés nacional por la Unesco, por la reserva de biosfera. Hasta al presidente Kirchner [Néstor] le dimos una carpeta con las propuestas y hay ramales que podrían llegar hasta la costa, como el corredor hasta San Clemente del Tuyú", dice Zungri.
En Vieytes las cosas son mucho peores. Iraul Errecarte vive allí desde que nació, y atendió (y atiende) el único almacén de ramos generales fundado en 1917, frente a la estación. "Se murió todo. Esto era precioso. Llegaban a salir 15.000 litros de leche por día y la estación era una romería. No le miento si le digo que los domingos, cuando se cruzaban los trenes que iban y venían, la gente hasta dejaba las barajas", dice mientras señala lo que fue la estación.
Ahora está tomada. Dos perros en el interior aúllan al escuchar las voces del andén, que tiene los pastos crecidos entre las baldosas y donde no queda nada del pasado: fue saqueado. Delia Alcat cuenta que, con el tren, también cerraron las estafetas postales. "Yo atendía una. Me acuerdo de cómo era esto de lindo. Y, al final, la gente se fue."
En Verónica, el pueblo está más organizado: la municipalidad tiene varias dependencias que funcionan en la estación. Teresa Car, una aguerrida mujer que se emociona viendo las vías, dice que el tren tiene que volver, que es una deuda con los pueblos que han quedado abandonados. "La juventud se va a estudiar a La Plata y no vuelve. Y muchas familias tienen que pagar alquileres para que los chicos vivan allí. En cambio, si existiera el tren, ellos podrían ir y venir en el día", dice.
Ellos, todos ellos, esperan que mañana se haga el milagro.
Promesa
- En diálogo con LA NACION, el presidente del Onabe, Fernando Suárez, dijo: "El material ferroviario en desuso está considerado chatarra y lo tenemos que vender porque se nos va más plata: 1000 pesos mensuales por cada policía destinado a cuidar el patrimonio de cada una de las estaciones abandonadas del país".
-Los vecinos de los tres pueblos dicen que no hay chatarra. ¿Van a rematar igual?
No, por este medio les prometo que van a ir mis técnicos a revisar todo de nuevo con ojos bien críticos. Y les aseguro que si hay cosas para rescatar y los vecinos las quieren, levanto esos lotes.